Lección 2.- El Diezmo
Vemos que en Hebreos 7: 1-2 y 6 dice : “Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz;…Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas”.
Leemos en Malaquías 3: 8-11, lo siguiente : “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos”.
Estamos hablando del diezmo, lo cual es básico en la relación de Dios con el hombre, porque el diezmo es de Dios. Deseo establecer algunos puntos sobre el diezmo, porque no sólo tú tienes esta responsabilidad, sino que Dios te ha encomendado que veas que la Iglesia funcione fielmente en este asunto. La promesa de Dios es que las ventanas del cielo se abrirán para aquellos que caminen en este poder. Dios ordenó los diezmos, y no lo contó como un asunto de la ley.
Hemos escuchado a algunas personas que no quieren diezmar, dicen que es un asunto de la ley, pero el diezmar no es un tema de la ley. Abraham dio sus diezmos 400 años antes de la ley, y hemos leído en Hebreos que él entregó sus diezmos a Melquisedec. Puedes ver que no hay instrucción previa en el libro de Hebreos que diga que alguien le dijo a Abraham que lo haga, pero esto me dice que Abraham estaba sólo actuando de lo que sabía que era la voluntad de Dios. Esto era, dar sus diezmos, los cuales anteceden a la ley. Dios dio este principio del diezmo así como lo hace con todo otro principio de la Biblia: el primero da el principio, y luego da la promesa. El dice que lo traigamos siendo sólo el interés de lo que Dios nos ha dado, piénsalo, sólo el interés; el diezmo que tú le das a Dios, le corresponde a El, y dice que luego El abrirá las ventanas de los cielos. También Dios dice que lo probemos con el diezmo.
El diezmar ha estado ocurriendo desde 400 años antes de la ley, en el tiempo de Abraham, así que no puedes excusarte de no dar tus diezmos sobre esta base. Lo único que estarás haciendo es maldiciéndote por no hacerlo, y maldiciendo a la gente por no predicárselo. Dios dijo que entregáramos el diezmo, que es el 10% de todo lo que tienes, o de todo lo que recibes: 10% de tu sueldo, 10% de lo que heredas, 10% de lo que encuentras, 10% de tu ganado, de todo. La iglesia no tiene sitio para guardar ganado, así que vende uno de ellos, y trae el diezmo a la casa de Dios. Le pertenece al Señor.
El dio ese principio, y dijo, “si tú cumples ese principio, yo abriré las ventanas de los cielos y derramaré bendición hasta que sobreabunde”. Dios les dio 15 toneladas de pan cada día, y les dijo que le hornearan 12 piezas una vez a la semana, y ellos dejaron de hacerlo; por eso hubo tanto problema. Dios dio este principio, luego dio la promesa; y si le obedecemos, entraremos en esa promesa; no sólo es dar el diezmo, sino el traerlo a donde pertenece, pues éste es para el ministerio. En el Antiguo Testamento, era para los Levitas, para el ministerio. Entonces, en Malaquías nos ordena llevar esos diezmos al alfolí. Llévalo al alfolí que es el almacén de tu iglesia; no es para darlo a tus amigos enfermos, ni a los evangelistas de la televisión, sino para la casa de Dios.
Vimos que Abraham no distribuyó el diezmo entre los pobres, sino que los entregó a Melquisedec, el sacerdote del Dios Altísimo. Si tú los entregas a otro lugar, entonces estás haciendo algo equivocado. Tú dirás, “bueno, yo lo doy; lo que hagan con él, no me importa”. ¡Eso está mal! Tú debes hacer saber a la gente que eres un administrador de Dios, y se requiere de un administrador que sea hallado fiel, porque uno que no invierte el dinero apropiadamente, va a tener que rendir cuentas a Dios. Vemos esto en la parábola de los talentos. El le dio a un hombre 5 talentos, a otro 2, y a otro 1. El primero duplicó sus talentos, el segundo también los duplicó, pero el hombre que tenía uno solo, lo escondió y lo perdió todo. Por esto, el diezmo se entrega a la iglesia, se invierte en la iglesia que está ahí; y si desean alimentar a los pobres con eso, eso es el ministerio; pero es ahí donde se debe llevar.
El diezmo es del Señor, y si es de Dios, entonces tú no das, tú pagas. No has dado nada hasta que hayas dado el diezmo. La Biblia claramente dice, “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando…”. Si todo lo que haces es dar tu diezmo, entonces eres un siervo improductivo, porque todo lo que has hecho era sólo lo que se requería de tí; cuando hacemos más que esto, es cuando empezamos a dar. Yo simplemente estoy entregando lo que le pertenece a El, nada más. El dijo que el diezmo es santo, y tú no debes tocar lo que es santo. Quiero que te establezcas en base a la Escritura. Hemos visto que es antes de la ley, también que le pertenece al Señor, y que debe ser llevado a la casa de Dios. En Levítico 27: 30 dice, “Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de JEHOVA es; es cosa dedicada a JEHOVA”. Jesús dijo, “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22: 21).
Tenemos que dejar claramente establecido, que hay mucha oposición en este asunto. Los hombres quieren robar a Dios, y éstos se justifican en muchas maneras, pero igual le están robando. Algunas de las grandes verdades las encontramos en Números 18: 21, “Y he aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de reunión”.
Tú simplemente no puedes decidir lo que vas a hacer con el diezmo. Le pertenece a Dios, y debe ser puesto donde Dios te dijo que lo pusieras, o si no, estarás en desobediencia a Dios. No es para los pobres, ni para los amigos, sino para el mantenimiento del Evangelio. El diezmo es santo y debe dársele un uso santo, de acuerdo a lo registrado en Levítico 27: 30.
Ahora, veamos el pensar en prestarse el diezmo para entregarlo después. Esta es una práctica común entre mucha gente; déjame decirte que prestarse el diezmo no es una cosa aconsejable. El Señor dice, “traedlo al alfolí”. Tú obediencia es mejor que el sacrificio. Obedecer a Dios es el camino a sus bendiciones, pero, desobedecer a Dios en cualquier área de la vida te hace un rebelde. Y la rebelión es como pecado de hechicería. Entonces prestarse el diezmo es, primeramente, ser desobediente a Dios.
Segundo, es más barato si vas a prestarte dinero, que sea un préstamo bancario. Dios dice que si tú te prestas el diezmo, entonces debes agregar una quinta parte en la fecha que lo vayas a pagar. Levítico 27: 31, dice, “Y si alguno quisiere rescatar algo del diezmo, añadirá la quinta parte de su precio por ello”. Si tú retienes tu diezmo, si te apartas de Dios y retienes tu diezmo, cuando tú vuelvas, vas a tener que arrepentirte para recibir perdón. Y arrepentirse significa que vas a tener que pagar todo lo que robaste. Tendrás que añadir el 20% cuando lo traigas a la iglesia. Debes instruir a la gente, porque el diablo va a venir a tentarlos para que se presten el diezmo, para que lo retengan o sean descuidados con el diezmo, y Dios dijo que puedes ser maldecido.
Leímos en Malaquías 3: 8, cómo un hombre roba a Dios. ¿En qué forma le robamos? El dice que en nuestros diezmos y ofrendas. Dios demanda que el diezmo se entregue en la casa de Dios. Quiero mostrarte algo que aprendimos en nuestro estudio de la fe, que la fe es un acto basado en una creencia, y que sólo puede estar basado en una promesa de Dios y la fidelidad de Dios a esa promesa. Hay una bendición para la fidelidad, y la promesa de Dios era que, si llevamos los diezmos, El nos iba a bendecir. El dijo, “Traed los diezmos al alfolí y probadme ahora en esto”. La base de la fe es un acto, basado sobre una creencia. Dios dice que lo entreguemos, y yo lo entrego; éste es mi acto, estoy creyendo ahora. Yo puedo hablar de este tema, lo puedo declarar, pero nada pasa. Pero cuando lo entrego a la iglesia y lo dejo ahí, estoy creyendo, estoy actuando en fe. La fe es un acto basado en una creencia mantenida por una confianza de acción continua, que si Dios lo dijo, Dios lo va a hacer. La promesa de Dios fue, “pruébame, sino abriré las ventanas de los cielos, y derramaré bendición hasta que sobreabunde”. Entonces yo actúo, le entrego mi diezmo al Señor, mantengo ese acto por una acción continuada de estar entregándolo, cada domingo o cada semana, a la casa de Dios.
Deseo contar un pequeño testimonio aquí. Cuando recién me convertí, no podía ni recitar Juan 3: 16. Habíamos sido paganos, habíamos sido criados fuera de la iglesia. Yo era el encargado de un equipo de perforación petrolera en esa época y sólo estábamos permitidos de quedarnos en esa ciudad poco tiempo; teníamos que mudarnos. Era convertido sólo hace un par de semanas y fui al pastor a visitarlo y le dije que teníamos que irnos; él oró por mí, me bendijo y me dijo, “tengo que hablarte debí haberlo hecho antes “; me dijo “tus diezmos le pertenecen a Dios”; yo no sabía de lo que estaba hablando. Y le dije, “¿Qué quiere decir con diezmos?”. El me dijo, “simplemente quiero decirte que el 10% de todo lo que recibas de tu trabajo, encuentres, heredes o cualquier otra forma de donde proceda, es de Dios y tienes que entregarlo en la casa de Dios”; me leyó las Escrituras, luego me fui y se lo conté a mi esposa. Quiero decir que Dios me había salvado de una vida de embriaguez, había bendecido mi familia, nos había reconciliado, porque estábamos separados, pero el problema venía; ahora yo le debía a El todo. Creí todo lo que el hombre de Dios, me dijo; así que fui, y le dije a mi mujer que teníamos que dar el 10% de todo a Dios. Estábamos felices que no era el 40%, ¡qué bendición de Dios! Bueno, el primer año que diezmamos, luchamos; a veces parecía que no iba alcanzar para pagar el alquiler, o la cuenta del carro. El diablo nos decía, “no puedes pagar tus diezmos, tienes que pagar el alquiler de tu casa. Puedes tomar todo el dinero y después cumples; Dios va a entender”. Pero comencé a leer el primer libro de la Biblia y vi como la primera vez que el diablo le habló al hombre, le mintió, le engañó cuestionando este Libro, y vi que eso era exactamente lo que estaba tratando de hacer conmigo. El estaba cuestionando la palabra de Dios cuando dice, “Traedlo y probadme”. Ese primer año fue una lucha. El obedecer nos costó un gran sacrificio, pero entonces las ventanas se abrieron.
Desde 1,949 damos nuestros diezmos. Ahora damos más, como 40% ó 50% de lo que El nos da, en el altar de Dios, lo traemos a Dios. Las ventanas están abiertas. Cuando El me envió a Rusia, mi esposa y yo renunciamos a esta iglesia y nos mudamos allá en 1,992; pensamos que quizás tendría que regresar y seguir un itinerario para conseguir dinero para la iglesia. Pero cuando llegamos allá, vimos que no era posible, que para que esa escuela sea lo que Dios quería que fuese, yo tenía que estar ahí. Así que tuve que creerle. Y yo recordé que El me dijo, “trae los diezmos y yo te abriré las ventanas de los cielos”. Las ventanas fueron abiertas, Dios ha estado bendiciéndonos.
Nosotros no teníamos mucho dinero cuando nos fuimos, no tenemos mucho dinero ahora, pero puedo decirte cómo se abrieron esas ventanas los dos primeros años. Se necesitó de un millón de dólares para hacer lo que hicimos. Plantamos en menos de dos años, más de 700 iglesias, 80 escuelas de video para enseñanza a maestros de escuela dominical, 11 escuelas bíblicas para entrenar hombres para el ministerio; tradujimos y produjimos, decenas de miles de libros, entregamos miles de Biblias; todo esto producto de las ventanas abiertas. El dinero venía de todas partes. Las bendiciones de Dios son una promesa para todos aquellos que traen sus diezmos en forma continua. Serás probado, pero tú, sigue diezmando. Enseña a los hermanos a seguir diezmando.
Pero el otro lado de esto tiene maldición, por la desobediencia. Si no entregas tus diezmos serás maldecido. Santiago dijo que aquel que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado. Si pecáramos voluntariamente, después de haber venido al conocimiento de la verdad, ya no quedaría más sacrificio (Referencia Hebreos 10: 26). Cuando yo sé que debo traer los diezmos, y no lo hago, se convierte en pecado voluntario, y ya no hay más sacrificio; soy aislado por Dios. El pecado trae maldición, pero tu obediencia trae las bendiciones de Dios.
Sé que la voluntad de Dios para mí es que yo entregue los diezmos al alfolí (almacén de Dios). No importa cuáles sean las circunstancias, no interesa si es un centavo, un dólar o mil dólares. La cantidad no importa. Lo que importa es mi obediencia a Dios. Dios va a multiplicar lo que yo doy; a mí me toca ser fiel a Dios, entregarlo donde El me dijo, a la casa de Dios, esto quiere decir, donde yo recibo de El lo que necesito recibir, donde me enseñan la palabra de Dios; ahí es donde debo entregar mis diezmos. Si no lo hago será una decisión voluntaria que me lleva al lugar donde ya no hay más sacrificio y viene la maldición de Dios a mi vida por la desobediencia.
Me he dado cuenta que especialmente donde no saben nada del diezmo, se les debe permitir, como Jesús hizo, a que lo traigan al Señor. Tú dirás que eso fuerza un hecho. Exactamente. Por ejemplo, colocas una caja grande y enseñas a los hermanos que el diezmo es la voluntad de Dios. Cada día minístrales, luego cada domingo reúnanse y tomen unos minutos para poner los diezmos en el altar; y mientras estés diezmando, no canten, no hagan nada, porque están adorando a Dios con su dar. Luego pónganse de pie y alaben a Dios. Permíteles traer el diezmo al altar. Les están enseñando a llevar el diezmo a Dios y así ellos aprenden, y las bendiciones de Dios por causa de la obediencia vendrán sobre ellos. En Proverbios 8: 17 Dios dijo, “Yo amaré a lo que me amen”. El ordenó que tú trajeras los diezmos al alfolí, y dijo, “si me amas, guardarás mis mandamientos”. Entonces si tú amas a Dios, El te amará a tí. ¿En qué manera le mostramos que le amamos? Por hacer lo que El nos pide.
En este asunto de ser administradores y del diezmo, te digo que debes traer tus diezmos a la casa de Dios fielmente, todo el tiempo, poco o mucho, no importa cuánto sea, tráelo a Dios. Hazlo. El dijo, “si me amas, yo te amaré”. Tu amor por El es demostrado por hacer lo que El te manda. Su demostración de amor es cuando te dice, “yo abriré las ventanas de los cielos y derramaré bendición hasta que sobreabunde.” Dios ha escogido el diezmo como la forma de mantener Su obra. Esto no es algo que enseñas una vez al año. Debes ilustrarlo. Debes mencionarlo en cada sermón. Les debes decir,“en tu relación con Dios, si amas a Dios, entonces le darás a Dios lo que es de El. Dios va a recompensarte fielmente por tu amor a El. El va a multiplicar la semilla que tú siembras. El te dio lo que tú tienes, ahora siembra en Su Reino; el va a multiplicarlo.” Entonces dales la oportunidad de dar eso, y vas a ver que las bendiciones de Dios estarán sobre ellos, y aprenderán a extender su fe a otras áreas de sus vidas.
Para concluir: El diezmo existió antes de la ley, le pertenece a Dios, es santo, debe ser entregado en tu iglesia. El te va a bendecir si lo das y te va a maldecir si no lo das.