Lección 3.- El Hombre Celestial Y La Vida Eterna
En Juan 1: 4 dice, “En él (esto es Jesús), estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.
Juan 5: 26 dice, “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo”. Estas palabras revelan que el Padre ha dado a Jesús ambas cosas, tener vida en sí mismo y la habilidad de dar esa vida a quien El desee. Estas declaraciones nos llevan al pasado eterno. Aquí, estas declaraciones se relacionan con la redención, pero el asunto de dar vida no comienza aquí; en una forma figurativa, antes que hubiera alguna caída, el pensamiento de Dios era vida eterna. La caída cortó al hombre del árbol de vida; el fue cortado por esta razon: “…ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre” (Génesis 3: 22). La vida eterna estaba, en el principio, en el pensamiento de Dios, pero esta vida era para un cierto tipo de hombre. En la caída, Adán cesó de ser el tipo de hombre en el cual la vida pudiera morar; él llegó a ser un tipo completamente diferente en la caída. No fue simplemente un error que él cometió o que tomó un camino equivocado y que tuviera que recibir perdón: el vino a ser un género completamente diferente. Dios lo sacó del huerto que es símbolo de Su presencia, y puso una espada encendida y un querubín en la entrada que decía: “tu género nunca puede volver a mi presencia” (parafraseando). Entonces, el hombre en la caída se convirtió en una criatura diferente y la vida eterna no podía permanecer en él; sin embargo, la vida eterna después de la caída fue mantenida en el Hijo. Al final del Apocalipsis, el árbol de vida es visto otra vez: Cristo es el árbol de vida, Cristo es el depósito de la vida. Cristo viene en estos últimos días en forma de hombre como el postrer Adán, como el género de hombre en quien esa vida puede estar. Esta es una verdad que debe gobernar nuestra prédica, si no, llenaremos la Iglesia con cizaña, y a aquellos que no son renacidos les permitiremos agregar Jesús a lo que sea que ellos son. El no debe ser agregado: “Si algún hombre está en Cristo nueva criatura es”.
Cristo fue el primogénito de una nueva raza cuando El nació de la virgen, pero El dijo de sí mismo, que era el primogénito de muchos hermanos. Es a través de la unión con Cristo, por la redención, que la vida que está en Jesús, la vida eterna, es depositada en el creyente; esta vida no viene aparte de Cristo, sino a través de Cristo en el creyente. Tú no puedes tener la vida sin Cristo, pues esta vida, dice el apóstol Pablo, “está en el Hijo”, entonces sólo si tenemos al Hijo, tenemos la vida.
Lo que la Biblia dice refiriéndose a El, es que El es la piedra del ángulo, pero también El es la piedra de tropiezo. Hoy en día tú puedes orar en público, está muy bien, pero no uses el nombre de Jesús. Hay todo tipo de religión, como Musulmán, Budismo, Islamismo, Hinduismo; éstas son sólo religiones que no tienen vida, porque esta vida, después de la caída fue mantenida en el Hijo, y tú no puedes tener esta vida fuera del Hijo, y esto es la causa del odio hacia Cristo. “Tú puedes orar a Dios pero no menciones el nombre de Jesús”, dicen los políticos. Pero tú no puedes llegar a Dios sin ese Nombre. La redención entonces está relacionada al propósito eterno. La palabra “redención” implica un “traer de regreso”. ¿A dónde debemos ser traídos de regreso? ¿a qué lugar? Algo en el tiempo se ha perdido, ha perdido su posición original, y ese algo debe ser restaurado. Lo que estamos diciendo es que, antes de la caída, antes de la creación, estaba este propósito eterno, y ese propósito era la intención de Dios de proyectarse a sí mismo universalmente en el hombre, a través de su Hijo. Entonces a través del Hijo, Dios creó todas las cosas; la Biblia dice: “…todo fue creado por medio de él y para él”. Y Dios entonces fue expresado a través de todas las cosas creadas en términos del Hijo; esa es la razón por la cual Dios dijo que todo lo que hizo era bueno. Pero lo único que El dijo que fue bueno en el Nuevo Testamento, fue su Hijo: “Este es mi Hijo amado …”. Dios creó todo por su Hijo, entonces todo en el principio se relacionaba y proyectaba al Hijo, y Dios dijo que todas las cosas eran buenas. En relación a eso de acuerdo a Efesios 1: 5, “habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos…”.
Una lectura cuidadosa de la palabra de Dios, mostrará a Adán en la condición de niño en vez de hijo. Esto es, un niño bajo prueba y libertad vigilada; él fracasó bajo la prueba, y nunca llegó a la madurez. Dios nunca planeó eso; siendo quien es, El lo sabía, pero Dios nunca planeó la caída. Si tú crees esto, haces a Dios responsable por el pecado, pero Dios nunca planeó eso. Pero en esta caída, Adán se descalificó a sí mismo de estar en el lugar que Dios había planeado. Estamos familiarizados con la enseñanza del Nuevo Testamento sobre hijos y niños. Adán estaba en la infancia del pensamiento de Dios y de la intención de Dios; a través de él, el universo debía ser llenado con el conocimiento de Dios. Si Adán no hubiera caído, entonces el propósito eterno aún hubiera podido ser realizado, porque está establecido eternamente en el Hijo. Como el hombre está incluído en este plan, Adán estaba incluído; el fracasó, y con él toda la raza fracasó; en Adán todos murieron. Con la caída, un plan de redención debía ser establecido para poner al hombre de vuelta a la línea recta del propósito de Dios.
Como podemos ver, a través de los siglos el plan de Dios siempre ha sido una línea recta. La caída nunca estuvo en el plan de Dios, pero la redención fue establecida para hacer un puente en esa brecha creada por la caída, para que por la redención, el hombre pudiera regresar a la vía de conformidad a Cristo. Adán, el primer Adán, fracasó en la prueba, por lo tanto, se descalificó a sí mismo de este propósito. El Hijo de Dios como Redentor es sólo una de las expresiones del Hijo, y aunque era tan llena de gloria, y tan central en el tema de los redimidos, había venido a ser una dolorosa necesidad indispensable en el tiempo. La redención habla de quebranto divino, de sufrimiento de Dios. Algo se había perdido y debía ser redimido. Hemos oido del tesoro perdido, ¿y qué es esto? Jesús habló acerca de esto. Nosotros siempre vemos a Cristo como el salvavidas, en términos de redención, como el Redentor: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19: 10). Actualmente, en nuestras prédicas sobre este versículo, hablamos de ovejas perdidas, individuos perdidos; aunque esto es verdad, tenemos que ser mucho más comprensivos para interpretar esta Escritura: Dios había perdido algo, y el Hijo del Hombre tenía que recuperarlo. ¿Qué había perdido Dios? Mira esto: “…el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo” (Mateo 13: 44). ¿Qué es el tesoro ? ¿Qué es el campo ? Bueno, yo te puedo decir que el campo es el mundo, y el tesoro es la Iglesia.
A pesar de que la Iglesia literalmente nació en el día de Pentecostés hace 2,000 años, siempre estuvo en el preconocimiento de Dios; siempre estuvo en el preconocimiento de Dios una Iglesia, y este propósito de Dios se perdió en la caída, porque esa Iglesia incluye aquellos que son hijos de Dios. Jesús pagó los máximos derechos para la creación completa, para poder tener la Iglesia que estaba en ella. Entendamos que Cristo adquirió los derechos universales de redención para recuperar ese tesoro, la Iglesia. Cuando esto realmente nos toque, va a quitar todo humanismo de nuestro pensamiento. No testificamos sólo para salvar a este pobre pecador perdido; éste merece ir al infierno, el pecó. Pero Cristo lo compró.
Dios le dice a El en Salmos 2: 8, “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra”. “Pedir” significa, que tenía que morir. El pagó los máximos derechos para todo ello; ese tesoro que es la Iglesia está perdido y debemos recuperarlo. Pero tú te preguntarás: ¿qué es la Iglesia? Yo puedo decírtelo: la Iglesia es ese “Nuevo Hombre”, la plenitud de la medida de la estatura de Cristo; la Iglesia es la expresión de Cristo en forma corporal, la herencia de Dios en los santos. La Iglesia no es lo único, pero es lo central en la redención. La Iglesia es tan preciosa para Cristo, que lo hizo a El pagar el precio de TODO el universo para poder tenerla. Pablo dijo que Cristo amó a la Iglesia tanto que se dio a sí mismo por ella; aquí vemos el amor de Cristo por su Iglesia.
La Iglesia es el punto central de la redención, porque la Iglesia es aquello que vendrá a ser la imagen perfecta de Cristo. Este cuerpo con muchos miembros, del cual tú y yo somos parte, está llegando a la perfecta imagen de Cristo, y llenará todas las cosas. Llegará un día, cuando este universo será lleno de Cristo; todo el resto estará en el infierno, todo el resto será secundario. ¡Todo el resto será secundario! Habrá un reflejo de Cristo a través de la Iglesia. ¡Su luz caerá sobre todo el resto! Al edificar la Iglesia, aún sigue el mandamiento: “Mirad que lo hagáis conforme al diseño”.
Estamos representando a Cristo; esta Iglesia es Cristo. Cuando empezamos a permitir que nuestra carne, nuestros agregados y nuestros programas tomen nuestra preeminencia aquí, entonces estamos maldiciendo aquello que Dios quería bendecir; estamos entonces trayendo oprobio. Cuando nosotros permitimos (y mostraremos esto bien claro en estas lecciones), que la carne en cualquier forma opere en la Iglesia , ya sea un ujier en el pasadizo, un cantante en el coro, un profesor en la escuela dominical, un anciano o un diácono, estamos dando al diablo derechos sobre aquello que Cristo compró con Su propia sangre, y el diablo toma esto como adoración. La voluntad de Dios es un lugar de adoración y de gloria sin rival en este universo; esto es lo que Dios busca, y El lo halló en Jesucristo. Jesús vino y recuperó esto en sí mismo, y luego se presentó a sí mismo al Padre con todos los derechos de este universo que pertenecen a Dios en sí mismo, y ahora, El reproduce esto en el carácter de la Iglesia a través del creyente. Todo el resto de este universo tomará su carácter de lo que El es en la Iglesia. La Iglesia estará en el centro, “Y las naciones que hubieren sido salvadas andarán a la luz de ella” (Apocalipsis 21: 24). “El reino de los cielos es semejante a…”. Ahora, lo que esto significa es que todo el sistema celestial está enfocado sobre la Iglesia.
La historia no tiene ningún significado fuera de la Iglesia. ¿Por qué es así? porque la Iglesia es el hombre celestial en Cristo. El Señor Jesús en persona como hombre celestial, encuentra a todo el universo interesado en El, y todo el resto toma su reflejo de la Iglesia. Anteriormente, hemos hecho la declaración que, cuando la Iglesia no está bien, nada puede estar bien fuera de ella. Cuando tú ves la maldad del mundo hoy día, sólo es un reflejo de la maldad que está en la Iglesia. Todo el universo está interesado en este Cristo y en la Iglesia; en Su nacimiento, los cielos y el infierno, ambos estaban activos: los ángeles cantaban, y Herodes asesinaba. En Su muerte, el sol se ocultó, la tierra tembló, las tinieblas cubrieron la tierra. Por esta causa el Reino de los cielos está interesado en este tesoro en el campo.
En esta luz (y es imperativo que podamos entender esto), podemos ver la Redención como algo mucho más allá que simplemente ser salvos e ir al cielo. El principio vital en la Redención tiene que ser implantado. La Redención no es algo objetivo, algo hecho para nosotros; es eso, pero no sólo eso. La Redención abarca un principio vital que debe ser implantado en el creyente; este principio vital es vida eterna. Debemos predicarla y proclamarla. No debemos permitir entrar a la Iglesia aquello que no ha nacido de nuevo; la Iglesia está llena de cizaña simplemente porque hemos permitido a los hombres agregar Jesús a lo que ellos eran. La Redención en sí misma y ese principio de vida eterna, es expresado en el traernos de regreso al lugar donde Dios pueda hacer de nosotros lo que El encontró imposible hacer con el primer Adán : dar vida eterna. ¡Oh, qué mensaje tenemos!, y ¡qué verdad experimentamos! Con razón El dijo, “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es…”, y también que si un hombre nace de Dios, él tiene este testimonio dentro de sí mismo. El no necesita algún obrero en el altar tratando de convencerlo de que él es salvo; si él es nacido de Dios, él sabrá que él es nacido del Espíritu de Dios. Y cuando venimos a la Redención, todos los siglos del mundo son borrados, en lo que a tiempo se refiere. ¿Alguna vez este pensamiento ha tomado tu mente? Todos los siglos son borrados en lo que a tiempo se refiere, y nos encontramos a nosotros mismos creados como seres eternos, unidos con el Dios sin tiempo. Yo no voy a ser espiritual en la eternidad; cuando yo nací de Dios yo vine ya a ser esto. Yo nací de arriba, y yo soy ahora, exactamente ahora, un ser celestial. Yo no soy lo que yo fui, ni soy lo que yo seré. Yo soy un ser del Espíritu, en camino a ser hecho conforme a la imagen de Jesucristo.
La Redención es progresiva en el creyente por el principio de vida. En Cristo, la Redención es perfecta. Cuando el principio vital de la Redención (vida eterna), es introducida a nosotros por la fe, aquello que es perfeccionado en Cristo como la Redención, luego viene a ser progresiva en nosotros como el principio de vida. Como vemos, Cristo es la santificación, Cristo es vida; El no simplemente tiene vida, El es vida eterna. Y cuando El entra en mi, entonces la vida eterna también entra como un aspecto progresivo, y esto es el ser conformado a El, esta vida eterna desplazando a la vida vieja. Cuando empezamos a entender, el gozo de la Redención completa de la vida, aumenta en nosotros. Esto será hecho verdad en el espíritu, mente y cuerpo; vamos a ser hechos como ese cuerpo glorioso. Esto será realizado por el trabajo progresivo de la vida eterna en nostros que hemos nacido de Dios.
Hay una doble ley en esta vida, es decir esta vida de Redención opera en nosotros en dos maneras: primeramente, esta vida opera para quitar nuestra vida natural como fundamento de nuestra relación con Dios. Muchos hacen de su propia vida natural, energía, recursos, entusiasmos y todas estas cosas, la base de su relación con el Señor, tanto en la vida como en el servicio; esto es una señal de inmadurez. A lo largo de toda esta vida tenemos que aprender lo que es de nosotros y lo que es de Dios. Y podemos ver que, a medida que crecemos, a medida que nos ejercitamos en estos sentidos espirituales por la fe, entonces nosotros obtenemos una mayor comprensión de lo que es de Dios y lo que no lo es. En Hebreos 5: 14 dice, “pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”. Como podemos ver, no se necesita discernimiento espiritual para discernir que el adulterio está mal, o que la borrachera está mal, que maldecir está mal, que mentir está mal; no estamos hablando de esto, sino de ser capaces de discernir el bien y el mal, esto es, discernir entre lo que es de Dios y lo que no es. Esa es la primera ley que aprendemos a vivir por esta vida.
La segunda ley de esta vida es que, después de quitar la vida vieja, empezamos aún en el sentido físico a vivir de acuerdo a la nueva. Esta vida nos está redimiendo en todo tiempo; somos salvos y estamos siendo salvos. La Redención completa será manifestada cuando Cristo aparezca, y al verle seremos como El. Esta ley de vida y de poder es progresiva. A medida que el Espíritu Santo trata con nosotros, cada aspecto de ello, cada toque y cada visitación trae esta ley de poder, y con el poder viene la posibilidad de avanzar. Esto es verdad a lo largo de todo el camino desde el momento de la convicción de pecado, hasta que despertemos a Su semejanza. Cuando El viene por primera vez, El viene con convicción, esto es, para convencernos que somos pecadores; no para condenarnos, no para maldecirnos, pero sí para convencernos que estamos perdidos. No importa cuán buenos pensemos que somos, estamos perdidos. El trae la Sangre, y con esa convicción El trae el poder para arrepentirse. La Biblia dice que ningún hombre puede venir al Hijo a menos que el Padre lo atraiga; de otra forma El no puede venir; entonces, cuando viene la convicción, viene este poder para arrepentirse. Tú no estás obligado a arrepentirte, tú puedes seguir perdido. Pero si tú te arrepientes, con el arrepentimiento viene el poder para creer.
“Por gracia sois salvos, por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. No es un asunto de fe; este no es tu problema. Si tú verdaderamente te arrepientes, entonces el poder de creer vendrá, la gracia de la fe vendrá. Y cuando tú te has arrepentido, si ejercitas el poder para creer que viene, entonces vendrá el poder explosivo de una nueva creación. Esta es la progresividad de esta vida. Con la nueva creación viene la posibilidad de ser llenos del Espíritu Santo; como El dijo: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”. Entonces llegamos a ser guiados por el Espíritu y el poder sólo está en nuestra habilidad de ser guiados por El. Y a medida que somos guiados por el Espíritu, el camino siempre es hacia la imagen de Jesucristo. “Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El, porque le veremos tal como El es”. David dijo en el Antiguo Testamento, “No estaré satisfecho hasta que despierte a tu semejanza”. Pablo dijo: “Mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria, en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3: 18). El énfasis está en el pequeño verbo “contemplar”; por lo tanto, es imperativo que veamos a esta Persona de Cristo. Y a medida que le contemplemos verdaderamente en el Espíritu, entonces seremos cambiados a esta imagen de fe en fe y de gloria en gloria. Ya no soy yo luchando para ser como El; esta progresividad de vida me transforma a esa imagen.