Lección 1.- La Persona De Jesús
Queremos presentar a esta persona, que es el tema de toda la Biblia, de tal forma que tu sentir vaya a estar cautivado en ello.
La Biblia dice, “La fe viene por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios”. Sabemos que cualquier cosa que no sea de la Fe, es pecado. Pero a medida que vemos a Cristo en Su grandeza, nuestra fe aumentará, y sabremos que podemos poner nuestras vidas en lo que El es. En Juan 8: 46 dice, “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?”. Esta es una verdad mas allá de la capacidad del ser humano.
Vamos a considerar ahora algunos aspectos acerca de Jesucristo que, yo creo, producirán una fe en tu corazón para moverte más allá de donde has estado. Al empezar a conocer al Cristo con el cual estamos tratando en esta serie, de cierto va a producir una fe en nosotros que va a crear un denuedo para proclamarlo a El como el Unico, el Todo. Antes de ver estos aspectos, debemos preguntarnos, ¿quién ha hecho este desafío a sus enemigos alguna vez,? “¿quién de vosotros me redarguye de pecado?”. Este es el desafío del Señor Jesús, y no podemos decir ni por un minuto que El era presumido, ni que El exageró, o que El no se conocía a sí mismo enteramente; El enseñó más acerca de sí mismo que acerca de cualquiera. El no era presumido, sino que simplemente estaba estableciendo un hecho. Estas palabras eran palabras del hombre cuya sincera conciencia fue revelada en la declaración: “Yo y el Padre uno somos”. (Juan 10: 30).
Era como si el Señor estuviera diciendo: “Yo no sé lo que es sentir culpabilidad, yo no tengo conocimiento de ninguna acusación en mi conciencia, no tengo nada que lamentar, no hay ninguna palabra de la que yo tenga que retractarme, no hay ninguna persona a la cual tenga que pedir perdón, o con la cual tenga que disculparme”. No podemos apreciar esas afirmaciones, porque nadie tiene una experiencia similar, ni tampoco hemos conocido una persona que tenga tal experiencia. Muchos de nosotros somos tan superficiales que aceptamos al pecado como inevitable y excusable.
Necesitamos que el Espíritu Santo nos convenza que en la persona de Jesús hay un hombre que puede afirmar estar sin pecado. Aquello era suficiente para hacer que los hombres pecaminosos lo llevaran a la cruz, tan sólo esto. El mundo no puede tolerar a tal hombre; si El estuviera acá hoy en día, el mundo lo rechazaría. La suya era una pureza transparente confirmada por los cielos.
Consideremos una vez más la verdad; el objetivo final de Dios es hacernos conforme a la imagen de Cristo. Somos nuevas criaturas. El fue el primogénito de toda una nueva raza. No estamos tratando con El como Dios, estamos tratando con El ahora, como la persona, Jesucristo, aquel que vino a través de una virgen y fue el Primogénito de una nueva creación. Todos nosotros aceptamos el hecho que, como Dios, no hubo pecado en El, pero aquí está, Jesucristo Hombre, haciendo esta declaración en Juan 8: 46, y tú y yo reconocemos que cuando se habla de hacernos conforme a la imagen de Cristo, se refiere a la reproducción del carácter moral de Jesucristo. Su declaración de no tener pecado, fue lo que trajo sobre El, el odio de los hombres. Cuando Jesús es reproducido en nosotros de tal forma que los hombres una vez más vean a Cristo, te aseguro que ese odio va a estar ahí otra vez.
Jesús pudo pararse en la misma presencia de Dios y declarar ser sin mancha. Esta conciencia era parte del misterio de la piedad, porque El fue el Verbo que se hizo carne. Piensa acerca de esto: El no solamente se vistió de carne, El vino a ser carne, El vino a ser un hombre íntegro y real. Y tú y yo debemos saber que esas palabras de Jesús, hablando de sí mismo en Juan 8: 46, se refieren a Jesucristo hombre; ese hombre glorificado a la diestra del Padre era Dios, 100% Dios, pero era Hombre. Y en El, nosotros podemos ver el tipo de hombre que Dios quiere que todos seamos.
En Juan 12: 49-50, estamos tratando con El, tal como El es presentado en la Biblia, como Jesucristo hombre. “Por que yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, El me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho” (Juan 12: 49-50). Las palabras de Jesús eran simples, pero con una profundidad infinita. No había nada dramático acerca de El; Debemos notar esto. El nunca se comportó como un actor o un orador; El nunca utilizó un tipo especial de vestiduras para distinguirse del resto; El no condujo Su hablar con gestos o fruncidos. Jesús nunca utilizó palabras difíciles, sin embargo El dijo más de lo que cualquier otro hombre pudo haber dicho. En Juan, capítulo 6, El dijo que Sus palabras eran espíritu y eran vida. La gente común lo oía con alegría. El nunca trató de impresionar con oratoria o con poesía, sin embargo sus palabras eran y son tan hermosas, que no nos cansamos de oirlas. Sin una posición oficial, El habló con una autoridad que nadie, ni antes ni después de El haya poseído. Continuamente hablaba de sí mismo, sin embargo en ninguna forma tú podrías decir que El se ocupaba de sí mismo. El podía afirmar, “Yo soy el pan de vida”, “Yo soy la luz del mundo”, “Yo soy la verdad”. Cuando El hablaba sobre la vida, era “la Vida” hablando, y aun así, era un hombre hablando.
Siempre debemos tener esto en mente, porque solamente a medida que contemplemos a Cristo en el Espíritu, vamos a ser hechos conforme a la imagen de Cristo; no podemos ser cambiados más allá de nuestra visión de El. Entonces es imperativo que sepamos que cuando El está hablando, lo que El está diciendo, y la autoridad con que lo dice, lo está diciendo como un hombre. El dijo: “Las palabras que hablo no son mías sino del Padre”. Y por esta razón, ninguna palabra puede ser agregada o quitada a lo que dijo Jesús. El suyo no fue un intento de decir algo correcto, o algo que quizás podría indicar a alguien la dirección correcta, sino que El hablaba las palabras de vida en lenguaje humano: “Os digo…”. Sus palabras eran de Dios, sus palabras eran la respuesta a todo problema humano; en Cristo, del cual estamos hablando, está la respuesta a todo; El no necesita ayuda. El es lo que El dice que es; nuestra fe puede arraigarse en esto. Debemos reconocer en medio de todo lo que hemos estado enseñando y vamos a enseñar aún, que toda la obra de Dios con nosotros es hacernos conforme a esa imagen. Cuando El ve la nueva creación, a nosotros la Iglesia, cuando El nos ve colectivamente, e individualmente, Dios no ve otra cosa fuera de Cristo. Y toda Su obra es despojarnos de todo lo que no sea Cristo. De esta manera, a medida que conocemos a Cristo y El quita todo lo que no es de Cristo, entonces estamos siendo hechos conforme a la imagen de este Cristo. Y es la naturaleza de esta experiencia, que a medida que nos movemos hacia esto, acumulamos poder de Dios.
Es a El a quien ha sido dado todo el poder. Y debemos entender dónde estaba El cuando dijo esto. Cuando El se apareció a Sus discípulos después de Su resurrección, les había dado instrucciones, y les estaba hablando por última vez porque El iba a volver a los cielos; y aquí en Mateo 28, El les está hablando ahora como un hombre glorificado. Todo poder le fue dado a El como ese hombre glorificado; eso simplemente dice que, a medida que nos movemos a ese lugar en donde somos hechos conforme a Su imagen, entonces el poder se acumula en esta experiencia cristiana, a lo largo del el nuevo nacimiento hasta nuestra glorificación. Esta es la obra de Dios en nosotros; por consiguiente, es imperativo que nosotros conozcamos a la persona de Jesucristo.
En Juan 5: 19 y 30, vemos las obras de Jesús, las obras de este hombre, Cristo Jesús. Dice: “Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”.
Vimos las palabras de Jesús, ahora vemos las obras de Jesús. En Juan 14: 31 dice, “Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos de aquí”. Hechos 10: 38 dice acerca de El, que “…éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo…”. Ahora, en esta pequeña oración, Su vida entre los hombres es resumida en que El hizo bienes y sólo bienes; El nunca agravió a una persona por palabra o por hecho. Esto no quiere decir que El era suave, no quiere decir que El era una persona inofensiva que se acomodaba a lo que le rodeaba: El era completamente verdad como también amoroso; El anduvo haciendo bienes, pero El no era un simple consejero o asistente social. El no era comparativamente bueno, El era absolutamente bueno. “Las obras no son mías sino de mi Padre”. El nunca se apuró, desesperándose de una tarea a otra; El siempre estaba en reposo. Sin embargo El era un hombre que hacía bienes; por lo tanto, necesitaba pasar noches en oración, dependiendo completamente del Padre.
¡Si tú y yo pudiéramos entender esto! Como ves, el propósito de Dios en hacernos conforme a El, es para que vivamos, actuemos y obremos como El. Necesitamos llegar a esto. Su sometimiento a su Padre fue uno de los grandes secretos principales de la Biblia: “Yo no hago nada sino lo que veo hacer al Padre”. El permitió al Padre controlar totalmente Su vida. La Biblia dice que El anduvo haciendo bienes. Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, esa es la clave, y El anduvo haciendo bienes. Eso simplemente significa que El era un hombre, siempre, total y absolutamente bajo el señorío del Padre por el Espíritu Santo. El se movió, vivió, anduvo en el Espíritu de Dios; El nunca hizo nada independientemente del Padre. Por consiguiente, Su sometimiento al Padre lo puso en una posición en la cual los demonios y las tinieblas estaban sometidas a El.
Este es un ejemplo: Pedro nos dijo que sigamos sus pisadas, llenos del Espíritu Santo, llegando a ser absolutamente subordinados a Cristo. Cuando El sea el Señor absoluto, entonces veremos que las tinieblas se sujetan a nosotros. Sus obras eran maravillosas, sin embargo El las hacía de tal manera que formaban una parte natural de Su vida. El no luchaba para hacer el bien; eso era lo que El era. Dios no está buscando una imitación de Cristo en la Iglesia de hoy, sino un pueblo, un pueblo como tú y yo, tan conformados a Su imagen, que podamos decir con el apóstol Pablo: “Para mí el vivir es Cristo”. El no tenía que estimularse a un nivel especial.
Cuando los 5,000 necesitaban alimento, El no llamó a un concilio; El nunca tuvo que tener una reunión de comité para ver qué tipo de programa podría llevarse a cabo, El se movía en el Espíritu de Dios. El hacía sólo lo que veía hacer a su Padre. Es natural que en las familias donde hay hijos mayores, cuando el padre se va por uno o dos días, el hijo mayor sea el responsable de la familia. Así fue conmigo; yo era el hijo mayor, y cuando mi padre se iba (yo conocía bien a mi padre), él me decía que yo iba a estar a cargo de todo. Cuando cualquier cosa sucedía, no me preocupaba, porque siempre sabía lo que mi padre haría en tal situación.
Cuando llegué a ser cristiano me di cuenta que Dios era mi Padre. Entonces entendí que a través de la Palabra de Dios, yo siempre podía saber lo que mi Padre haría y si siempre actuaba conforme a ello, siempre funcionaría, siempre haría lo correcto. Es necesario que sepas esto, pues ese fue el secreto de la vida y el poder de Jesucristo; El sólo hacía lo que veía al Padre hacer. El conocía al Padre, y El sabía exactamente lo que el Padre haría en cada situación, por lo tanto, siempre le funcionaba. Ser hechos conforme a Cristo abarca eso: que tú y yo vivamos y andemos tanto con Dios que sepamos en todo momento lo que el Padre haría, y que nunca actuemos independientemente; todo depende de las elecciones que tomamos.
Cuando Jesús pasó la tentación en el desierto, el diablo sólo estaba tratando de hacer que El actúe independientemente del Padre; si él pudiera lograrlo, como lo hizo con el primer Adán, entonces todo estaría perdido por segunda vez, pero Jesús rehusó actuar independientemente del Padre. Cuando El fue bautizado por Juan, sumergiéndose en la tumba de agua, la tumba de bautizo, El estaba diciendo, “yo nunca voy a actuar por mi propia voluntad. Yo solamente voy a hacer lo que el Padre me diga”. El vivió Su vida total y completamente de esta forma. Esa es la razón por la que la enfermedad se iba cuando El la tocaba y los demonios salían cuando El hablaba. Esto es lo que Dios quiere hacer con nosotros, que tú y yo andemos tanto con Dios y conozcamos tanto a Dios, que no hagamos nada sino lo que sabemos que El haría; Jesús nunca se movió fuera de eso. La tentación del diablo era llevarlo a un lugar de independencia del Padre. Cuando la tentación venga, ya sea a través de lujuria o codicia, la elección es, ¿voy a permanecer en mí mismo, o voy a permanecer en Dios? Y si elegimos permanecer en Dios, para que seamos hechos más y más conforme a esa imagen donde ese carácter, disposición, y obediencia de Cristo es vivida a través de nosotros, descubriremos que podemos hacer las obras de Dios.
Jesús, levantaba a los muertos con una palabra. Así como nadie hablaba como El, nadie actuaba como El. El nunca tuvo que decirse a sí mismo que era importante creer; su relación con el Padre era tan íntima, que ellos actuaban juntos. Nosotros no somos tan impactados por esto, porque somos demasiado diferentes; nuestro servicio consiste en esfuerzos propios que esperamos van a lograr algo, pero si fallan, intentamos otra cosa. Esa nunca fue la forma del actuar de Cristo. Y si nosotros le permitimos hacer Su voluntad en nuestra vida, de tal forma que podamos decir con el apóstol Pablo, “Para mí el vivir es Cristo…”, descubriremos que no es un asunto de estimular algo artificialmente; no vamos a tener que forzar a la gente a caerse al piso, no vamos a tener que luchar y sudar, y no tendremos que pelear con gente poseída por demonios: vamos a hablar las palabras de Dios y todo va a funcionar.
Jesús nunca empezó una obra para luego decir que se equivocó. Hoy en día, se hace mucho en el llamado humanismo, y sin embargo, el género de la raza caída cada vez es más inhumano. El Señor Jesús es el único hombre verdadero; todo lo cabal del hombre está en El, en el Señor Jesucristo. El es el único hombre verdadero, el Primogénito de una nueva creación. Cuando yo nazco de nuevo, entonces soy un miembro de la misma raza;. El es la cabeza, yo soy un miembro. El dijo, “…para traer muchos hijos a la gloria”. Ese es todo el asunto con El: yo, en el nuevo nacimiento, vine a ser igual que El como hombre. Es el desarrollo de esta nueva creación lo que nos hace conforme a Cristo, la transición de una vida a otra. Lo vemos en Sus palabras y en Sus hechos, y despues en Su muerte voluntaria; en Juan 10: 8-18 dice, “Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”.
¡Este hombre fue ejecutado! entonces como ahora, el grito fue: “¡Fuera con éste!”. Ningún hombre, sin embargo, tomó Su vida; El la dio de sí mismo. Debemos recordar, sin embargo, que El no era un superhombre, sino un hombre tal como tú y yo que hemos nacido del Espíritu de Dios. A pesar que El dio Su vida voluntariamente, esto no le alivió Su agonía; El sufrió. Su apariencia fue tan desfigurada que El era irreconocible. Pasó mucha agonía, pero lo hizo de Su propio amor por la humanidad perdida y por el propósito de Dios que El vino a restaurar. Su muerte no fue un evento histórico aislado forzado sobre El, sino que todo estaba en el plan eterno de redención. “Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15: 3).
Vemos acerca de Su resurrección en Hechos 2: 24 en el mensaje del apóstol Pedro: “al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella”. Era imposible que la muerte lo retuviera, porque la muerte es resultado del pecado y El no conoció pecado. El oró por Sus enemigos, “Padre, perdónalos”; El nunca dijo “Padre, perdóname”. En el momento de Su muerte, El no tenía sentido del pecado, aun en la cruz, porque El no tenía faltas. Era imposible que el pecado y Su consecuencia lo retuvieran. ¿Quién es esta persona de la cual estamos hablando? Es aquel a cuya imagen debemos ser conformados. ¿Quién es este Jesús? El nació de una mujer, Su nacimiento fue como el nacimiento de cualquier otro humano; El nació en circunstancias muy pobres, y al mismo tiempo El venía de Dios. Ningún hombre puede entender intelectualmente el hecho que El fue concebido por el Espíritu Santo, sin embargo, si tú crees en el nuevo nacimiento, tú sabes que eso es exactamente lo que nos sucedió a tí y a mí.
El es llamado Jesucristo hombre (1 Timoteo 2: 5). El era 100% hombre y 100% Dios. El es el misterio de Dios. Nadie es capaz de entenderlo. “…nadie conoce quien es el Hijo sino el Padre…” (Lucas 10: 22). El Señor Jesús es un hombre, sin embargo El es el Hijo de Dios. Estas dos cosas parecen incompatibles, pero Juan las une con esta declaración: “…el verbo fue hecho carne…” (Juan 1: 14). Debemos evitar la idea equivocada que el verbo simplemente se vistió de carne, como si sólo fuera el cuerpo; El era humano e interiormente era divino. Jesús era total y completamente un ser humano verdadero como nosotros lo somos; El se desarrolló como los seres humanos ordinarios: El era tan indefenso como un niño, María lo amamantaba. María le cambiaba los pañales, la Escritura dice que El crecía y aprendía, crecía en sabiduría, vivió la adolescencia, era un carpintero, sabía lo que era tener hambre, sed, y estar cansado. Cuando El fue “tentado en todas las cosas”, éstas eran tentaciones reales. El no sólo las imaginó, El sintió lo mismo que tú sientes. El era el Hijo de Dios, y así se describía a sí mismo, pero El también era el hijo de María, y tenía un nombre humano: Jesús. El se llamó a sí mismo el “Hijo del hombre”, que significa que El aceptó la incapacidad total del hombre.
Eso es lo que Dios quiso decir cuando El se dirigió a Ezequiel como “Hijo de hombre”. Al mismo tiempo, describe el destino verdadero del hombre, porque leemos en Daniel que un día todos los reinos del mundo estarán sujetos a uno quien es como el Hijo del Hombre; El Hijo del hombre es Jesús, el hombre que nos llama hermanos. Su nombre era un nombre común, pero sólo El le da a ese nombre el significado de “el que salva del pecado”. En Mateo 1: 21 dice, “y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESUS, porque El salvará a su pueblo de sus pecados”. Por nuestra parte debemos tener cuidado de darle Sus títulos: “Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2: 36). Los discípulos nunca lo llamaron Jesús y aquellos que llegaron a conocerlo estaban muy contentos de llamarlo Señor. No es posible explicar quién es Jesús: “…en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2: 9).
Este es aquel a quien Dios ha determinado hacerte a Su imagen. Es en este Jesús en el cual Dios tiene Su complacencia especial, y quien llenará este universo en los siglos venideros.