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Lección 3.- El Camino De La Cruz

Lección 3.- El Camino De La Cruz

 

Hemos estado mencionando aquellas cosas que son una absoluta necesidad, y nada que hablemos en estos capítulos es más importante que la Cruz. Este tema, El Camino de la Cruz, es una de las mas grandes y verdaderas revelaciones que pueden venir a tu corazón. Es una verdad que una vasta mayoría de la Iglesia no ha visto, y es una de las principales razones por la que ella está tan anémica y no puede levantarse y aceptar el desafío de Dios.

En 2 Corintios 2: 4 dice: “Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que supieseis cuán grande es el amor que os tengo”.

En 2 Corintios 2: 5-11 vemos que, “Pero si alguno me ha causado tristeza, no me la ha causado a mí solo, sino en cierto modo (por no exagerar) a todos vosotros. Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos; así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él. Porque también para este fin os escribí, para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo. Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones”.

En Juan 12: 24 dice, “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”.

Y en Gálatas 2: 20, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.

Hay una gran diferencia entre la obra de la cruz y el camino de la cruz. Primero que todo, la obra de la cruz enfatiza lo que el hombre recibe. Pero el camino de la cruz enfatiza lo que el Padre recibe a través de Sus hijos que han sido engendrados por esa cruz. Los dos aspectos no son necesariamente diferentes en experiencia, pero cada uno debe tener su obra particular en la vida del creyente que intenta vivir para Dios. Cuando la cruz deja de ser algo externo y se convierte en algo operativo dentro del creyente, hemos entrado entonces al camino de la Cruz. En lugar de su énfasis en recibir, debe estar en que el Padre realice Su propósito final en la cruz. Cuando esto sea una revelación en el corazón, será evidente que esta fase ha sido casi pasada por alto, y además, una vez que la veamos, sabremos que la causa principal de nuestra frustración está ahí.

El escritor del libro de Hebreos debió haber tenido esto en mente cuando escribió, “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante…” (Hebreos 6: 1). Pablo insiste que este camino de la cruz es la razón evidente por la que su propio ministerio es fructífero y efectivo.

En 2 Corintios 4: 11 “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. Esto debe sonar raro para las personas que siempre buscan recibir, y aún no han entendido lo que Dios puede recibir a través de nuestras vidas. La mayoría de los cristianos no pueden apreciar o comprender el propósito de Pablo en la vida. No han considerado la importancia de una pequeña frase que el varón de Dios continuamente enfatiza. Se usa en un contexto similar en Romanos 8: 36, “…somos contados como ovejas de matadero…”.

Luego dice, “…siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús”. Esto está en 2 Corintios 4: 11. Previamente, vimos que todo era para “nuestra causa”, pero mientras avanzamos más adelante, interpretamos que esta obra de muerte es “por la causa de Jesús”. ¡Qué privilegio y qué llamado tenemos! Dios nos ha escogido para que seamos vasos transparentes mediante los cuales El pueda revelar continuamente a otros la muerte del Señor Jesucristo. Esta muerte se convierte en los medios de vida para todos a quienes les es revelado. Esta es la razón por la cual hay tanta gente sin fruto entre los cristianos hoy.

La mayoría de los cristianos llegan al camino de la Cruz indecisos y dudosos. No comprenden lo que estaba en la mente de Dios antes de la caída, ni la filosofía celestial, ni la filosofía de la vida, ellos tiemblan por la obra constante de la muerte y retroceden. En verdad escuché a un predicador decir, “no tienes que declarar que conoces esa vieja y áspera cruz”. La cruz ha sido dejada de lado, porque la Iglesia se ha convertido en una institución mundana, que sólo apela al lado material y carnal de aquellas personas que buscan una respuesta.

La vida divina no puede ser usada. Los hombres están constantemente tratando de oponerse a este principio. En el movimiento de fe, toman a la fe y tratan de manipular a Dios. Toman los dones de Dios, que es la misma vida de Dios en el cuerpo, y lo tratan de usar para sus propios fines egoístas. Este fue el gran pecado en la iglesia de Corinto. Esta es la causa del actual desorden del cual hablaba Pablo en dicha iglesia. Pablo dijo en 1 Corintios 12, que estos dones son un acto soberano de Dios; el los reparte como El quiere. La iglesia de Corinto creía que ellos podían usar esos dones a su voluntad. Ese mismo espíritu ha llegado a la Iglesia en este tiempo como en Laodicea. Los hombres creen que pueden usar esta vida.

Vivir la vida de otro no es el camino de la mínima resistencia, a pesar de estar rodeados de cristianos. Es chocante saber que tú estás totalmente en otro camino, porque la vida de Cristo sólo puede ser vivida en una manera: para Dios y derramada a otros. Por tanto, cuando tú comienzas a permitir que esta cruz se convierta en algo interno, y estás ahora caminando y viviendo el camino de ella, entonces vas a ser algún tipo de criatura extraña para los así llamados cristianos que te rodean, porque te darás cuenta que estás en un camino totalmente diferente al de ellos. En el momento que pensemos que podemos usar a Dios (esto es, Su vida) para nuestro provecho, entonces El (Su vida) no podrá ser usada por nosotros. No hemos sido librados del mundo, si interpretamos el Calvario como algo que puede beneficiarnos. Aunque podemos compartir los “beneficios” con aquellos que están perdidos, lo estamos haciendo en nuestra propia manera, preservando así nuestro propio derecho a gobernar. Multitudes de creyentes están cautivos a un sistema del mundo basado en la seguridad y en la compensación. Dios espera cambiar su cautividad cuando ellos dejen de vivir sus propios caminos.

Dios nunca va a imponer Su camino sobre nadie, pero si escogemos Su camino, El afirmará tal elección. Aquí vemos una verdad que para la mayoría se ha perdido o quizás nunca se entendió realmente. Cuando vemos lo que ocurre en nuestras vidas, debemos diferenciar entre el pasado y el presente. En cuanto a Dios concierne, la obra de la cruz fue hecha una sola vez y para siempre. Quiero que permitas que esto penetre profundamente en tí. Cuando hablamos de la obra de la cruz hablamos de algo terminado. Tienes que mantener eso en tu mente. Siempre debemos hacer esta distinción: Cuando consideramos la muerte de Cristo por nosotros y nuestra muerte con El, usamos tiempo pasado. “He sido crucificado…”. “Nuestro viejo hombre fue crucificado…”. “Consideraos muertos…”. “Los que son de Cristo han crucificado la carne”, y en muchos otros ejemplos, Pablo ilustra nuestra unión “juntamente con El”. Somos liberados de la culpa del pecado y de su poder, al considerarnos identificados con la obra terminada de Cristo en la Cruz. Hay una finalidad, debemos considerarlo como algo pasado. No debemos confundir esto con otra declaración de Pablo y asumir que somos llamados a “morir diariamente al pecado”. ¡No! Pablo insiste que estamos muertos al pecado. Desde el momento que conocimos por primera vez la obra redentora de Cristo, y nuestra apropiación por considerarla nuestra, hemos muerto al pecado.

En toda batalla con Satanás, o cuando se levanta la carne, debemos siempre considerar, como la primera vez, que Su obra es siempre pasada y terminada. Cuando Pablo dijo, “Muero cada día”, él no estaba diciendo que somos llamados a morir diariamente al pecado. Es en este punto que muchos confunden la “obra” de la cruz con el “camino de la Cruz”. La primera es una realidad del tiempo pasado sobre la que debemos descansar. Lo segundo es una realidad de este tiempo presente que tú y yo compartimos con Cristo continuamente.

Jesús fue el último Adán, quien entró al mundo sin pecado. El sólo necesitaba abrazar el camino de la Cruz. El nunca tuvo que abrazar la obra de la Cruz. El no tenía pecado. El no necesitaba que nadie muera por El. El dijo : “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9: 23). Esto es mal usado con frecuencia para enseñar que por alguna medida de auto disciplina, el hombre puede hacer morir al viejo yo, a través de una negación diaria. Esto es totalmente negar la gracia de Dios. Debemos guardar todos los aspectos en su lugar correcto. Están involucrados dos hombres diferentes. El Señor Jesús identificado con la raza humana, nos abrazó en El, y nos llevó a la tumba. Dios nos considera no sólo muertos, sino sepultados; esto fue el fin de la raza Adámica. Jesús fue el último Adán.

Ya explicamos en capítulos anteriores que no van a haber más Adanes. El fue el último Adán. Pero ahora hemos resucitado de los muertos y estamos vivos para el Señor Jesús, el segundo hombre. Hemos muerto, y el viejo hombre permanece muerto. Pero hemos resucitado ahora a la nueva vida, y estamos con El como una nueva creación, un hombre completamente nuevo, creado en Cristo Jesús en fe y santidad de la verdad, Pablo dijo esto en Efesios 4: 24. Debemos ver la diferencia.

El viejo hombre en Adán experimenta la muerte de la cruz. Tú tienes que tener en cuenta eso todo el tiempo. El nuevo hombre en Cristo es llamado a abrazar el camino de la cruz. Ahora nos consideramos muertos al viejo Adán, parándonos en la obra terminada de Cristo, siempre en el tiempo pasado. Por supuesto que hay un trato, ese algo que siempre se está tratando de levantar, pero debemos considerar que es una obra terminada. Estamos muertos al pecado y vivos para Dios. Pero ahora nosotros diariamente compartimos en este nuevo hombre esa forma divina de vida, de manera que la muerte actúa en nosotros, pero la vida en otros.

Tengo un gran amigo, quien es uno de los grandes misioneros de todos los tiempos. Nació en Africa, su padre fue un misionero. Es descendiente de suizos, pero él nació en Africa y ha sido misionero ahí durante toda su vida. He trabajado con él mucho en Zaire Kinshasa. Y ha habido veces que él ha tenido que pasar situaciones insoportables. He estado con él en una ocasión en reuniones en la sala del pequeño y humilde lugar donde vive; él estaba llorando, diciéndome que cada día lo estaban llevando a una corte de justicia, y si tú no has estado en una situación semejante, no puedes imaginarte lo que es eso. Estaban tratando de deportarlo, lo intentaron todo, había gente en su contra. Era una lucha constante. El me dijo, “he muerto mil muertes”. Y yo le dije, “pero mira la vida que ha salido de esa muerte”. Pablo decía, “yo muero cada día”, pero también dijo, que de esa muerte estaba saliendo vida para otros.

Mi amigo tiene una iglesia en la que reúne doce mil personas los domingos por la mañana para escuchar el Evangelio. Esa iglesia ahora ha producido en abundancia otras iglesias en esa gran ciudad que tienen de mil quinientos a dos mil personas, y afuera en el campo. A causa de esa muerte ha emergido vida. Esto está expuesto tan claramente en el grano de trigo que tiene que caer en la tierra y morir para que pueda dar mucho fruto. Es al nuevo hombre al que Pablo se refiere cuando dice, “Siempre llevando en el cuerpo la muerte del Señor Jesús, para que su vida sea manifestada en nuestro cuerpo”. Es una interpretación falsa la que nos hace creer que Dios puede colocar el tesoro del cielo en cualquiera, cuando sólo puede ser en el nuevo hombre.

Veamos cuatro porciones de la Escritura que con frecuencia se confunde con el hombre viejo, cuando realmente se aplica al nuevo. Es el nuevo hombre que por el ministerio está en “peligro cada hora”. Por esta razón Pablo dice, “yo muero cada día”. No hay referencia al pecado; el contexto es muy claro. El Apóstol habla de su disposición diaria de arriesgar su vida por el Evangelio. El pasaje dice, “…si los muertos no resucitan…¿y por qué nosotros peligramos a toda hora?…cada día muero. Si como hombre batallé en Efeso contra fieras, ¿qué me aprovecha si los muertos no resucitan…?”. Eso es lo que él quiere decir por morir diariamente. Así como mi hermano enfrentaba a la muerte cada día en Africa, esto es la muerte. Morir diariamente para que la vida de Jesús pueda fluir a través de nosotros.

Otro pasaje que con frecuencia se interpreta como que tiene que ver con morir al pecado se encuentra en Juan 12: 24. “…si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Cualquier labrador siempre planta buena semilla con vida en ella. El nunca va a plantar mala semilla intencionalmente. La semillas no se plantan para purificar sino para producir. Nosotros somos semillas en Su mano. “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Corintios 1: 8-9).

El conformarnos a la muerte en el lado de la resurrección de la cruz, significa un sentido profundo de debilidad. Nuestro deseo natural es sentirnos fuertes y poder hacer esto o aquello. Es siempre ser llenos de gozo, y siempre dar un grito de alabanza. La debilidad es el camino de la cruz, porque estamos viviendo por tener en nosotros la vida de otro.

Permíteme compartirte el testimonio de la señora Penn- Lewis sobre esto. Estas son sus palabras al pie de la letra. “Mientras leí el libro, claramente vi el camino de la Cruz y todo lo que significaba. Al principio aparté el libro y dije, ‘No, yo no iré por ese camino porque yo habré perdido mi experiencia de gloria’. Pero al día siguiente cogí el libro otra vez y el Señor me susurró muy suavemente, ‘Si quieres una vida profunda y una comunión inquebrantable con Dios, ¡este es el camino!’ Pensé, ¿lo seguiré? ¡No! Y otra vez dejé el libro. El tercer día lo recogí otra vez. Una vez más el Señor habló, ‘Si quieres fruto, éste es el camino. No te quitaré el gozo consciente, lo puedes guardar si quieres, pero o es tu gozo consciente para tí mismo, o es ésto, más el fruto. Y luego, por su gracia dije, ‘escojo el camino de la fructificación; y toda experiencia consciente quedó terminada. Anduve por un tiempo en completa oscuridad, la oscuridad de la fe, que parecía casi como si Dios no existiera. Y otra vez, por su gracia, dije, ‘Sí, yo sólo tengo aquello con lo que estaba de acuerdo en recibir’ y fui a algunas reuniones, y luego vi el fruto. A partir de esa hora comprendí y reconocí con inteligencia, que era el morir y no el hacer, lo que producía fruto espiritual”.

El secreto de una vida fructífera es, en breve, derramarse a otros y no querer nada para tí mismo: entregarte completamente en las manos de Dios sin importar lo que te pueda ocurrir.

 

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