Lección 3.- Cooperación
Hemos establecido que la puerta es el ministerio, y cuando sea restaurada esa puerta, engendrará una Iglesia. La Iglesia proviene de la vida, y cuando esa vida está en el hombre de Dios, entonces ese hombre de Dios se mueve en la voluntad de Dios, y la Iglesia se encontrará establecida en la base verdadera de la Biblia.
Ese es nuestro propósito, que podamos venir a ser realmente esa puerta de Dios a los hombres. Los muros del Reino siempre serán levantados alrededor de ese ministerio renovado y restaurado. Cuando veas a través del Antiguo Testamento que el pueblo de Dios tenía problemas, se habían alejado de Dios, Dios siempre echaba la culpa de eso al pastor (Ezequiel 34: 2). Las iglesias son un producto del ministerio. Toma a una iglesia viva y dásela a un predicador muerto, y él va a matar a esa iglesia en pocos meses. Dále una iglesia muerta a un hombre de Dios que vive en la voluntad de Dios, y él traerá vida a esa iglesia.
En Nehemías 2: 17-18 “Les dije, pues (esto es, a la gente que estaba con ellos), vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego; venid, y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio. Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí, y asimismo las palabras que el rey me había dicho. Y dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien”.
Nosotros somos la puerta de Dios para el mundo: el ministerio. Es a través de nosotros que El desea derramarse a sí mismo a aquellos que no le conocen. Hemos visto algo de la preparación de la puerta de Dios. Hemos hablado acerca de la determinación que se requiere para plantar esa puerta donde sea que tú vayas; pero hay otro pensamiento sobre la preparación: la preparación manual. En la preparación, obtén una estrategia.
Hay cinco ingredientes para tener éxito que funcionarían con cualquiera, especialmente para la puerta de Dios: primero, un pueblo dispuesto, segundo, un propósito noble, tercero, una pasión ardiente, cuarto, un plan claro y quinto, una persistencia tenaz.
Tenemos que edificar esto en el cuerpo, transformará nuestras vidas y nuestras ciudades. Estos ingredientes que he mencionado deben ser edificados en el cuerpo de Cristo. Estos deben hacerse conocer como una parte vital de lo que está sucediendo. Ellos deben conocer cuál es la visión que Dios ha puesto en tu corazón; de otra forma, ellos nunca podrán cooperar contigo. Para edificar la puerta de Dios (el ministerio), se necesita la cooperación. El hombre de Dios no puede hacerlo solo.
Se requieren tres cosas para ganar la cooperación de la gente que Dios te va a dar. Dios debe poner esto en tu espíritu para la reedificación del ministerio deseado por Dios en tu ciudad. No solamente edificar una iglesia con muchos trucos para obtener mucha gente, de tal forma que tú tengas que continuar con esos trucos para mantenerlos viniendo, sino edificar un ministerio del propósito deseado de Dios, de tal forma que realmente esté esta puerta del cielo en ese lugar adonde Dios te ha llamado.
Los versículos 17 y 18 del capítulo 2 de Nehemías, nos dan lo primero que es necesario para ganar la cooperación del pueblo, que es : Una crisis. Si no reconocemos la crisis, nunca reconoceremos la cura. Nehemías llegó al pueblo y dijo, “Vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego”. La palabra “mal” en hebreo que se usa acá, tiene tres significados básicos. El primer significado es “inferioridad” hacia el enemigo. Si no hay una puerta (ministerio verdadero) en la ciudad, entonces Satanás tiene el control y sus demonios están a cargo.
Yo pastoreé una iglesia, por 35 años. Desde hace dos décadas especialmente la gente se ha vuelto más transitoria. Ellos van y vienen; se mueven. Cuando ellos se mudan ellos me llaman: “Pastor, acá no hay ninguna iglesia en donde la verdadera palabra de Dios sea predicada”. Este es un testimonio por todo el mundo; casi no hay un lugar donde esté el verdadero ministerio. Esa es la razón por la cual tenemos asesinatos desde los carros, esa es la razón por la cual la vida humana es barata, esa es la razón por la cual la brujería florece, porque no hay luz. Un ministerio no verdadero significa que nosotros somos inferiores al enemigo, y que los demonios están en control. Los principados, las potestades, los regidores de maldad y los espíritus inmundos; cuatro batallones de maldad caminan toscamente por la ciudad, simplemente porque no existe ningún ministerio verdadero ahí. Y a menos que haya una puerta en la ciudad a través de la cual Dios se pueda derramar, todo hijo de Dios que viva en esa ciudad está en aflicción. En ese escritorio cada día, llamadas de toda esta nación me informaban sobre la aflicción en la que se encontraban; yo sé que no vamos a producir acá el milenio ni vamos a botar al diablo de la ciudad.
Cuando tú estás por alguna ciudad y ves un cartel puesto por algún carismático que dice, “Jesús es el Señor sobre esta ciudad”, tú puedes reírte hasta morir. Hay 50 discotecas y bares por cada iglesia ahí, y no hay ni una verdadera iglesia de entre las casi cien que hay ahí. Ahí no hay luz. Jesús no es el Señor sobre esa ciudad, pero El puede ser Señor sobre tu vida y sobre ese ministerio verdadero, y cuando está ahí, entonces el pueblo de Dios ya no estará en aflicción.
Tú y yo debemos saber cómo ir preparándonos para enfrentarnos contra el enemigo; debemos saber y entender que, a menos que podamos traer a las huestes del cielo a nuestra ciudad, somos inferiores al enemigo. Y la única forma en la que podemos traer a las huestes del cielo a nuestra ciudad, es que tú y yo vengamos a ser la puerta de Dios en esa ciudad. Y a menos que esto suceda, los espíritus demoníacos encarnados van a seguir atropellándonos, menospreciándonos y humillándonos. Pero en la aflicción, Nehemías levantó el oficio de profeta.
Es conmovedor ver a los pastores revoloteándose para entrar en diferentes clubes, organizando asuntos ecuménicos, tratando de reunir a toda la gente que se llama cristiana. Vemos esta ensalada de romanismo-pentecostesismo. He visto iglesias pentecosteses que han invitado rabíes judíos a predicar el domingo en la mañana, hombres que desprecian literalmente al Cristo del cual estamos hablando. Es tan triste ver predicadores revoloteándose por todo esto. No estoy interesado en la membrecía, sino en predicar La Palabra en Espíritu y en Verdad. Cuando la gente es traída a la Iglesia a través de medios carnales, complicamos la aflicción. Simplemente nos sobrepasan; cuando la gente carnal es traída a la Iglesia a través de medios carnales, entonces la carnalidad sobrepasa a lo espiritual, y muy pronto la misma Iglesia se vuelve inferior al enemigo, porque hay más del diablo en la Iglesia que de Dios. Si no hay más de Dios en tu ciudad siendo tú la puerta de Dios, entonces allí hay demonios que vienen del vientre y de los intestinos del infierno, y estamos en aflicción porque nos han sobrepasado.
Pero el segundo significado de “aflicción” es la “inhabilidad de levantar la bandera”. No podemos llegar al patrón de Dios si es que hay más poder demoníaco en nuestra ciudad, que del poder del Dios viviente. “Porque vendrá el enemigo como río, más el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él” (Isaías 50: 19). Para levantar esta bandera, el Espíritu Santo debe tener una puerta por donde entrar. Vez tras vez lo he dicho, y lo digo a propósito porque la repetición es la gran maestra, que para que la obra de Dios sea realizada, se necesita una vasija humana. Una vasija forjada en el fuego. Y para que Dios derrame Sus huestes y Su poder en esa ciudad, Dios tiene que tener una puerta.
Nunca podremos detener el pecado mientras haya más del diablo que de Dios. Entonces, tú y yo debemos venir a ser esa vasija a través de la cual Dios se pueda derramar, o nunca echaremos fuera el adulterio, el odio, la envidia y la contienda, aun en aquello que se llama la Iglesia misma, que es el reino espiritual de Dios sobre esta tierra. Pero si nosotros realmente, como la puerta de Dios, permitimos que la presencia de Dios sea derramada a través de nosotros, no todo en la ciudad va a salvarse, pero ese mal o aflicción será detenido. Esa es la verdad de la historia, es la verdad de Dios. Cuando esa verdadera puerta está en su lugar, y el poder del Espíritu Santo está fluyendo, la luz ilumina, el mal es detenido y se crea una atmósfera en la cual los hombres pueden ser salvos. Estas cosas siempre estarán allí y sin esa puerta, tú puedes ver la aflicción en que estamos.
Pero el tercer significado de la palabra “aflicción” o “mal” es lo opuesto al primer significado. El enemigo sí es superior a nosotros, pero Dios ha puesto la solución del problema de la ciudad en nosotros. Así que el primer significado es que somos inferiores al enemigo, pero el tercer significado es, Dios ha puesto la solución a ese problema dentro de nosotros. Lo segundo que se necesita para conseguir la cooperación entonces, es un desafío. Primero tiene que haber crisis: “Vosotros veis el mal en que estamos…” Luego tiene que haber un desafío: Nehemías dijo, “Venid, y edifiquemos, y no estemos más en oprobio.” (Nehemías 2: 17) ¿Qué es un oprobio? Es una desgracia. Unete a un club y el diablo te dará un palmada en el hombro, mientras todo este tiempo Dios estará sentado en el cielo con Sus manos atadas. Dios ha depositado el Reino dentro de tí, pero hasta que estés dispuestos a que El rompa el cascarón de tal forma que el poder pueda derramarse, no habrá absolutamente nada que El pueda hacer. La obra de Dios exige una vasija humana.
¿Qué es un oprobio? En Job 1: 6-9, vemos que cuando los hijos de Dios vinieron al concilio, el diablo también apareció. Ahí es donde el diablo se convierte en el acusador de los hermanos. El ha estado viéndote en tu zona: tú eres un pastor, y él ha estado viéndote en esa zona donde has estado, y él le dice a Dios, “yo sé que tú has puesto esa iglesia ahí hace 20 ó 30 años, pero yo aún controlo esa zona”. Satanás mueve su dedo huesudo a Dios y dice, “Esa ciudad me pertenece”. “Oprobio” significa “el objeto que señala el dedo”. Satanás le dice a Dios, “ya que esa iglesia ha fracasado, esa zona me pertenece”, y no hay absolutamente nada que Dios puede hacer. ¿Por qué? Porque Dios ha depositado en nosotros el poder para romper el yugo de las tinieblas sobre esta zona.
Cuando recibimos la vida de Dios, el Espíritu de Dios y el llamado de Dios, fuimos puestos en esa zona; entonces tuvimos dentro de nosotros el poder para romper esas tinieblas, y permitir que la luz de Dios ilumine en esa ciudad. A causa de que la Iglesia ha fracasado en esa área, el diablo aún controla esa zona. No hay restricción del mal. Y porque el reino está en nosotros, lo que hagamos determinará el destino de nuestra ciudad.
Jesús estuvo aquí en la tierra, y El dijo, “Yo soy la luz del mundo…” (Juan 8: 12) ¿Qué era esa luz? Juan 1: 4 dice de Jesús, “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Dios estaba en Cristo y la misma vida de Dios en Cristo hizo de El, la luz del mundo. Y cuando El estaba por partir, El dijo a la Iglesia, “ustedes son la luz del mundo”. Tú eres la luz del mundo. Dios nos hizo luz, El nos dio Su luz, y si nosotros no permitimos que esa luz ilumine, entonces no habrá restricción para el mal. La Biblia dice que los hombres amaron más las tinieblas porque sus obras eran malas. Si encendemos las luces, entonces los insectos dejarán nuestras calles, tal como las cucarachas que tratan de esconderse bajo tu refrigeradora cuando prendes la luz de tu cocina.
Llegamos ahora a lo tercero que es necesario para obtener la cooperación. Primero: crisis, segundo: desafío, y tercero es: pacto. Versículo 18, veamos ese versículo otra vez: “…entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí, y asimismo las palabras que el rey me había dicho. Y dijeron: levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien”. La palabra para “bien” es la palabra “tove”, que es lo opuesto a “ra”, “inferior al enemigo”. Dios ha puesto la solución del problema dentro de nosotros: es el aceite del Espíritu Santo. Dios ha puesto Sus manos sobre nosotros para bien ¿Para qué? Para el quebrantamiento del dominio y poder demoníaco, y para la liberación del poder de Dios.
La palabra “manos” es “yad”, el “yad” de Dios. La palabra “yada” es una de las palabras hebreas para “alabanza”, y significa “extender las manos abiertas y hacia arriba en adoración”. Ahora el “yad”, que es la mano de Dios, es el cetro de Dios. Nehemías dijo en efecto, “La mano de Dios está conmigo para erradicar este oprobio” (Parafraseando).
Eso es lo que tú debes entender. La mano de Dios está contigo y conmigo en esos lugares a donde estamos llamados, para erradicar este oprobio. David dijo que ellos invalidaron la ley de Dios. Es tiempo de que tú actúes. Pero para que Dios trabaje, El debe tener esa puerta. Dios ha puesto en mí, cuando me llamó a un lugar, El ha puesto en tí, cuando te llamó a algún lugar, todo lo necesario para detener el dedo burlón de Satanás que se mueve sobre esa ciudad o comunidad. Nehemías dijo, “Luego les declaré que Dios me había tocado con su cetro” (Parafraseando).
Iglesia, Dios nos ha tocado con su cetro. Hemos sido armados por una causa, esto es, la causa de edificar la puerta de Dios en la ciudad, reedificando el ministerio en esa zona y reclamándola como tierra del reino. Nehemías pudo decirles, “yo recibí la palabra del rey”. “Rhema” es “una comisión divina de una autoridad Real”. El les dijo en efecto, “yo recibí el rema de Dios para esta ciudad. Está en mi pecho como fuego y no será apagado.” ¿Existe algún lugar para el cual tú sientas que tienes el “rema” de Dios, esa ciudad, ese pueblo, como Nehemías dijo que tenía el “rema” de Dios para Jerusalén? ¿Sientes eso, tú que quizás ya estás pastoreando una Iglesia? ¿Estás ahí en la voluntad de Dios? ¿Sientes que tienes el “rhema” de Dios para esa ciudad? Entonces no hay poder demoníaco, no existe poder secular ni poder político que pueda impedirte de dar a luz y ver a ese reino venir a esa ciudad.
“La mano de mi Dios había sido buena sobre mí” Cuando la gente oyó esto, ellos dijeron, “Nos levantaremos y edificaremos el reino” (Nehemías 2: 18). Dios nos ha armado para esta tarea: Tenemos Su unción, tenemos Su autoridad. Levantémonos y edifiquemos; no hay necesidad de esperar. Tú permanece delante de El hasta que esta vida haya sido formada en tí, hasta que en todo el sentido de la palabra estés de parto con la vida de Dios. Y entonces en lo que hagas, donde vayas, todo lo que tienes que saber es que estás ahí con el “rhema” de Dios, que tú estás ahí en la voluntad de Dios, tú estás ahí con el “rema” del Rey de Reyes. Nada puede contradecir esto. Podemos hacer lo que Dios nos ha llamado a hacer. Podemos ser lo que Dios nos ha llamado a ser.
“Ninguna arma forjada contra tí prosperará…” (Isaías 54: 17), si nos mantenemos llenos de esta vida, y sabemos que donde estemos, estamos ahí en la voluntad de Dios. Y como Nehemías, podemos decir a aquellos que Dios trae a nuestra Iglesia “yo tengo un rhema de Dios para este pueblo”. Así es como vamos a obtener la cooperación de la gente.
Primero, la crisis: ver el mal o aflicción en que estamos; tú y yo sabemos, que hay más demonios en esa ciudad que Dios, y tú estás ahí como una puerta de Dios a través de la cual puede haber más de Dios derramándose a ese pueblo. Segundo, el desafío: “levantémonos quitemos este oprobio”. Y Tercero hacer conocer a la gente que junto con esto hay un pacto: Que Dios te ha dirigido; Dios te ha llamado a esto. Y verás que nada te puede detener. Si tú sabes que estás ahí en la voluntad de Dios, dile a la gente, “yo tengo un “rhema” de Dios para esta ciudad”