Lección 4.- Todo El Que Fuere Perfeccionado Será Como Su Maestro
Veamos en Lucas 6: 40 “El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado será como su maestro”. El siervo no será más que su maestro, pero todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro. Tienes que comprender que estamos hablando de Jesús como hombre. Esto es, el primogénito de una nueva raza de la cual somos nosotros. O somos como El, o somos como los hombres. Como El fue en el mundo, Jesucristo hombre, así debemos ser nosotros ahora.
Pedro lo hizo tan claro que nosotros debemos seguir Sus pisadas: Pedro dijo que Cristo nos dejó ejemplo para que siguiéramos Sus pisadas (1 Pedro 2: 21). Nacido del Espíritu: esto es lo que nos hace de la misma clase que El, como hombres. Llenados con el Espíritu, recibimos la misma fuente de poder que El tuvo como hombre, porque la Biblia dice que El anduvo haciendo bienes, sanando a todos los oprimidos por el diablo. El fue guiado por el Espíritu, El actuó en el poder del Espíritu. Y esta es la única forma que este poder fluye, si estamos comprometidos con Dios para ser guiados por el Espíritu.
La promesa de Dios a todos los que crean, es que el perfecto será como su maestro. Ha habido una muy sutil insinuación en el Evangelio que se predica, que de alguna manera las cosas han cambiado desde ahí hasta ahora, que ellos fueron una clase especial de ministerio, y ahora hemos sido reducidos a un lugar menor en Dios, así que no se espera de nosotros lo mismo que se esperaba de ellos.
¡Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos! Cuando vemos el ministerio de Jesús y el ministerio de los primeros discípulos, entonces vemos que acontecieron por medio de ellos, también sucedieron por medio de Jesús como hombre; y tú y yo somos de la misma heredad. Nosotros somos seres espirituales, llenos del Espíritu Santo y debemos hacer las mismas obras de Dios. ¡Tú puedes sanar a los enfermos! ¡Puedes ver los milagros! Puedes hacer las obras que Jesús hizo. Dios dice que tú puedes y Dios no puede mentir. Números 23: 19 dice: “Dios no es hombre, para que mienta”. Entonces, todo el que es perfecto (esto es, el que cumpla los requisitos), será como Cristo. Quiero dejar bien claro que en todo esto hablamos de Jesucristo hombre, no de Dios.
No quiero que nadie se confunda pensando que somos dioses; dioses pequeños o grandes dioses, no importa. Estamos hablando de Jesucristo hombre, el primogénito de una nueva raza, de quien se declaró traería muchos hijos a la gloria, y cuyos hijos somos nosotros, si hemos nacido del Espíritu de Dios. “…ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos” (Hebreos 2: 16-17). “…sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo…” (Filipenses 2: 7-8). “…Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2: 5). Cuando Jesús le habló a la tormenta en Mateo 8, sus discípulos dijeron, “¿Qué hombre es éste…?” (Mateo 8: 27). Cuando lo despertaron, El estaba dormido; la tormenta vino y parecía que iba a hundir el bote y los discípulos se asustaron terriblemente, y despertando a Jesús, le dijeron: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!” Y cuando Jesús se despertó, él los reprendió por tener poca fe. El los reprendió por no tener la fe suficiente para detener la tormenta, pero cuando El le habló a la tormenta, ellos no exclamaron: “¿Qué Dios es éste?”, sino que dijeron: “¿Qué tipo de hombre es éste?” Y las palabras de Jesús implicaban que ellos, como creyentes nacidos de nuevo, deberían haber hecho lo mismo que El hizo. Cuando la gente en Listra vio a Pablo que bajo la unción, podía ordenar la sanidad, dijeron, “dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros” (Hechos 14: 11).
En vista de que no habían sido enseñados, estos pobres gentiles no sabían que los hombres podían tener ese poder, y muchos cristianos actualmente también lo ignoran. Pero tú y yo como ministros de Dios debemos quitar el velo de los ojos de la Iglesia, y hacerles saber que éste es el evangelio que predicamos. Cuando esas personas quisieron ofrecer sacrificios a Pablo y a Bernabé como dioses, Pablo los detuvo diciendo, “Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros…” (Hechos 14: 15). Pablo se identificó como hombre sujeto a pasiones. Esto es algo muy consolante para nosotros en la Biblia. Dejamos de lado muchas cosas en la Biblia, considerando que no son importantes, pero debes recordar que éste es el Libro más editado que el universo ha conocido o conocerá jamás. Si todo lo que pudo haber sido escrito sobre Cristo se hubiera puesto en un libro, el Espíritu Santo, y no el hombre, dice que el universo no habría podido contener ese libro. De todo ese vasto conocimiento de Jesús, Dios ha tomado para el contenido de ese libro; por lo tanto cada coma y todo lo que está ahí es importante.
Y aquí dice una de las cosas más alentadoras para mí que Pablo dijo: “somos hombres sujetos a pasiones como todos. No somos super humanos, no somos dioses, somos sólo hombres comunes y ordinarios con los mismos deseos, las mismas concupiscencias, las mismas tentaciones que el resto de personas. La diferencia es que estamos llenos de Dios.” Esto te dice a tí y a mí seguidores de Cristo, que somos llamados a ser ministros; y Pablo era lo mismo que nosotros, él no era un super hombre en lo más mínimo. Esto es lo que él quiso decir cuando dijo, “a los judíos me haré como judío, a los griegos como griego”; él no estaba diciendo, “cuando esté en Roma haré lo que se hace en Roma”; él sólo les estaba diciendo, “yo sé de dónde vienen, cómo son ustedes”. “Yo soy hombre igual como tú. Con las mismas pasiones. Pero la diferencia es que soy nacido de Dios. Tengo las mismas codicias, las mismas tentaciones, pero yo he vencido, porque he nacido de Dios”.
Jesucristo – Dios y hombre. No mitad Dios, ni mitad hombre. 100% Dios, 100% hombre; y las poderosas obras de Cristo no fueron hechas como “Dios el Hijo”, sino que fueron hechas como “Jesucristo Hombre”. Jesús es Dios, un miembro de la Trinidad Divina. Jesús existió antes de los tiempos – El estaba con Dios y El era Dios. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios…Y aquel verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1: 1 y 14). Nos podemos dar cuenta que el Hijo era mucho antes que la eternidad: en Proverbios 8: 23 habla de esto. Pero quiero decirte que el Hijo existió como Dios mucho antes que el mundo fuese. Pero Jesús dejó su gloria cuando bajó y se hizo hombre. Nació de una mujer, como un bebé desvalido. El creció en sabiduría y estatura (Lucas 2: 52). El lloró, se cansó, tuvo hambre, participó de cada debilidad y limitación de la carne y de la sangre. “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo…” (Hebreos 2: 14). Luego otra vez, “…sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4: 15). “Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1: 2-3). Jesús sin embargo, no usó ningún poder que no esté disponible a todo creyente lleno del Espíritu hoy. Debemos saberlo, y debemos actuar en fe sobre esta verdad, que habiendo recibido de su Espíritu Santo, hemos recibido el mismo poder que El tiene. Esta es la enseñanza de la Palabra de Dios. “Todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro” (Lucas 6: 40). “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Juan 17: 18). “…las obras que yo hago, él las hará también…” (Juan 14: 12).
Aunque Jesús era Dios, en Su ministerio terrenal decía “…No puede el Hijo hacer nada por sí mismo” (Juan 5: 19). “…el Padre que mora en mí, él hace las obras” (Juan 14: 10). La respuesta para la pregunta, “¿Qué hombre es éste?”, no se encuentra en los poderes de la deidad que El usó para crear el mundo, sino que la respuesta se encuentra en Su vida humana en la tierra. El demostró en vida la clase de hombres que debemos ser. “El nos dejó ejemplo” (1 Pedro 2: 21). El fue quien nos enseñó, El es nuestro Maestro. Nosotros somos sus discípulos y debemos ser como nuestro Maestro. Ahora, si Jesús hubiera usado un poder que no está disponible para nosotros, habría sido imposible para tí y para mí seguir Su ejemplo. El puso a nuestra disposición el mismo poder que fue suyo. Mira esto, “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24: 49). “…pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hechos 1: 8). “He aquí os doy potestad…sobre toda fuerza del enemigo” (Lucas 10: 19). Jesús no hizo ningún milagro hasta que fue lleno del Espíritu Santo (Mateo 3: 16). Sólo después que Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, él fue “haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo” (Hechos 10: 38). Esto es lo que tenemos que grabar en nuestras mentes. Que hemos sido llamados por Dios y que estamos en el mismo género como Jesús, siendo hombre.
Como El era en el mundo, así también somos nosotros. El ministerio que El tuvo mientras estuvo aquí, es el mismo ministerio que tú y yo tenemos que cumplir mientras estemos aquí. El nos ha llamado como trabajadores junto con El, para hacer exactamente lo que El hizo: El sanó a los enfermos, echó fuera demonios, limpió a los leprosos, resucitó a los muertos, todo esto nos ha mandado que hagamos. En su último mensaje en la gran comisión, El dijo, “yendo, sanad a los enfermos, limpiad a los leprosos, resucitad a los muertos.” Todo esto nos mandó que hiciéramos. ¿Qué hombre es éste? El es un hombre ungido con el Espíritu Santo y Dios estaba con El. Un hombre que enfrentó y venció cada tentación. Un hombre con preocupaciones, con hambre y que lloraba. El sabía lo que era el frío, el calor, y la ira; Jesús de Nazaret era un hombre.
Cuando Satanás lo tentó en el desierto (Mateo 4: 3-4), la tentación era que actuara en el poder creativo del Dios eterno, que actuara en forma independiente. Si Jesús hubiera hecho esto, habría fracasado en ser tentado en todas las cosas al igual que Sus hermanos. Jesús no cayó en la tentación. En Su respuesta no tomó la posición de Dios. Esto es muy importante. Tú y yo llamados a la obra de Dios, preparándonos para saber y ministrar la obra de Dios, tenemos un ejemplo, Cristo Jesús. El hizo todo lo que hizo, como un hombre. El contestó como hombre, “No sólo de pan vivirá el hombre (observen “el hombre”), sino de toda palabra de Dios” (Lucas 4: 4). El tenía a ambas personas ahí: Dios y hombre en esta sola oración. El diablo lo está tentando para que actúe en forma independiente del Dios eterno. El responde como hombre, y termina esto con la palabra de Dios. Jesús frecuentemente se refería a sí mismo como el “Hijo del Hombre”.
¿Qué clase de personas deberíamos ser? Andando en forma piadosa y teniendo una manera de vida santa (2 Pedro 3: 11). Ya que Jesús fue nuestro ejemplo, nos corresponde a nosotros estudiar Su ejemplo más de cerca, considerando la pregunta anterior. Primero que todo, El era un hombre de poder. El hablaba como quien tenía autoridad (Marcos 1: 22). La gente se admiraba de esto, porque los líderes religiosos no tenían ningún poder ni autoridad. Jesús se salió del marco religioso y echó fuera con Sus palabras de autoridad demonios, enfermedades, temores y dolencias.
Los que son como sus maestros también hablan con autoridad, la misma autoridad que Cristo tuvo como hombre, la autoridad que El recibió de Su Padre (Juan 5: 27). El dice, “como mi Padre me envió, Yo los envío”. Esto debe significar que soy enviado con autoridad para obrar. El vino en el nombre de Su Padre (Juan 5: 43). El fue el agente legal de Su Padre para hacer Sus obras: “Yo debo hacer las obras del que me envió” (Parafraseando 9: 4). Cuando estuvo en la tierra, Jesús escogió discípulos, primero doce, luego setenta (Lucas 9: 1 y Lucas 10: 1 y 19), dándoles el mismo poder legal que el Padre le había dado a El. Ellos hicieron las mismas obras, “Señor aún los demonios se nos sujetan en tu nombre” (Lucas 10: 17). Ellos fueron entrenados bajo Su directa supervisión, “…todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar” (Hechos 1: 1).
Cuando Jesús regresó al Padre, Su plan era que la obra que El había empezado a través de muchos dolores y sacrificios, continuara. Aquellos que creyeron en El, tú y yo, y la gente que vamos a llevar a la comunión con El y a que crean en El, todos somos sus agentes y somos ordenados para que, en Su nombre, esto es por Su autoridad, hagamos todas las cosas que El haría si El estuviese presente. Nunca El dejó implícito que el poder terminaría cuando El regresara al Padre. El dijo lo contrario, “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por lo tanto id, haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28: 18-20).
Ahora bien, estos eran discípulos, ungidos con el Espíritu Santo (Hechos 2: 4). “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían” (Marcos 16: 20). Mientras que los hombres sean ungidos con el Espíritu Santo y Dios esté con ellos, las obras que Jesús hizo, continuarán. Y el discípulo no será más que su maestro, sino que será como su maestro. Si vamos a ser como El en el poder, debemos ser como El en santidad, consagración, humildad y compasión. Debemos ser como El en oración y comunicación con el Padre. Debemos ser como El en fe, negación del “yo”, y ayuno. Si queremos ser como El en cualquier cosa, debemos ser como El en todas las cosas. Debemos andar como Jesús anduvo. Esto significa simplemente que debemos vivir como El vivió.
Hay un precio que pagar por todo lo que Dios nos ofrece a tí y a mí. En un sentido todo es gratis, pero hay un precio de obediencia y preparación. Que Dios nos prepare a hacer Sus obras. Aún la salvación demanda de nuestro arrepentimiento y confesión. El don del Espíritu Santo es para los que le obedecen. El poder de Dios como el que tuvo Jesús, es solamente para aquellos que llenan las condiciones. Todo aquel que fuere perfeccionado será como su maestro (Lucas 6: 40). Esta es la palabra de Dios para nosotros, y debe edificar una gran fe en nuestros corazones. Cuando hablamos de perfección, estamos hablando de madurez, obediencia, caminando con Dios; no que toda imperfección ha sido quitada de tu vida. Si hemos nacido de nuevo, hemos sido llenos con el Espíritu Santo y seguimos al Espíritu: entonces vamos a salir y comenzar a ordenar a las enfermedades y a los demonios que se vayan, porque nosotros debemos ser como el Maestro. Dios nos está hablando ahora, escuchemos con nuestro corazón.