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Lección 7.- Lo Que La Sangre Significa Para Dios

Lección 7.- Lo Que La Sangre Significa Para Dios

 

Se ha dejado este capítulo para el final, porque es aquí cuando comenzamos a darnos cuenta de lo que esta Sangre significa para Dios, y nuestra fe puede ser fortalecida porque comenzamos a entender que todo lo que realmente se requiere de nosotros es tener fe en lo que Dios ha cumplido a través del Calvario y de la sangre de Jesucristo.

Vamos a leer Exodo 12: 2-13 , “Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año. Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia. Mas si la familia fuere tan pequeña que no baste para comer el cordero, entonces él y su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el número de las personas; conforme al comer de cada hombre, haréis la cuenta sobre el cordero. El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras. Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes. Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer. Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán. Ninguna cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua sino asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas. (Eso significa que comieron completamente todo este cordero). Ninguna cosa dejaréis de él hasta la mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo quemaréis en el fuego. Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová. Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová. Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto”.

Vayamos ahora al libro de Levítico 16: 14-15, “Tomará luego de la sangre del becerro, y la rociará con su dedo hacia el propiciatorio al lado oriental; hacia el propiciatorio esparcirá con su dedo siete veces de aquella sangre. Después degollará el macho cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre detrás del velo adentro, y hará de la sangre como hizo con la sangre del becerro, y la esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio”.

La Redención es lo suficientemente grande como para ocupar un lugar muy grande en nuestra visión, pero debemos saber que el hombre no fue creado para ser redimido; la caída es un desvío trágico en la línea del propósito de Dios: eso tiene que quedar bien claro en nuestras mentes por que si no es así, vamos a querer culpar a Dios por el pecado. Por la expiación somos rescatados y nuestros pecados son borrados, restaurando nuestra comunión con Dios. Cuando somos restaurados aún hay un trabajo que debe ser hecho para llevarnos a aquello que Adán por su pecado no poseyó.

La intención de Dios era mantener una línea recta a través de las edades, y El no ha abandonado Su propósito. Los creyentes tienen la tendencia de permitir que la obra de restauración de Dios sobrepase su obra de realización; esto es trágico, porque debemos ver ambas en su lugar correcto. Ambas, tanto la obra de restauración de su propósito para que las cosas sigan avanzando, como la realización (llevarlo a cabo) de lo que El se había propuesto en el primer momento, que fue interrumpida por el hombre y por la caída. Pero debemos ver que el egoísmo ha hecho que el hombre desee más lo que Dios puede hacer por él, que lo que él está destinado a ser en Dios. Esa verdad debe ser grabada en tí, porque en este capítulo quiero revisar ambos aspectos de la obra de Dios.

A través de la cruz la obra del diablo fue destruida. La redención y la libertad de las ataduras del pecado y los efectos de la caída fueron provistos en el Calvario. A través de la provisión de la cruz, el hombre podía, una vez más, darse cuenta de los propósitos de Dios para su ser. Debemos ver entonces cómo la Sangre y la cruz son dos aspectos remediadores (dan remedio). Con la Sangre, Dios trata con todo lo que Adán ha hecho. Con la cruz, Dios trata con lo que es Adán en su estado caído. Ahora, une estas dos cosas en tu mente: Con la Sangre Dios trata con el pecado, todo lo que Adán ha hecho, y la Sangre hace posible que todo eso ocurra, pero con la cruz, Dios trata con todo lo que Adán se convirtió en esa caída.

En este capítulo vemos la Sangre; la Iglesia debe ver lo que ella significa para Dios, y en qué esfera El quiere que opere. En los pasajes que hemos leído, vemos que la Sangre es principalmente para Dios. Cuando conocemos el valor que Dios pone en la Sangre, entonces podemos creer Su palabra referente a ella. Consideremos entonces la pascua como se describe en Éxodo 12: 2 al 13. La sangre fue puesta en los postes y en el dintel de las casas, y el cordero se tenía que comer dentro de la casa. Dios dijo, “…y veré la sangre y pasaré de vosotros…”. Es claro que esta sangre no debía ser presentada para que el hombre la vea, ni la sintiera, ni la comprendiera. Nosotros luchamos con cosas para nuestra propia destrucción. Esa sangre fue puesta en los postes de la casa y el hombre estaba adentro; el ni siquiera podía ver la sangre. No era la intención de Dios que él la sintiera, comprendiera o mirara, era sólo y totalmente para el Señor, y como un acto de fe, ellos tenían que aplicarla en los postes de la casa para que todos los que estuvieran en la casa pudieran descansar seguros.

Esa es la propuesta de fe. La Sangre iba a significar para Dios lo que dijo que iba a significar; no era necesario que ellos comprendieran más. “Y veré la sangre y pasaré de vosotros”. La sangre significaba que esa casa estaba cubierta. La señal de la sangre era de Dios, y por fe ellos descansaron tranquilos. Eso debe ser sellado en nosotros.

El día de la expiación nos enseña más. En este día las ofrendas por el pecado de Israel eran hechas públicas en la puerta del tabernáculo. El sacrificio estaba ahí, en la presencia del pueblo, pero la sangre tenía que llevarse dentro al Lugar Santo para ser rociada delante del Señor siete veces. Esta transacción era entre el Sumo Sacerdote y Dios, lejos de los ojos de la gente que se iba a beneficiar por esto. Así que el Sumo Sacerdote, un símbolo del Señor Jesús, en obediencia a Dios, hacía una expiación, y la gente creía y sabía que este acto significaba para Dios exactamente lo que Dios dijo que significaría. Por los pasajes leídos, entendemos que la sangre era ofrecida en respuesta al mandato de Dios. El propósito no era que la mente humana lo captara o que el corazón humano sintiera lo que esto significaba. Ten esto bien claro. Lo que al hombre le tocaba en este caso, era simplemente obedecer y creer la promesa de Dios con relación a la Sangre. El dijo, “maten al cordero y pongan la sangre en los postes de la puerta, luego asen el cordero y pónganse tras de la puerta (atrás de la sangre) y coman el cordero, con el calzado en sus pies, y el bordón en mano, y cuando yo vea la sangre pasaré de ustedes” (Parafraseando). Esto es todo lo que ellos necesitaban saber, todo lo que tenían que hacer. Después tenían que creer lo que Dios dijo que iba a hacer.

La gente a menudo continúa bajo un sentimiento de culpabilidad con relación a algún pecado que parece mayor, en su creencia, que la sangre de Jesús.

Yo he visto mucho de esto en los círculos pentecosteses. El problema con estas pobres almas es que están tratando de sentir el valor, o tratan en forma subjetiva de calcular lo que la Sangre hizo por nosotros. Eso no es posible, así no funciona. La Sangre es primero para que Dios la vea; nosotros, entonces, tenemos que aceptar la valoración que Dios tiene de esa Sangre. He visto gente a la que Dios en forma evidente ha convencido de su pecado. Sé desde hace mucho, que Dios no es un hombre, el no juega con las emociones humanas. Eso me guarda de muchas tonterías que se han introducido en las creencias pentecosteses hoy en día. El Señor no juega con las emociones humanas. Lo que quiero decir es que si Dios envía a un hombre en cualquier momento para que discierna algo malo en tu cuerpo, Dios no lo envía para mostrarte cuán talentoso es ese hombre, Dios lo envía para sanar. Y si no eres sanado, ese hombre sólo hizo una buena adivinanza. Pero en este caso, Dios nunca convence a un hombre de pecado si es que no va a perdonarlo. He tratado con gente que evidentemente habían sido convencidos por Dios en cuanto al pecado. El quería salvarlos, pero ellos no creían que Dios podía salvarlos porque habían sido muy malos. ¿Sabes qué? ellos están tratando, subjetivamente, de evaluar esta Sangre y esto no puede ser hecho, no funciona así. Si Dios te convence de tu pecado, no importa qué clase de pecador seas, incluso puedes haber matado a cien personas, no importa, si El viene a tí convenciéndote de que has pecado, entonces lo único que tienes que hacer es creer que la Sangre de Jesús lo quitará.

Es Dios quien dice, “Cuando vea la sangre, pasaré de ustedes”. La soberanía de Dios es vista aquí. Pero quiero decir que hasta que aceptemos Su palabra y propósito sin cuestionamientos, vamos a sufrir confusiones y dudas. Dios debe tener el derecho de controlar y gobernar la vida de los creyentes de acuerdo a Sus términos. Dios nunca puede hacer su revelación clara mientras haya un punto de controversia, eso es una demanda de nuestra parte para más evidencia de El.

Varias personas me han compartido que le han dicho a Dios que les muestre que son salvos, y que después Dios les mostró algún tipo de visión o algo así; nunca les creí. Dios no puede hacer nada por tí mientras le estás demandando algún tipo de evidencia más allá de la incuestionable fe en su promesa concerniente a la expiación. La obediencia a la verdad ya conocida, nos da un claro entendimiento para tomar pasos en el futuro.

El hombre es propenso a los atajos y esto lo deja sin recursos y con preguntas. Dios trae de vuelta al hijo pródigo al orden divino, sólo cuando él retorna y exclama, “He pecado contra tí” (Lucas 15: 18). Parado ahí, culpable y condenado en su conciencia, el pródigo necesita más que sólo sentirse mejor sobre su comportamiento, el necesita el perdón.

La Sangre es revelada al alma arrepentida, como una base legal para el perdón; él no tiene que saber el por qué. Esta verdad necesita ser predicada vez tras vez. Cuando yo predico el Evangelio y éste encuentra oídos que puedan oír, esa persona o personas son convencidas que son pecadoras delante de Dios y se acercan; entonces tengo gran confianza en llevarlas a Dios. Pero si tienen otras nociones preconcebidas fuera de la Sangre, entonces yo sé que están buscando una evidencia que nunca aparecerá. Las guío al arrepentimiento, y si se arrepienten verdaderamente, entonces la gracia de la fe va a venir. El Espíritu Santo nunca viene para condenar al pecador, El viene para convencer al pecador de que es un pecador, y que siempre tiene la Sangre. El acepta lo que la Biblia dice, “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados…” (Efesios 1: 7). Esta es la respuesta para la redención.

Ahora debemos entender que la Sangre es tanto una crisis como una limpieza continua, ya que ella satisface las demandas de Dios; El no necesita nada más: “Cuando vea la sangre pasaré de ustedes”. El ángel no va a ir adentro y ver si hay alguien ahí que no es perfecto. ¡ No, no! El ve la Sangre, luego la muerte pasa de largo. La crisis de ser justificado por la Sangre, como lo vemos en Romanos 5: 9, es como entrar en una puerta , “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo…acerquémonos…” (Hebreos 10: 19-22).

No somos salvos sobre una base para luego mantener esa comunión en otra base. Cuando vinimos a Cristo, la Sangre nos salvó, y es como si nunca hubiésemos pecado; ese es el fundamento y la base sobre la cual somos salvos, y nos mantenemos sobre la misma base. La Sangre provee limpieza continua: “…si andamos en luz como él está en luz…” (1 Juan 1: 7), entonces la Sangre continuamente nos limpia. Puede ser que entendemos mal la esfera en la que la Sangre opera si oramos: “Señor limpia mi corazón de pecado con la Sangre. Dios dice, “engañoso es el corazón…y perverso” (Jeremías 17: 9). El tiene que hacer algo más que limpiarlo, el tiene que darte un corazón nuevo. Ahora tienes que entender y entender de una vez, para tí mismo y para quienes ministras, que la carne nunca puede ser limpiada, tiene que ser crucificada.

La obra de Dios dentro de nosotros debe ser algo totalmente nuevo. “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros;…” (Ezequiel 36: 26). Hay una diferencia entre ver la Sangre como un agente limpiador y verla como una satisfacción legal para Dios. Hay un mundo de diferencia entre ambos. El propósito de la Sangre no es tratar con el pecado de una manera subjetiva. Su eficacia es objetiva, o sea, esto tiene que ser visto por Dios en los postes de la puerta de nuestro corazón.

El pasaje de Hebreos concerniente al trabajo que la Sangre hace, hace referencia al corazón, pero está realmente en relación a la conciencia: “Purificados los corazones de mala conciencia.” Escucha bien, esto significa algo más que limpiar el corazón; significa que algo se ha interpuesto entre Dios y yo que hace que yo tenga una mala conciencia en el momento que yo busco acercarme a El; la punzada de mi conciencia es un recuerdo constante de la barrera del pecado. Pero veo en la palabra de Dios que la sangre de Jesús fue derramada para mi perdón, y cuando yo confío y acepto lo que la Sangre significa para El, mi conciencia queda clara y este sentimiento de culpabilidad es quitado y yo puedo venir con todo denuedo al trono de la gracia.

Muchos han tratado de limpiarse de la vieja naturaleza, la carne, o la impureza de la vida. Pero la muerte, no la limpieza, es la respuesta para el hombre caído. Dios pone la integridad del viejo hombre en la tumba. Qué bendición es ver a los creyentes que antes estaban confundidos y que habían testificado que la Sangre los había limpiado y purificado, finalmente libres por la verdad de la muerte en la cruz. Otros nunca han encontrado el camino de la muerte a través de la cruz y han caído en desaliento y confusión porque este viejo hombre rehúsa ser limpiado. El único remedio de Dios para él, es la muerte. Dios no nos pide que tengamos fe en algo que no va a funcionar; El no puede convencernos que la Sangre nos ha limpiado cuando el viejo hombre continúa haciendo valer sus sucias pasiones. Pero nuestra fe puede descansar segura en el hecho de que Dios ha aceptado la fuerza de la Sangre, nuestra conciencia está limpia, hemos sido lavados en el agua pura de la Palabra, y estamos viviendo y caminando en la luz, como El está en luz. Tenemos comunión y la sangre de Jesucristo, su Hijo, continuamente está limpiando nuestra conciencia de pecado y culpa. Esto es verdad.

Cuando nosotros vemos la Sangre como la base legal para Dios, entonces no somos condenados. Cuando el viejo hombre se quiere levantar, nosotros sólo confesamos nuestros pecados y seguimos adelante. No somos llevados bajo la condenación, porque nos damos cuenta que la muerte es la única respuesta para el viejo hombre. No hay limpieza para la carne, ésta tiene que morir. Cuando entendemos esto y colocamos la carne en la cruz, caminamos en la paz y seguridad de esta salvación bendita, sabiendo que la Sangre ha asegurado nuestro lugar en Dios. Cuando entiendo lo que la Sangre significa para Dios, entonces creyéndolo, no lo tengo que entender, ni sentir, ni ver, yo sólo tengo que saber y creer lo que El dice, “cuando vea la sangre yo pasaré de ustedes”. Yo solo camino con El con la Sangre en los postes de mi corazón, y aunque aún estoy lejos de lo que Dios va a hacer en mí, en cuanto a lo que Dios concierne, no hay nada que se interponga entre nosotros.

Confío que estos mensajes sobre la Sangre te hayan llevado al punto de creer aún más en ella. El poder de la sangre de Jesucristo no puede ser valorado (o medido). Es imposible exagerar su poder. Créelo, predícalo, proclámalo, actúa en base a ella y Dios la hará real.

 

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