Lección 4.- La Unidad Es Identificación
Hemos visto que la unidad es cuando cada uno de los miembros del cuerpo de Cristo encuentra su lugar en el cuerpo y funciona ahí, no codiciando el lugar del otro, sino más bien cumpliendo nuestra propia función y ministrando en el Cuerpo de Cristo. Hemos visto que esta unidad no puede ser producida por una influencia exterior, sino que funciona de adentro para afuera. Es la mente de Cristo en cada creyente, tener un mismo sentir, y de acuerdo con el apóstol Pablo, él dijo que esa era la característica de la Iglesia del libro de los Hechos. Para esto, debemos ser de una sola mente. Esto es lo que nos ordena el Señor.
Filipenses 2: 5-6 dice, “Haya, pues, en vosotros este sentir (mente) que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse…”.
Hemos dicho anteriormente, que la unidad de Cristo con el Padre es el patrón objetivo. Es el patrón que tenemos, es el ejemplo de nuestra unidad unos con otros. La unidad de Cristo con el Padre fue demostrada por Su identidad con el Padre. Esencialmente, el versículo dice, que Jesucristo es Dios. En las matemáticas, el estudio de la identidad es el estudio de aquellas cosas que, a pesar que son expresadas en términos diferentes, son sin embargo igual en valor, contenido, y definición. Aunque ésta no es la mejor analogía de la Trinidad, expresa varios de los atributos de esta Deidad trina. Dios el Padre, Dios el Hijo, Dios el Espíritu Santo son uno, son iguales y constituyen una igualdad eterna. También, todos los cristianos son iguales y constituyen una identidad, el cuerpo de Cristo, el cual es tan misterioso en su unidad, como lo es la Trinidad en Su unidad.
La unidad cristiana requiere que cada cristiano sepa personalmente y confiese públicamente, que todos los cristianos son iguales a los ojos de Dios. Ahora bien, esta no es la distorsión moderna de “auto-estima” del Evangelio de Cristo; esto simplemente dice que la unidad cristiana tiene como su base la igualdad total y completa de todos los creyentes. Ahora vamos a tomar esto, y clavarlo en nuestra mente, porque todo lo que he dicho en esta serie sobre la unidad, tiene que ver con que si Dios nos va a dar favor con Su presencia a donde nos envíe. Cada creyente va a tener que ser llevado a ese lugar de unanimidad. Esto es, cada uno de ellos debe ser puesto en el lugar que le corresponde en el cuerpo de Cristo. Para poder hacer esto, lo cual es esencialmente tu labor a través del Espíritu Santo, vas a tener que reconocer que cada creyente es igual ante los ojos de Dios. La idea de que un creyente es mejor que otro, fue excluida en Romanos 12. Totalmente excluida. La idea de que un creyente es inferior a otro creyente es excluida por Romanos 13 y 14. Es necesario que estudies estos capítulos.
La unidad cristiana se caracteriza por la identificación de todos los creyentes unos con otros, como iguales ante los ojos de Dios. Permíteme aclarar que esta igualdad no se mide de acuerdo a los datos personales objetivos, sino por la doctrina pura subjetiva. Dios dijo que todos somos iguales. Por lo tanto, afirmamos que somos iguales no importando si las circunstancias parezcan contradecir esa realidad.
Sin identificación con el Padre, el Hijo nunca hubiera podido tener esa unidad con el Padre. Su unidad no estaba en el ceder Sus oficios individuales únicos, sino en que ellos eran uno en esencia. Entonces la unidad en el cuerpo de Cristo no es tener igualdad de personalidad, de ministerios, o de talentos, sino es tener una sola mente en esencia, que es concedido por Dios a través de la gracia. No significa que somos iguales en los talentos físicos, en la habilidad mental, pero sí significa que tenemos la misma mente. Este mismo sentir reconoce que todos los creyentes son iguales en Dios.
Esta identificación es lograda en cuatro maneras. La primera es por un acto de la voluntad. Es imperativo recalcar la importancia de esta unidad, porque es aquí donde Dios envía Su vida, y no es posible que deje de recalcar el hecho de que tú como porta voz de Dios has recibido la responsabilidad de que esta unidad se lleve a cabo. Tú dirás que quizás hay alguien que no esté de acuerdo con esto. Lo que estoy diciendo es que si cumples tu función como portavoz de Dios, ellos se quedarán o sino se irán. Juan dijo que la razón porque ellos dejaron a Jesús, es que ellos no eran de El. Como ves, ellos no eran parte de esta visión. Ellos tuvieron que irse. Aquellos que están contigo se quedarán contigo, si eres fiel en predicar, proclamar, y traerlos a esta unidad. Si eres fiel, aquellos que no están contigo, te dejarán. Esa es una bendición de Dios. Aquellos que son de la visión se quedarán contigo.
A continuación tenemos cuatro maneras de llevarlos a esto. Número 1: Es un acto de la voluntad. La identificación objetiva de Cristo: Su igualdad era con el Padre a quien El mismo declaraba que era igual. Nuestra identificación es con aquellos a los cuales somos iguales; ésta es la identificación. Jesús fue igual al Padre por naturaleza; nosotros somos iguales unos a otros por naturaleza. La identificación de Cristo con el Padre hizo posible para El, el identificarse con nosotros, porque sólo Dios podía entender nuestra dificultad y encargarse de remediarla. Nuestra redención requería Su identificación con nosotros. La identificación de Cristo con nosotros fue lograda cuando El se despojó de sí mismo. Esto fue llevado a cabo por un acto de Su propia voluntad. La forma y la estructura de la palabra “a sí mismo” en Filipenses 2: 7, indica que esto fue algo voluntario por parte de Cristo. Jesucristo puso sobre sí mismo la responsabilidad de redimirnos. No había nada dentro de El mismo que necesitara redención; El no conocía pecado. El aceptó esto como una responsabilidad moral.
Este es el significado de Hebreos 2: 14-18: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”. Particularmente el versículo 17, “por lo cual debía…”, es la traducción de una palabra que significa “tener una deuda”. En el caso de Cristo fue una deuda que El asumió.
La aplicación de esta verdad por nuestra parte es que debemos voluntariamente, por un acto de nuestra voluntad, invitar y aceptar la igualdad, e identificarnos con aquellos a quienes Dios nos ha llamado a ministrar. Objetivamente nuestra identidad puede ser con grandes riquezas, gran poder, grandes talentos, gran educación, pero subjetivamente, esto es sin condescendencia o patrocinio, debe ser igual a todos los hombres y mujeres a los que ministremos; si no puedes hacer eso, no tienes derecho de ser un ministro de Dios. El es el Hijo de Dios, no el hijo de un Inglés, El es el hijo del hombre. Esto es universal. No importa el color de piel o el idioma que hablamos. Y si no puedes identificarte como un igual, entonces no tienes derecho de ser el portavoz de Dios.
Esto significa que asumimos la responsabilidad del fracaso de otros, aunque, y a pesar del hecho de que no somos responsables por su fracaso. Este es un paso doloroso, porque nos expone a un mal entendido, y es el insulto más hiriente a la carne. Es, no obstante, un paso esencial en el esfuerzo de mantener la unidad cristiana.
Número 2: Es invertir en otros. “Kenosis” se traduce por la frase “se despojó a sí mismo” (Filipenses 2: 7); lo que en realidad significa, es “vaciarse uno mismo.” El significado básico es simple. Jesucristo dio todas Sus riquezas en gloria, para que aquellos que no tenían riquezas, pudieran venir a ser ricos a través de El. Este es el significado de Pablo en 2 Corintios 8: 9: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”.
“Kenosis” depositó todo lo que El era en la cuenta de aquellos cuya deuda El determinó redimir. En nuestra “kenosis”, nos despojamos de nosotros mismos, de los bienes imaginarios que nos separan de aquellos a los cuales Dios nos ha llamado a ministrar. En Su “kenosis”, Jesús entregó bienes reales, para asegurar la redención de un indigno como yo. Ahora, en nuestra “kenosis”, damos ventajas percibidas para que podamos satisfacer las necesidades reales de otros; ése es el significado de Santiago, sin “acepción de personas”. Cuando tú y yo dejamos de hacer “acepción de personas”, entonces estamos preparados para vivir una vida de redención.
Número 3: Es sumergirse en las necesidades de otros. Ahora bien, estamos tratando con cuatro maneras de lograr la identificación de que todos los cristianos son iguales, que todos somos iguales. Hemos dicho que la unidad cristiana es identificación, y la tercera manera por la cual la identificación es lograda es que tú y yo seamos sumergidos en las necesidades de otros.
Jesucristo, cuya naturaleza lo hizo igual a Dios, llevó sobre sí mismo, como un acto de Su propia voluntad, la forma, la manifestación externa y la identificación con un siervo cuando El vino y se humilló para salvarnos; sin embargo, en nuestro orgullo no dejamos nuestros bienes imaginarios, para poder identificarnos con la gente que a veces pensamos son inferiores a nosotros. Nunca habrá un avivamiento en tales circunstancias de orgullo.
La palabra “siervo” es una traducción de la palabra “doulous” y significa “siervo para siempre”, “siervo voluntario”. Fue como una obligación de Su decision de despojarse a sí mismo, que ese Jesús, “como una deuda”, vino a ser un “doulous”. La “kenosis” requiere y resulta en “doulous”, o sea, un siervo para siempre. Jesucristo se despojó de la comunicación de Sus riquezas, de su presencia en el tercer cielo con el Padre, y se limitó a nuestro tiempo y espacio. El dejar el poder y la omnisciencia de la deidad para aquellos que el Padre amó, fue logrado cuando vino a ser un siervo. El entregó todas estas cosas, pero Jesús no las perdió; El las multiplicó para el beneficio de otros.
En esta manera vamos a comunicar las riquezas de Cristo a aquellos que Dios ama, viniendo a ser siervos suyos, y entregando nuestras vidas para poder multiplicar aquella vida en otros. A esto es a lo que Dios nos ha llamado. Esta es la lección de los cinco panes y los dos peces en Juan 6: 1-14. Es cuando tenemos esa naturaleza de un niño de dar todo lo que tenemos a Jesús, que nuestra insuficiencia es multiplicada para alimentar a muchos. Es una cosa hacer algo por elección, y otra cosa hacer algo por obligación. Muchos van a servir a los demás”, mientras es entendido que su servicio es una opción de su propia voluntad, pero cuando es obligatorio, empiezan a rebelarse.
Jesucristo logró la humildad máxima, aceptando como una obligación aquello por lo cual no era responsable. “Al que no conoció pecado, por nosotros se hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios, en él” (2 Corintios 5: 21). Este es uno de los puntos cardinales de la unidad cristiana, la aceptación como obligación de las consecuencias del fracaso de otros, a pesar de que no tenemos ninguna responsabilidad personal por ese fracaso. La unidad cristiana se obtiene inicialmente al darnos voluntariamente a otros como sus siervos, y finalmente como responsabilidad de dar involuntariamente, sirviéndoles permanentemente como esclavo siervos. Aquí es en donde el hombre carnal muere.
Número 4: Es la imitación del hombre. Para Dios, el ver a los ángeles, es un acto de humildad. Salmos 113: 3, “Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, sea alabado el nombre de JEHOVA”. Los ángeles son más altos en el orden de la creación que el hombre; sin embargo, cuando Cristo fue encarnado, El no tomó la forma de un ángel, El tomó la forma de un hombre. Ahora, la imitación de Cristo, no fue copiar los pecados del hombre, sino andar por los caminos en que ellos andaban, y mostrándoles cómo quería el Padre que vivieran. Esto es lo que quiere decir Pablo, en 1 Corintios 9: 19-23, “Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él”.
Esta no es la declaración secular cínica, de “cuando estés en Roma, haz como los romanos”; es la identificación por imitación de esperanzas, temores, debilidades, y circunstancias de otros, para que tengas la oportunidad de ministrarles a ellos. En otras palabras, estamos en este mundo, no somos de este mundo. No somos superhombres, es lo que Pablo está diciendo. “Yo sé lo que es ser lo que ustedes son. Yo sufro toda tentación. Paso por todo, yo sé lo que es estar ahí, pero sé también lo que es estar en Cristo”. ¿Qué está diciendo? Es estar entre ellos, no ser parte de ellos; pero aun así, ellos saben que es algo que está dentro de tí que te da esa habilidad.
Sin identificación, el creyente puede ejercer un concepto secular, pero nunca experimentará el servicio dinámico de la verdadera unidad cristiana. Es sólo cuando nos identificamos con El, que lo lograremos. Pablo dijo, “yo anduve por esta tierra como hombre. No soy Dios. Yo venzo al pecado por la vida de Aquél que está en mí. Soy tentado como ustedes. Aún tengo que afrontar al diablo cada día. Pero al nacer de Dios, yo puedo vencer. Puedo identificarme con ustedes en las pruebas y dificultades de la vida, y puedo estar de pie en medio de ustedes, identificándome con ustedes, pero sin embargo soy vencedor en esta vida”. La identificación es la unidad cristiana.