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Lección 5.- Sed, Pues Vosotros Perfectos

Lección 5.- Sed, Pues Vosotros Perfectos

Para ver a la Iglesia funcionando como tal, y a los cristianos actuando como Dios los ha llamado a actuar, tú como ministro, voz, y anciano de Dios en esta Iglesia, tienes que llevar esta verdad y edificarla dentro de su ser.

Vamos a leer en Mateo 5: 48, “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.

Vemos que el discípulo no es más que su maestro, pero que ese discípulo debe ser como su maestro. Estamos hablando de ser como Jesús como hombre. Entonces, ¿qué significa ser perfecto? El pensamiento de perfección es muy difícil que el hombre lo acepte. Antes que vayamos más lejos, no sólo pensemos, sino que conozcamos que Dios le atribuye perfección a varios hombres. Veamos esto: que a través de la Biblia Dios mismo le atribuye perfección a algunos hombres, sin importar lo que la gente religiosa te pueda decir.

Job fue un hombre perfecto de acuerdo con las Escrituras. Satanás no pensó que él era perfecto. Los amigos de Job no pensaron que él era perfecto (Job 8: 6-13). Job mismo no pensó que era perfecto (Job 42: 6). Pero Dios dijo que Job era perfecto, en Job 1: 8. Ahora, para el beneficio de todos, Dios nos dijo lo que era la perfección desde su punto de vista. Míralo, “Uno que teme a Dios y huye de la maldad” (Parafraseando). Huir de la maldad significa apartarse y evadir la maldad. Dios dice que ese hombre es perfecto. El hombre con esta descripción, cuando encaja en la vista de Dios, esto lo hace perfecto. La Biblia también dice, “Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones…” (Génesis 6: 9). Ahora bien, cuando Moisés dio el mensaje de Dios al pueblo de Israel, les dijo “Perfecto serás delante de Jehová tu Dios” (Deuteronomio 18: 13).

David declaró, “Entenderé el camino de la perfección cuando vengas a mí. En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa” (Salmos 101: 2). Todos estos personajes y muchos otros vivieron vidas de santidad, esto es, perfección, en aquellos días antes de la ventaja del Nuevo Testamento. Ahora bien, fue a la Iglesia del Nuevo Testamento a quien Dios le dio la Escritura completa “Toda la Escritura es inspirada por Dios…a fin de que el hombre de Dios sea (¿qué?) perfecto…” (2 Timoteo 3: 16-17). No fue sino hasta nuestra dispensación que Cristo fue predicado: “A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar (¿qué?) perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Colosenses 1: 28).

Fue a la Iglesia del Nuevo Testamento a la que Cristo dio apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, ¿para qué?; “a fin de perfeccionar a los santos…” (Efesios 4: 12). Fue a la Iglesia del Nuevo Testamento que El dio el Espíritu Santo, nuestro Consolador, maestro y guía (Juan 14: 16). Entonces, cuánto mucho más nosotros debemos ser perfeccionados en comparación con los del Antiguo Testamento que nunca tuvieron estas ventajas. Nosotros somos el templo del Dios viviente; como Dios dijo: “Habitaré y andaré entre ellos…Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, PERFECCIONANDO la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 6: 16-18, y 7: 1).

Estas promesas son para nosotros. ¡Podemos alcanzar la santidad perfecta en el temor de Dios!. Como Job, podemos temer a Dios y evadir el mal, y ser perfectos a los ojos de Dios. Mira por un momento la santificación completa. La Biblia enseña una vida de santidad, sin la cual nadie verá a Dios. El Espíritu Santo da el poder al creyente para obedecer el mandamiento “Sed santos, como yo soy santo” (1 Pedro 1: 16) Porque el Espíritu Santo es la misma santidad de Dios en el creyente. El mismo nombre “Espíritu Santo” implica lo que El es. Y en nosotros se convierte en la santidad de Dios. La santificación completa es la voluntad de Dios para todos los creyentes, y debe ser arduamente buscada, caminando en obediencia a la palabra de Dios. Puedes verlo en Hebreos 12: 14, 1 Tesalonicenses 5: 23-24, y 1 Juan 2: 6, donde nos muestran que ésta es la forma que debe ser. Llámalo como quieras, perfección, santidad, santificación completa – No es sólo posible, sino que además es el mandamiento de Dios para cada uno de nosotros. Como ministros de Dios, no sólo somos predicadores de esta verdad, sino que debemos ser ejemplos de esta verdad a quienes ministremos.

No debo perder la admisibilidad de la Iglesia, esto es la dimensión social de creer, al predicar algo y viviendo de otra manera. Esto ha sido el gran problema de la Iglesia. Hemos tenido predicadores en el púlpito que podían tener una gran sonrisa el domingo y religiosamente hacer una buena actuación en el púlpito, pero fuera de él, un desengaño; y la gran esperanza y hambre de los santos de Dios es el de encontrar realidad.

Debo vivir la santidad que yo predico para que la gente a quienes ministro, no sólo escuchen las palabras que vienen de Dios, sino que vean esas palabras realmente viviendo y obrando en mí. Y lo que sea verdad en mí para esta iglesia, será también verdad en esta iglesia hacia el mundo. Somos el modelo de práctica. No sólo debemos hablar la verdad, somos las columnas y los baluartes de la verdad. Debemos ser para este mundo una demostración de todo lo que Dios tiene y de lo que Dios dice en Su palabra.

Vemos a algunas de las fortificaciones de Satanás en las vidas de los santos de Dios. “Sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Pedro 1: 15). Por ejemplo, nuestra lengua es la avenida de más grande alcance para Satanás. “Sed, pues, vosotros perfectos” (Mateo 5: 48). El pecado es la fortificación del diablo para entrar en nuestra vida. Si le permitimos tener una fortificación, nos robará del poder de Dios. Una fortificación es descrita en la Biblia como una fortaleza. Por ejemplo, cuando una nación está en guerra contra la otra y una de ellas es invadida, los invasores tratan de poner una fortaleza dentro del territorio enemigo, y desde ahí se mueven hacia afuera para capturar toda la nación. Pero lo que es verdadero naturalmente, es verdadero espiritualmente. Si el diablo puede establecer una fortificación o una fortaleza en tu vida, entonces él se va a mover desde ahí y corromper todo el cuerpo. Jesús nunca permitió al diablo tener una fortificación en Su vida. “porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” (Juan 14: 30).

Jesús tuvo poder para cumplir aquello que El vino a hacer, porque El no permitió a Satanás ni un átomo de lugar en Su vida. Y El te dice a tí y a mí que no demos lugar al diablo. Dios no te manda a hacer lo que no puedes hacer. Tú no puedes hacer nada por tí mismo, pero Pablo dijo, “Todo lo puedo en Cristo…” (Filipenses 4: 13), y entonces cuando El me dice que no dé lugar al diablo, significa que El me ha dado poder para cumplirlo, igual como El hizo con Jesús. Nosotros somos llamados santos y somos amonestados a mantenernos libres del enemigo: “Ni deis lugar al diablo” (Efesios 4: 27). Si tú dejas alguna área en tú vida a Satanás desde la cual él pueda trabajar, él va a sabotear todo esfuerzo que tú hagas para Dios, y te robará del poder de Dios. Ten esto bien presente: la fortaleza de Satanás en tu vida impedirá que tú hagas las obras de Dios, como sanar a los enfermos, echar fuera demonios, etc. Presta atención: la única vía de alcance que Satanás tiene es a través de la carne. El no puede tocar a la nueva creación. Lo único que él puede hacer es que tú te tornes a tu propia naturaleza, es decir, al hombre viejo para hacerte obrar desde ahí. El no puede operar en la nueva creación. La Biblia dice que el que es nacido de Dios no puede pecar. Así que cuando la Biblia habla de no dar lugar al diablo, quiere decir no dejar ninguna parte del hombre viejo sin crucificar. Si tú haces las obras de la carne, entonces tú nunca vas a ganar esta batalla. Pablo dijo que la carne lucha contra el Espíritu y el Espíritu contra la carne, y éstos son opuestos el uno al otro, para que no hagamos lo que quisiéramos. (Gal 5:17)

Cuando le dejamos alguna puerta abierta a Satanás, como falta de perdón, envidia, división, lujuria, codicia, malicia, odio, amargura, autocompasión; todos estos son obras de la carne y es terreno para el diablo, y si lo dejamos ahí, Satanás va a ocupar esta área, y va a ser como Pablo dijo en Gálatas 5: 17, “…para que no hagáis lo que quisiereis”. Esto es, no podrás echar fuera demonios, ni sanar a los enfermos. Los demonios conocen el poder de Cristo y ellos conocen y temen el poder del creyente lleno del Espíritu. Ellos no temen a quien no es santo. Mira a los siete hijos de Esceva. Ellos dijeron “en el nombre de Jesús, el que predica Pablo”, en este nombre; trataron de decirle a ese demonio que salga, pero éste los atacó, los desnudó y salieron huyendo del demonio. El no tiene temor de los religiosos, no tiene temor de una iglesia que es sólo una sociedad de debate; él sólo teme al creyente lleno del Espíritu que sabe que, en el poder de Dios y a través del poder del Espíritu Santo, tiene poder sobre el diablo.

No hay forma de tener poder con Dios sin santidad. “…mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro” (Lucas 6: 40). ¿Cómo lograr tal santidad? No todo cristiano ha alcanzado la meta. Y no todo seguidor de Cristo tiene el poder que Dios prometió. Este poder fracasó en las manos de los apóstoles. En Marcos 9: 28 y en Mateo 17: 17 se repite la misma historia. Vemos el fracaso de los apóstoles para echar fuera un demonio. Estos hombres fracasaron en ciertos momentos de su caminar. ¿Qué paso? La carne ganó la preeminencia. Manifestaron enojo (Marcos 10: 41), ira (Mateo 26: 51), durmieron cuando debieron orar (Mateo 26: 40), desertaron con Jesús en Su más grande prueba (Mateo 26: 56). Esto significa que ellos dieron lugar a la carne. Esto ganó preeminencia en su vida, y por lo tanto, el poder fracasó en sus manos. Fracasará en las tuyas si tú dejas el altar y das lugar a la carne. Lo más triste que te puede pasar a tí como predicador y a la iglesia que tú pastoreas, es que aprendas a ser religioso sin Dios. Tenemos mucha imitación hoy en día; no tengo que hablar de esto, tú sabes que es la verdad.

Los apóstoles fracasaron en discernir el plan de Dios para la redención y reprendieron a Jesús cuando El les dijo que debía morir (Mateo 16: 22). Estos hombres no habían alcanzado la perfección, pero de veras deseaban ser perfectos; Dios los honró y no se avergonzó de ser llamado su Dios. No debemos desanimarnos cuando fallamos: hay una última perfección que sólo alcanzaremos cuando veamos a Jesús cara a cara. No aparece aún lo que seremos, pero sabemos que cuando El venga, seremos como El, porque le veremos tal como El es. Esta es la perfección máxima. No la alcanzaremos hasta que aparezca.

Hay un crecimiento en la gracia que debe continuar mientras permanezcamos en la carne. Nuestra perfección puede ser comparada con el fruto en el árbol: desde el momento que el pequeño botón aparece, la manzana en el interior, aunque muy pequeñita, puede ser perfecta. Aún no tiene tamaño, ni color, ni el sabor que eventualmente tendrá, pero en su estado presente es perfecta. Mientras que es cuidada, es regada y protegida de algunos elementos, se convertirá en una manzana madura y perfecta. Por consiguiente, hay una perfección en esta “fruta inmadura”.

Y fue esta perfección de “fruta inmadura” a la que Pablo se refirió en Filipenses 3: 15 “Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos…”. Tres versículos antes, Pablo dice esto, “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto” (Parafraseando). El no se está contradiciendo: aquí él está hablando de la perfección máxima de la fruta totalmente madura, que sólo será completa con la resurrección. Pablo no estaba desentendido de la perfección que se había logrado, pero con un espíritu cristiano verdadero, él no estaba satisfecho de permanecer en ese estado; aunque no proclamaba ser perfecto, él declaraba “sino que prosigo…” (versículo 12 ). No hay que detenernos antes de alcanzar la perfección máxima. Aunque el cristiano inmaduro puede ser perfecto ahora a los ojos de Dios, él cesará de ser perfecto cuando él no esté dispuesto a seguir creciendo. Date cuenta que cuando habitamos donde Dios nos puso en el nuevo nacimiento en Cristo, entonces cuando Dios nos mira, El sólo ve a Cristo. El ve en nosotros el ejemplo total de Cristo, y aunque hay mucho que desarrollar en nuestras vidas, aún así Dios nos ve como ya perfectos. Así que debemos creer desde aquí. Nunca debemos dejar de crecer; si continuamos creciendo en Dios, entonces Dios nos considerará perfectos como hizo con Job y otros personajes de la Biblia. Ahora, cuando la pequeña manzana verde deja de crecer, pronto se secará y caerá del árbol. La perfección debe ser mantenida y constantemente buscada. El crecimiento es mantenido a través del alimento, así que la Biblia dice, “desead, como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis…” (1 Pedro 2: 2). Un amor real por la palabra es una parte de nuestra perfección ahora, y ayuda mucho en llevarnos hacia nuestra perfección máxima cuando Jesús venga (2 Timoteo 3: 16-17). Hay protección para los que permanecen en Cristo. Todo depende de nuestra permanencia. Es solamente ahí cuando las promesas serán reales y podremos apropiarnos de ellas en Cristo. No importa cuál sea la tentación, no debemos pecar. “…pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podéis soportar” (1 Corintios 10: 13). “…el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1: 6). “Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal” (2 Tesalonicenses 3: 3).

Es posible vivir fuera del pecado. No ignoremos la maquinaciones de Satanás, que es astuto para confortar a los inmaduros, dándoles la última parte de Mateo 26: 41, “…el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”. Esta parte no debe ser declarada sin la primera parte, “Velad y orad, para que no entréis en tentación…” (Marcos 14: 38). “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5: 16). Escóndete detrás de la debilidad de la carne, y por cierto tendrás la muerte espiritual. “Porque el ocuparse de la carne es muerte…” (Romanos 8: 6). Dios ha provisto comida para tí en este libro, protección a través del Espíritu, y un poderoso medio para tú perfeccionamiento en la Iglesia (Efesios 4: 11-12).

No aceptes las sugerencias de Satanás aún cuando te mencione Escrituras. Yo te digo: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4: 7). Tú puedes ser perfecto, Dios dice que tú puedes ser perfecto. Este es el arma más sutil de Satanás: les dirá a los cristianos más fervorosos, lo que Faraón le dijo a Moisés, “…ofreced sacrificio a vuestro Dios en la tierra…” (Exodo 8: 25), en otras palabras, no te alejes mucho de este mundo. El (Satanás) va a usar predicadores para decirte que esta perfección no sólo es imposible lograrla, sino que es innecesaria. Si tú insistes, Satanás estará de acuerdo, pero dirá también, “No vayas tan lejos con Dios”.

No hay límites con Dios, ningún creyente ha conocido a Dios como El quiere que se le conozca. Si las obras de Dios están siendo manifestadas en esta vida, entonces Dios te mostrará que aún pueden ser mayores. Si esas obras están presentes como ellas deben estar, Dios dice en Hebreos 6: 1 “Vamos adelante a la perfección”. Pero no dejemos que el diablo nos desvíe por no haberlo alcanzado. Nos esforzaremos y caminaremos con Dios, porque estamos en un lugar de perfección de la “fruta inmadura”. Dios nos ve como perfectos , y si nos movemos en fe podemos hacer las obras de Dios.

 

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