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Lección 11.- ¿Qué Tipo De Personas Debemos Ser?

Lección 11.- ¿Qué Tipo De Personas Debemos Ser?

El avivamiento realmente es una renovación de la vida de Dios en este cuerpo llamado la Iglesia. Se tiene que tratar con muchas cosas para hacer que esta vida vuelva. Debemos reconocer que hemos permitido en la Iglesia cosas que la han envenenado. Lo falso se ha introducido y hay una mezcla trágica. Pero hay un clamor por algo real, y en estos últimos días, Dios va a tener ese tipo de pueblo. Yo creo que tú y yo hemos sido honrados por Dios, y llamados a tal posición. Hemos sido llamados, y lo creo honestamente, a ser aquel vaso a través del cual Dios se va a derramar a la mayoría de los cristianos que se van a volver en estos últimos días.

Así que estamos tratando con todo lo que se relaciona con el avivamiento: el pueblo; el Dios del avivamiento; la oración; y la dinámica de ella; qué es lo que prevalece con Dios; y la predicación como debe ser. De todo esto vamos a tratar en este capítulo. ¿Quién va a ser este vaso? Pienso mucho que tú y yo vamos a decidir por nosotros mismos. “Muchos son los llamados, pocos los escogidos”.

En 2 de Pedro 3: 9-11, vemos que: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa MANERA DE VIVIR!”. “¿Qué tipo de personas deberíamos ser?” Esta es la pregunta que Dios hace a cada hijo suyo que es parte de estos últimos días.

Con seguridad somos el pueblo a quienes el fin de este mundo ha llegado. Estamos enfrentando actualmente lo que el apóstol Pedro describió en nuestro texto. Viendo que están ocurriendo todas estas cosas, debemos ver dentro de nosotros mismos si tenemos lo que debemos de tener ahora para enfrentar el fin de esta era. En cada generación han habido ciertas señales que muestran el retorno de Cristo. Es esta esperanza que ha guardado a los elegidos de Dios. No ha habido una generación desde que Jesús se fue, en la que no hayan habido algunas señales cumplidas sobre Su venida, y ha sido esto lo que ha mantenido viva la esperanza que nos purifica. Es sorprendente cuánto habla el apóstol Pedro en estas dos cortas epístolas, sobre la venida de Cristo y el final de esta era. Con el pensamiento del fin, el Espíritu Santo puso gran énfasis sobre qué tipo de personas debemos ser nosotros que estamos viendo lo que está por llegar. Con este pensamiento, quiero establecer lo que yo creo en cuanto al tipo de personas que debemos ser para cumplir el propósito de Dios en estos tiempos finales.

Primero que nada debemos ser un pueblo posesionado con la visión y propósito de Dios. Somos co-agentes con Dios, socios del Todopoderoso en el asunto de la redención. Dios vive en nosotros y si este mensaje va a ser predicado, tiene que ser por nosotros. La visión de Dios y Su propósito deben ser renovados en la Iglesia, al extremo que nos lleve más allá de los límites de la razón humana.

He dicho una y otra vez que hay un ingrediente que falta aquí. La Iglesia no es lo que era al principio, con seguridad no es lo que Dios se propuso que la Iglesia sea en los tiempos finales, pero también reconoce que Jesús dijo, “…sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra esta ella” (Mateo 16: 18). Así que tú y yo sabemos que habrá una Iglesia, y será hecha de gente que esté totalmente posesionada con la visión y propósito de Dios al final de los tiempos. Jesús describió a la gente de los tiempos finales. En Mateo 11: 12, El dijo que el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan.

Nuestra visión debe incorporar al hecho que Dios estaba en Cristo, reconciliando al mundo (y a la Iglesia) consigo mismo. Cristo está en nosotros llevando a cabo esta reconciliación. Debemos ver que este Cristo que está en nosotros, es el mismo Cristo que encontramos en el Evangelio. Debemos verlo a El como sanador de toda enfermedad; y no sólo debemos verlo así, sino que nuestra predicación debe presentarlo como sanador de toda enfermedad. Debemos proclamar esto con una osadía tal, que el mundo no lo pueda resistir. Debemos predicar a este Cristo como la respuesta para toda situación.

La visión nos debe llevar más allá de las murallas derrumbadas, las puertas quemadas y los demonios de incredulidad. Debemos, a través de los ojos de Dios, ver ese candelero todo de oro. Esta visión nos debe gobernar en todo momento. Debemos llegar al punto, como Pablo, de poder decir, “Para mí el vivir es Cristo”, porque ese Cristo abarca esta visión. Pablo dijo que no tenía otra razón para vivir, sólo ésta. Si vamos a ser ese pueblo del fin de los tiempos a través de quien los propósitos de Dios van a fluir, debemos estar entonces, totalmente consumidos con la visión de lo que Dios está haciendo, debemos ser un pueblo posesionado por El. ¿Sabes? en el transcurso de mi vida he sido intrigado por la gente que se ha levantado, generación a generación; aquellos que se han levantado y han dominado la escena de su generación.

Sea que eran buenos o malos, hay una característica en ellos que necesita ser observada por nosotros, especialmente si estamos determinados a ser la voz de Dios en este tiempo. En el estudio de estas personas, tenemos a Genghis Khan; cuando él tenía 13 años, él se escondió detrás de un arbusto y observó cómo unos asesinos quemaban su casa y mataban a su pueblo. Y él juró ahí que él se vengaría. El salió de las llanuras del desierto de Gobi con 200,000 hombres fuertes. El saqueó la tierra; cruzó los Alpes hasta Hungría dos veces, y galopeó de regreso. Cuando él murió, cargaron su cuerpo 2,000 millas para enterrarlo en el desierto de Gobi, y todo ojo que vio ese funeral murió. Se levantó de esta humildad para convertirse en el hombre más temible del Siglo XI. ¿Cómo él hizo esto? Por la visión. Era que él estaba poseído. Para Genghis Khan el vivir era Satanás. Esta es la razón: él fue poseído por Satanás; la visión nació en él y Satanás lo llevó a los fines de la tierra. Igualmente Hitler se levantó sintiendo que él iba a ser el señor de la tierra. Se convirtió en el señor de Europa y creció con ese sueño dentro de él, poseído por el diablo. Totalmente poseído. Cuando su organización, camisas marrones, se destruyó, fue a prisión, y cuando salió, caminó por las calles de Viena como un fracasado para todos, menos para él mismo. Pero él se levantó de esta humildad como el hombre más terrorífico que jamás cruzó Europa. El estaba poseído, impulsado por una visión. Las mujeres no contaban para él, nada contaba, sino ese sueño loco que lo poseía. Pablo dijo, “Para mí el vivir es Cristo”. Si tú y yo como los ministros de Cristo vamos a ser la voz de Dios en esta era que termina, y realmente nos importa llevar esta tierra al conocimiento de Cristo, entonces, también debemos ser poseídos.

Segundo, no sólo debemos ser poseídos de esta visión, sino que debemos ser gente comprometida. Esta es una generación de los no comprometidos. Es una era de matrimonios de prueba, abortos, suicidios y divorcios. Hemos engendrado una generación que se derrite bajo un sol caliente. Cada iglesia ha caído en la tontería de lo que ellos llaman grupos de apoyo. Tenemos grupos para apoyar a los gordos, los flacos, los divorciados, los vueltos a casar, tenemos de todo. Este es el día de los psiquiatras, grupos de apoyo, y traumas pasados. Este espíritu flojo, desertor y que huye, ha invadido la Iglesia.

No sólo debemos tener una visión de la grandeza de Dios, sino que tú y yo debemos estar comprometidos para ver a nuestro gran Dios manifestándose entre nosotros. El desorden espiritual no vino de la noche a la mañana, y no se irá así; pero se irá si Dios puede encontrar un pueblo, quien, habiendo hecho todo, estará firme. Dios da visión y compromiso a estos hombres de altar, quienes como Jacob dicen: “No te dejaré, hasta que me bendigas”. Tal compromiso sólo puede nacer de una visión, de una realidad de Dios. “el que se acerca a Dios crea que le hay…” (Hebreos 11: 6). Dios se comprometerá a Sí mismo con aquellos que se comprometan con El. La promesa de Dios es, “Si tú lo haces, yo lo haré”. (Parafraseando 2 Corintios 7: 14).

Hoy hay una guerra que pelear y una victoria que ganar, pero debe haber un compromiso hecho, y no puede haber una puerta de escape. Debe haber una visión que nos inspire, y un compromiso hecho en el altar que le diga a Dios, “yo estoy aquí hasta que la respuesta llegue”. Ese compromiso nace de la disciplina. Pablo dijo: “El amor de Cristo me constriñe” o me disciplina. La visión de lo que El quiere debe impulsarnos más allá de los límites de la razón humana, hasta que nos comprometamos sin reservas, no sólo a ser lo que El quiere que seamos, sino a hacer lo que El quiere que hagamos. El nos puede enviar a las regiones más apartadas de este planeta, no importa; debemos ser un pueblo comprometido. Esta consagración debe ser hecha para el propósito que estamos viendo. Si Dios va a usar tu vida, entonces tiene que haber un compromiso donde podamos decir con el apóstol Pablo, que somos un pueblo de una sola visión, un pueblo comprometido. ¿Qué tipo de personas debemos ser?

Tercero, debemos ser un pueblo valiente. Una fe tímida será intimidada. La oración de los primeros santos era, “…concede a tus siervos…denuedo…” (Hechos 4: 29). Esta oración hizo que la casa temblara. A Dios le agradaba esta oración. Armado con la verdad que “…no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 12).

El impío Ingersoll era como un cuchillo introducido a los clérigos de su tiempo. El vino a una comunidad y alquiló un salón para predicar su doctrina de ateísmo. Cuando llegó el tren, ministros de la ciudad y el clero lo encontraron en la estación, y le dijeron, “no queremos que prediques esta doctrina infernal delante de nuestros niños”. Y el dijo: “¿por qué no, caballeros? Por lo menos, yo creo en lo que estoy predicando, ustedes no creen en lo que predican”. Los ministros quedaron atónitos al ser acusados por un ateo, que ellos ni siquiera creían el evangelio que ellos predicaban. Y ellos dijeron: “¿por qué se atreve a hacer esta acusación, y de dónde viene?”. Ingersoll dijo: “Si yo realmente creyera que hay un lago de fuego llamado infierno, y los hombres que no crean en este Jesús del cual predican van a ir a pasar la eternidad en ese fuego, entonces yo iría por las calles y agarraría a cada persona, y no la soltaría hasta que yo le pudiera advertir de la ira que está por venir”.

¿Qué tipo de personas debemos de ser? Debemos ser un pueblo con visión, un pueblo comprometido y un pueblo osado. “…concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra” (Hechos 4: 29). La palabra es Dios (Juan 1: 1). Hablar con denuedo la palabra ,es declarar el carácter de Dios, quién es El y qué hace. ¿Cómo Dios concede y da este denuedo? “Mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre (carácter) de tu santo Hijo Jesús”. (Hechos 4: 30). “Denuedo” es traducido de una palabra que significa “hablar francamente, osadamente, con seguridad y confianza”. “Denuedo” es hablar en fe concerniente a la grandeza de Dios. “Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección…”. (Hechos 4: 33). La palabra “poder” es traducida de una palabra que significa poder milagroso, y usualmente implica un milagro en sí mismo. Significa poder, fuerza, violencia, y habilidad.

El denuedo por el cual oraban no era un denuedo sólo para decirle a un hombre que sea salvo, sino un denuedo para manifestar a Jesús, lo que El es verdaderamente. En esta era de escepticismo, y de la Nueva Era, cuando los hombres están yendo a las religiones orientales, metiéndose en el ocultismo, es tiempo que la Iglesia se levante y predique a Cristo que es Todopoderoso para hacer mucho más abundantemente de lo que pidamos o entendamos. Osadía o denuedo es declarar a los enfermos que Jesús te puede sanar totalmente, a los poseídos por demonios que no tienen que vivir de esta manera, a los millones que han venido a ser víctimas de las drogas en esta hora, declararles que no necesitan una casa de rehabilitación, y que no necesitan de un lugar en el cual les enseñen cómo vivir. ¡Jesucristo puede librarte en el altar ahora, en este momento!

Esta es la osadía, la grandeza de Dios; con gran osadía ellos proclamaban esta gran verdad. Debemos orar y volver a esto. Debemos ser gente con visión. Tenemos que ver lo que otros no pueden ver. Debemos ver la grandeza de Dios actuando en estos tiempos. Esta visión debe impulsarnos más allá de los límites de la razón humana, a que nos comprometamos a esto como la única razón de nuestra existencia. Y debemos ser esta gente osada para proclamar esta visión en medio de un mundo que cree que Dios es cosa del pasado.

Y cuarto, y esto también de mucha importancia, ser un pueblo compasivo. No somos robots. Somos personas con vida. Para ayudar a la gente, debemos de tener compasión. Nuestra prédica debe ser con el amor de Dios. Debemos predicar con convicción. Debemos proclamar nuestro mensaje. Debemos predicar sobre el pecado tal como es. Debemos de predicar de la justicia de Dios. Debemos predicar un infierno que quema y un cielo maravilloso. Jesús siente nuestros dolores; como el cuerpo de Cristo, debemos también nosotros sentir el dolor de otros. La fe obra por el amor; Dios da fe, y Dios da la habilidad de soltar esta fe que el da. Dios es amor. La fe obra por el amor, significa que la fe obra por Dios. Dios mira a los quebrantados, los tiernos, los compasivos. Como Jesús fue, así somos nosotros en este mundo. Jesús fue un hombre que tenía compasión. Jesús se preocupaba por la gente. El lloró por Jerusalén. ¿Cuánto has llorado por E.E.U.U o por tu país? Si tú quieres alcanzar esta comunidad a la que Dios te llama, tú vas a tener que ser capaz de llorar por esta comunidad, así como Jesús lloró por Jerusalén.

Tiene que haber una preocupación por otros; Jeremías parado a la entrada de Jerusalén llorando decía: “¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas” (Jeremías 9: 1), y cuando lloró, él decía a los que entraban y salían por esta puerta, “¿no les afecta a ustedes lo que está sucediendo?” Ese es el Espíritu que tiene que tomarnos a nosotros. Debemos ser un pueblo de compasión. Jesús lloró en la tumba de Lázaro. El sabía que ese hombre iba en unos momentos a salir de la tumba, pero aún así lloró. Si Jesús realmente vive en y a través de nosotros, seremos personas con compasión, seremos personas interesadas por otros. Así que la pregunta es: ¿Qué tipo de personas debemos ser? Debemos ser personas que no puedan ser sacudidas, un pueblo conformado a la imagen de Cristo, un pueblo que ha visto a Jesús y al verlo a El, pierde la vista de todas las otras cosas, cuyo único propósito para vivir es conocerlo a El y hacerlo conocido.

 

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