Lección 15.- La Tentación Analizada
Este capítulo va a tocar más nuestra área personal. Hemos estado viendo a la Iglesia y lo que tiene que acontecer con ella, pero ahora vamos a hablar sobre la tentación.
Mucho de lo que tenemos que decir es acerca de tí como instrumento de Dios que debe ser usado para traer este cambio, que significa la expulsión del caballo de Troya del que hemos estado hablando antes.
Vemos en Mateo 4: 1-6 que, “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, le puso de pie sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios…”; observa que él siempre está poniendo dudas; él no ha cambiado, hará lo mismo contigo; empezó con Eva, también lo hará contigo. Aquí está él con Cristo diciéndole todas estas cosas.
Siempre tienes que tener cuidado de quién está predicando el Evangelio. El diablo puede predicar el Evangelio en su propio estilo. Tienes que darte cuenta de esto; aquí se lo está predicando a Cristo. Como estos versículos nos dan perfecta comprensión sobre el significado y dominio de la tentación, aprendemos varias cosas importantes, y pienso que es imperativo que aprendamos acerca de esto, y podamos llevar a cabo lo que se nos ha encomendado hacer en los días finales.
Primeramente, es necesario enfrentar y vencer la tentación porque este es el único camino hacia la estabilidad de carácter y progreso espiritual. Las tentaciones siempre tocan los puntos vulnerables; ésa es su manera principal de funcionar y su gran peligro. Debemos ser probados, y las pruebas van a venir para tocar tus puntos más vulnerables; esto es absolutamente necesario, porque Dios va a fortalecer y a estabilizar tu carácter a través de las tentaciones.
Ahora, en un mundo con dos caminos para escoger, lleno de conocimiento ilegal y demandas que contrastan entre lo bueno y lo malo, cada instinto del espíritu, alma y cuerpo tiene que pasar por la prueba severa de la tentación. No pienses que sea algo extraño cuando estas cosas te ocurran a tí. Vas a encontrarte con ellas frente a tí cuando comiences en el trabajo de la vida a que Dios te ha llamado; o si estás resumiendo ese trabajo espero que sea con un mayor conocimiento y que estes en un mayor grado convirtiéndote en esta verdad que Dios te ha dado a conocer. Vas a pasar por ella una y otra vez, hasta que salgas purificado y estabilizado en Dios. Podemos estar seguros de que toda tentación que viene a nosotros, viene porque se conforma exactamente a nuestra situación. Sólo podemos ser tentados en los puntos en que somos sensibles a ese tipo de situación en particular.
Es verdad que, en un sentido, nosotros somos los que atraemos esas tentaciones hacia nosotros mismos, debido a esas cosas y deseos en nuestras vidas. De todos los deseos de la vida que nos avisan de su presencia, nosotros automáticamente seleccionamos y respondemos a aquellos con los que tenemos afinidad; en otras palabras, ellos nos atraen.
Quiero decirte que por cada atracción que viene en una dirección en la naturaleza de las cosas, hay una oposición en la otra dirección. Por ejemplo, si uno proviene de la carne, el otro proviene del espíritu y viceversa. Entonces podemos ver que en esta instancia estamos obligados de hacer una elección. Lo podemos lograr, si conocemos el secreto del Espíritu. No nos enfrentamos a la carne con un “NO” ineficaz que sólo va a dejar el conflicto sin resolver, o que apenas nos gana la victoria; debemos enfrentarla con la alternativa positiva y sublime del Evangelio: “Cristo nos ha liberado de la maldición de la ley”. Pero lo que deseo enfatizar sobre este punto es que siempre se trata de una elección.
La tentación produce una elección. Cuando el enemigo vino contra Adán, él tuvo que escoger entre dos opciones. Dios dijo, “el día que comas de este árbol, morirás”. Pero también estaba en el huerto del Edén, el árbol de la vida. El propósito de Dios era que comiera del árbol de la vida, y progresara en expresar a Dios mismo en el universo, pero la tentación de Satanás era que él hiciera la elección equivocada.
Siempre funciona así, desde entonces y hasta ahora. Con Cristo, Satanás hizo lo mismo; intentó que El actuara en forma independiente al Padre.
La tentación viene en el punto más vulnerable, y siempre hay una elección que hacer: o permanezco en mi propia posición, o voy a permanecer en Dios. Cuando hacemos la elección correcta, como ya dijimos, Cristo me ha librado de la maldición de esta ley, y se ha ganado una victoria que es real y completa.
La atracción de la tentación desaparece, y entonces es tragada por la más grande atracción del alma del Cristo vivo. Somos atraídos a Cristo. Los instintos del alma o del cuerpo, que estaban previamente divididos, son ahora centrados y satisfechos en Cristo; la tentación ha desaparecido, no que los estímulos no estén presentes en el mundo, sino que la atracción contraria del Señor ha llenado totalmente a esa persona. Entonces cuando llegamos a ese punto, el gozo del Señor se convertirá en nuestra fortaleza.
En toda la Biblia, siempre vas a descubrir que ha habido una elección que hacer. Ya hablamos acerca de uno de los primeros principios sobre la oración prevaleciente de permanecer en Cristo. Permanecer en Cristo es siempre una elección. ¿Voy a permanecer aquí? Yo debo saber lo que El quiere, y escogerlo. No habría ningún tipo de tentación si mi carne no estuviera tratando de llevarme por la dirección equivocada.
Yo soy el que elijo, y Dios me permite vivir con esta elección. Dios nunca te fuerza a escoger Su voluntad, pero si tú escoges Su voluntad, Dios entonces te dará el poder para que ejecutes esta voluntad. Ese poder entrará en acción, y Dios te ayudará, para que obedezcas lo que has elegido.
¿Recuerdas a los tres jóvenes hebreos? Ellos tuvieron que elegir, ya sea arrodillarse y salvar su vida, o pararse con Dios; y ellos no sabían si iban a ser quemados por el fuego, porque cuando Nabucodonosor les preguntó, “¿quién es el Dios que los va a liberar?”, ellos dijeron, “no sabemos si El nos va a liberar o no, pero no nos inclinaremos”. ¿Te das cuenta?, ellos tuvieron que hacer una elección, y debido a que escogieron a Dios, no se quemaron en ese fuego; pudieron permanecer firmes.
Igual es contigo: en todo caminar, toda tentación, tienes que hacer una elección de pararte en tu propia posición o pararte en Dios. Si escoges a Dios entonces no puedes fallar. Tu elección es puesta en acción a causa de la tentación, y esto integra tu naturaleza en Dios; y un paso más hacia adelante ha sido dado en la formación del carácter espiritual que siempre va a usar Dios.
En algunos casos, es una gran contienda con la tentación, como con Cristo en el monte, haciendo una elección de tal magnitud hace que el alma pase completamente fuera del alcance de esta tentación en particular, y en ese momento se establece totalmente en Dios.
En algunas instancias, las repetidas contiendas y elecciones, frecuentemente entremezcladas con derrotas, forman una senda gradualmente ascendente a una victoria habitual. Debemos saber que muchos ataques de tentaciones son por nuestra propia falta. Si mantenemos un andar cercano con Dios, seremos inmunes a ello. Cristo batallaba mientras los discípulos dormían, y cuando llegó el momento terrible, Cristo estaba calmado mientras que los discípulos huyeron. Esta es una lección para nosotros. Estamos rodeados de pruebas, y tú y yo necesitamos conocer estas cosas y saber lo que está aconteciendo. Atraemos estas cosas encima de nosotros mismos.
Es correcto temer a la tentación y no buscarla, aun menos darle la bienvenida. Debemos orar diariamente, “No nos metas en tentación”, pero al mismo tiempo, podemos ver que la tentación es nuestro campo de batalla, y una oportunidad para vencer. En las tentaciones, salen cosas que nunca pensamos que estaban ahí. Es sólo cuando estamos tentados que realmente podemos conocer aquellas cosas que están en nosotros que impiden nuestro progreso para llegar a la plenitud de Cristo; por consiguiente, las tentaciones son una necesidad.
En el caso de Cristo, no había nada en El, pero como hombre El tuvo que encarar la tentación. En Mateo 3: 17, puedes observar que hay una voz que dice, “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Cristo había sido reconocido y bautizado, y el diablo lo tentó ahí mismo. No pienses que es algo raro que estés pasando por las tormentas, y que aún vas a atravesar más, porque son necesarias para que seamos limpiados y purificados.
El desierto no está a miles de millas de tu camino, sino delante tuyo, si te mantienes caminando con Dios; y es una teología pobre la que te va a guiar a creer que puedes pasar a hurtadillas la serpiente. Vas a tener que encontrarte con ella en el camino, porque es sólo cuando pasamos estas tentaciones que nuestro carácter va a ser afirmado. La Biblia dice, “si te juzgas a tí mismo, no serás juzgado”. ¡Oh, qué gran verdad es ésta!; esto explica por qué entonces nosotros tenemos que encarar como cristianos, las cosas que se nos presenten.
Hay una gracia barata que enseñan por ahí que dice que todas las dificultades que enfrentas en la vida son por el diablo y Dios no tiene parte en ellas; pero tienes que rechazar esto porque nunca te conoceras a tí mismo, a menos que Dios permita que el diablo te ataque.
Nunca vas a conocer cuál es la unión más débil de una cadena hasta que jalen de ella, y nunca sabrás cómo juzgarte a tí mismo hasta que te conozcas a tí mismo, y nunca te conocerás a tí mismo hasta que enfrentes a tu “yo” en las tentaciones.
Finalmente una cosa tiene que quedar aclarada: la tentación no debe en ningún sentido ser confundida con el pecado; en ningún caso la tentación es pecado. Todos los instintos humanos son por naturaleza neutrales: no son ni buenos ni malos por ellos mismos. Lo bueno y lo malo reside en el corazón y en la voluntad; esto gobierna y dirige estos instintos. Por lo tanto, ser atraído por un instinto es natural y normal. No hay ni habrá nadie que no tenga pensamientos que vengan a su mente que no son pensamientos puros. Vemos algo que no debemos ver y, sin darnos cuenta, vienen los malos pensamientos. No es pecado si nos vienen estos pensamientos. Es pecado sólo cuando tú los retienes en tu mente; así que no dejes que el diablo te condene cuando vengan estos pensamientos. Vendrán, pero esta tentación no es pecado; pero si tú los retienes se convertirán en pecado.
En su teología sistemática, el Hno. Finney enseñó algo (y cuánta verdad hay aquí), que no hay ningún valor en aquello que no tiene que ser resistido. Por ejemplo, la Biblia dice que si alguien te pega en la mejilla dale la otra mejilla conozco sin embargo muchas personas que voltearían la otra mejilla, porque tienen temor de no hacerlo. No hay ningún valor en esto. Pero cuando un hombre te golpea y la voluntad y todo en tí se levanta para devolverle el golpe, pero no lo haces, has ganado entonces una batalla contra la tentación y esto afirma el carácter, porque en esta decisión fuiste fortalecido. La próxima vez que te ocurra será más fácil, porque la forma en que reaccionaste la primera vez, va a ser la forma en que quieras reaccionar la segunda vez. Si hay temor, o su sustituto la fe; ira, o su substituto amabilidad; orgullo, o su substituto alabanza de otro; codicia, o su substituto amor, todo va a depender de la elección que tú hagas, ya sea que sea pecado o no. La codicia se te va a presentar si eres un ser humano normal, pero el amor también va a estar presente, y la elección que tú hagas va a determinar si esta tentación se convierte en pecado, o si esta tentación es sólo una tentación que tenías que enfrentar y vencer en este camino real de ser conformado a la imagen de Cristo. Así es como el carácter (porque debes darte cuenta que la santificación es en su misma base un intercambio de una vida por otra) es conformado a la imagen de Jesucristo. Es reemplazar la vida antigua con la vida de Cristo, y es la misma esencia de la santificación.
Mientras nos movemos progresivamente en esta línea hacia la imagen de Cristo, entonces Dios va a hacer que veamos lo que hay en nosotros que no es de Cristo; y vamos a tener que tratar con esto, pero hasta que conozcamos esas cosas, nunca podremos tratar con ellas. Este proceso de conformarnos a Cristo es lo que llamamos santificación.
Dios dijo que Cristo ha sido hecho nuestra santificación. Esto significa que yo recibí instantáneamente la santificación cuando nací de nuevo, pero el proceso de esta santificación es que estoy siendo conformado a la imagen de Jesucristo. Un día, esta imagen será moral y espiritual: yo recibiré un cuerpo como Su cuerpo glorioso si entro en el rapto de la Iglesia. Pero el ser conformado a Jesús ahora, simplemente significa que Dios está reproduciendo el carácter moral de Jesucristo en nosotros que hemos nacido de Cristo. Para que El pueda hacer esto en nosotros, El debe permitir situaciones en nuestra vida que nos muestren lo que hay dentro que no es de Dios.
Creo que mi esposa fue una de las mejores madres que he conocido. Fue una gran mamá. Al criar a nuestros hijos ella sabía lo que era enseñarles a aceptar sus responsabilidades en el tiempo correcto. Si tú no sabes hacerlo en el tiempo correcto y tratas de forzar al niño a hacer ciertas cosas en una edad muy temprana, entonces vas a poner obstáculos para su desarrollo normal. Pero si también esperas demasiado, vas a hacer que sea muy difícil para que ese niño pueda superar eso en el proceso de convertirse en un ser humano bien integrado. Recuerdo que, por ejemplo, cuando mi hijo supo lo que era una cuchara y pudo tomarla en su mano, sólo tuvieron que pasar pocos días para que el biberón desapareciera de nuestra casa. El niño no tenía problemas con sus dientes ni tuvo necesidad de biberón o chupón hasta los 3 ó 4 años como algunos niños, ¡qué tragedia! Igualmente, cuando mi hijo llegó a aprender más, y pudo usar un pequeño bacín, mi esposa dejó de lavar pañales. ¿Te das cuenta?, si hubiera permitido a nuestro hijo que use biberón hasta los 2 ó 3 años , entonces se hubiera formado de un mal hábito; no sólo sería un medio de obtener alimento, sino seríá un hábito que es muy difícil de romper.
Pablo dijo, “cuando yo era niño, actuaba como niño, pero cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”. Dios ha tolerado muchas cosas en tu vida, y la Sangre te ha mantenido limpio mientras crecías. Cuando naciste de nuevo verdaderamente, el adulterio y todas esas cosas de inmediato desaparecieron. Pero los pecados del espíritu, los regaños, el enojo y las actitudes incorrectas, salen a la luz muchas veces y Dios permite que tú los enfrentes para que puedas darte cuenta de lo que no es Cristo en tu vida; entonces El te dice, “deja todo esto”. Si no tratas con esas cosas en el momento correcto, vas a seguir en tu vida cristiana permitiéndolas, y vas a comenzar a pensar que todo está bien y que no hay nada malo.
Entonces, cuando hay una acción en una dirección, siempre va a existir una acción en la contraria. Eso es lo que significa, “el deseo de la carne es contra el Espíritu”. En ese momento crítico, si yo doy lugar a ese deseo, entonces se va a convertir en pecado. En ese momento no por el hecho que vino la tentación; eso no es pecado; pero si doy lugar a ese deseo, sé que ahora es pecado. Existe esta acción en oposición por parte del Espíritu Santo diciéndome lo que no es de Cristo, pero si yo me rindo a ese deseo se convertirá en pecado; de otro lado, es solo una tentación y la puedo reconocer y vencer.
Vimos, entonces, qué es la tentación y cómo puede ser un medio para afirmar nuestro carácter. Tienes que saber dónde ubicar las prioridades si quieres ser ese vaso que Dios te ha llamado a ser.