Lección 10.- Cumpliendo El Gobierno De Dios
Este capítulo trata con la Iglesia, su tarea, su trabajo, pero también trata acerca de nuestras vidas en el ministerio. Dios está formándonos para que nos convirtamos en esta vasija de la cual hemos estado hablando hasta ahora.
En Lucas 22: 29, tenemos a Jesús hablando a aquellos hombres, en quienes la responsabilidad de la Iglesia y su ministerio ha sido puesta. El habló diciendo, “Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí”.
En uno de los capítulos recientes demostramos que las condiciones para el avivamiento o movimiento de cualquier grupo era el descontento. El descontento por sí mismo no crea invariablemente un deseo de cambiar. Otros factores tienen que estar presentes antes que el descontento realmente se vuelva en desafecto. Uno de estos factores de los que quiero discutir hoy, es “un sentido de poder”. Primero que todo, el mismo hecho que estés estudiando esto, me dice que no estás satisfecho con la forma cómo están las cosas espiritualmente en este mundo y en la Iglesia como un todo. Tú has llegado a este lugar para que tú y yo reconozcamos que las cosas no están bien. Leí el libro de Hechos, y no creo que seamos ni una décima parte de la Iglesia descrita ahí, y por lo tanto, hay una insatisfacción en mí. No de Cristo, no de la Biblia, no de lo que veo que es la Iglesia, pero sí de lo que es la Iglesia como la conozco.
Hay un descontento pero se necesita más que esto antes que se establezca el desafecto; luego tiene que haber un gran sentido de poder. Aquellos que están intimidados por lo que les rodea, no piensan en un cambio, no importa cuán mala sea su condición. Los hombres están controlados por las reglas hechas por la religión. Siempre están con miedo de romper con el “status quo” (nivel moral promedio de vida). Pero yo debo recordarte que en la historia, los grandes avivamientos del pasado han sido siempre a través de hombres que se desprendieron de lo que ellos eran. Dios nunca en la historia de las cosas ha podido revivir un sistema una vez que se ha perdido para El. Por tanto los hombres que están intimidados por lo que les rodea nunca, nunca serán hombres que Dios va a usar. Los hombres con ímpetu para iniciar grandes cambios, usualmente sienten que poseen un poder irresistible. Esto es verdad con los movimientos de masa, ya sea espiritual o de cualquier índole.
En el caso de Hitler, cuando él lanzó este movimiento de masas del nazismo, él creyó que estaba en posesión de un poder que no podía ser resistido. Lo mismo pasó con Lenin, cuando él movió el mundo hacia el comunismo. Como ves tiene que haber esto. Los hombres con empuje hacia el cambio, tienen que tener esto. Jesús dijo, “os doy potestad …sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañara” (Lucas 10: 19). Estas son las palabras de Jesús a su Iglesia; a esta Iglesia a la que tú y yo hemos sido llamados a traer existencia, o a renovarla en lo que fue originalmente. No hay preguntas que hacer sobre la absoluta palabra de Dios, sino simplemente decir que la Iglesia tiene en posesión el poder que se necesita para realizar este cambio. ¿Por qué entonces no hemos podido poseer la tierra? Bueno, uno puede pensar que la mera posesión del poder era todo lo que se necesitaba. ¿Crees que tienes el poder para hacer la voluntad de Dios? Por supuesto que tú lo crees. El Señor nos dio poder sobre toda fuerza del enemigo; nos prometió que seríamos investidos con poder de lo alto; y nos dijo que recibiríamos poder cuando haya venido sobre nosotros el Espíritu Santo. Este poder está ahí, entonces, ¿ por qué no lo hemos hecho? Tú podrías pensar que la mera posesión del poder es todo lo que se necesita, pero no es necesariamente así, pues el poderoso puede ser tan tímido como el débil. Lo que parece contar más que la posesión del poder es una fe en el futuro. Debemos creer que podemos tener, que tenemos la respuesta, y que nosotros podemos cambiar el curso de los eventos.
No hay caso que tú seas un evangelista, un pastor, o lo que sea, a menos que tú no lo creas. Jesús le dijo a su Iglesia, “Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí” (Lucas 22: 29). Mira, Jesús no está hablando de un reino aparte, El simplemente les está diciendo que El tuvo que quitarle a Satanás lo que el Padre le había dado a El, y Cristo dice que tú vas a tener que quitar del enemigo lo que El te dio también. El nos ha dado poder sobre toda fuerza del enemigo, nos dio un reino; Jesús estaba diciendo: “yo tuve que tomar este reino” y tú vas a tener que tomarlo. El dijo, que “el reino de los cielos (que El nos ha dado a nosotros) sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Mateo 11: 12). El reino que el Padre le dio a Jesús, y el reino que Jesús le dio a su Iglesia, es uno y el mismo reino; es el “Gobierno de Dios impuesto”. Jesús, al establecer el reino que le fue dado por el Padre, puso las barreras y dejó claro que el pecado, temor, demonios e incredulidad no tenían lugar en el reino. Fue declarado enfáticamente por Jesús que el propósito de su venida era “para deshacer las obras del diablo”. Y es declarado enfáticamente de tí y de mí, que así como El fue en este mundo, así somos nosotros. Esto significa que lo que El fue, nosotros somos, que lo que El buscó, nosotros buscamos, lo que fue su ministerio, es nuestro ministerio, y que estamos aquí para destruir las obras del diablo, es decir, para hacer valer en forma poderosa lo que El hizo en el Calvario. Jesús vino a hacer la voluntad del Padre (Hebreos 10: 7). Podemos unir los siguientes versículos: “Como el Padre me envió, así también yo os envío”, y “Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí”, y tendremos la idea de nuestro propósito de ser. El vino para destruir las obras del diablo, esto es para romper la opresión del infierno. Deseo aclarar esto. Jesús destruyó las obras del diablo; El despojó a Satanás en el Calvario (Colosenses 2: 15). Pero la Iglesia de cada era debe hacer suya esta victoria, debe apropiarse de ella cada momento. Jesús dijo “Yo, pues, os asigno un reino…”. Así que, El no estaba hablando de otro reino, este es el reino de Dios. Lo que estaba diciendo era que la Iglesia debe poseer lo que ya es suyo. A través del poder de Dios, tenemos que controlar la atmósfera del Reino. No vamos a traer el milenio, no estás aprendiendo palabrerías; no vamos a poner al diablo en el infierno porque sólo Jesús puede y va a hacerlo.
Yo te digo a tí que podemos mantener al diablo fuera de nuestra casa, fuera de nuestra Iglesia, fuera de nuestra familia. Jesús puso los límites del reino y le dijo al diablo, “tú no puedes operar aquí”. Jesús pudo haber arrojado al diablo en el infierno cuando El quería, en cualquier momento, si El lo deseaba. El lo podía hacer entonces, El podría hacerlo ahora, pero el diablo tiene que servir para un propósito divino. Tú y yo estamos para establecer esta defensa. “Yo les doy un reino”. Tú les pones los límites. Tú tienes que tomar el territorio que lo circunda. Los demonios, temores, enfermedad no tienen lugar en este reino es lo que El nos está diciendo, y tú y yo debemos aprender esto. Hemos puesto la Iglesia ahí. Hemos traído gente a este reino. El lugar del diablo es bajo nuestros pies y ningún otro lugar más. El nos envió la Iglesia para hacer esto mismo. Jesús notificó al diablo que El vino para expulsarlo. El no le dio cuartel ni se lo pidió. Ni una vez Jesús le dijo al diablo, “Yo voy a operar aquí y tú puedes operar allá”. No hubo tal escape, ni una zona neutral, ningún porcentaje. El le dijo al diablo, “Yo he venido a tomarlo todo”, y sabemos que la tierra y su plenitud son del Señor. El vino a este mundo rebelde como el poder manifiesto del Hijo de Dios para asegurar el Reino que el Padre le había entregado. Hubo guerra desde el momento que El nació, y quiero decirte que hay guerra contigo. Cuando hablamos de guerra espiritual, no es la tontería que tú escuchas, ni un montón de palabras. La realidad es que estamos en guerra contra un enemigo. El está tratando de detener el propósito de Dios. El está aquí para impedir que nosotros poseamos el reino que Dios nos ha dado.
Pablo dijo, “Yo peleé con la bestia de Efeso”. ¿De qué está hablando? De lo mismo que tú y yo estamos hablando. El fue enviado por Dios para establecer una Iglesia en esta ciudad, totalmente entregada a la idolatría, y el demonio que estaba ahí le dijo que no entraría. “No vas a venir” le dijo. El no se dio por vencido, ni se va a ir a menos que tú lo hagas salir. El diablo no va a salir de la ciudad porque tú hayas llegado. El no va a salir a menos que alguien le haga salir. Pablo sacó al diablo, y estableció una de las iglesias más grandes de todos los tiempos. Jesús dijo bien claro que no hay “cerdos en la casa”, no hay cristianos poseídos por el diablo; esta es una mentira nacida en el infierno. Jesús nunca hizo ni pidió ningún favor. El vino a tomar con todo derecho lo que era suyo. A todo lugar donde Jesús iba, los demonios clamaban, “¿Por qué has venido a atemorizarnos antes que sea nuestro tiempo?” Cuando Jesús entró a la “arena” (campo de batalla) y obtuvo el reino, los poderes de las tinieblas reclamaban, “es mío”; Jesús les respondía, “la tierra y su plenitud son del Señor”. Era guerra y no había lugar para los tímidos. Una fe tímida va a ser intimidada; puedes estar seguro de esto.
Pablo casi sólo y sin ayuda evangelizó 2,900 Kilómetros. Sin periódicos, televisión, radios, o un avión, el plantó la cruz a través del Medio Oriente y por las más importantes carreteras de Europa. Pablo entraba en una ciudad, se quedaba por un tiempo y enseñaba lo concerniente al reino de Dios. Con su enseñanza del reino de Dios, Pablo estaba dando aviso al diablo de que él había venido a retomar lo que Adán le había entregado. Esto es lo que tú y yo debemos hacer. Debemos desalojar al enemigo, recuerda que somos más que vencedores en su nombre.“Os doy potestad sobre toda fuerza del enemigo”. Pero él no se va a ir de la ciudad porque tú vayas allá, tú vas a tener que hacerlo salir. Y debemos volver y establecer el Reino que nos ha sido dado. Debemos predicar, debemos proclamar, debemos actuar, debemos imponer la voluntad de Dios. El reino de Dios es la voluntad de Dios impuesta. Las cosas no son diferentes ahora de lo que fueron en el tiempo de Pablo. El diablo no ha cambiado, él busca que tú y yo seamos parte de un mundo perdido. Constantemente y contínuamente, todo su esfuerzo es hacernos parte de un mundo perdido. Tenemos que estar de pie en contra de esto.
Puedo decirte la primera cosa que tenemos que hacer, es reconstruir el altar, este lugar donde te vas a encontrar con Dios. Es ahí donde la guerra es emprendida. En la cruz, en el altar, cuando tú te aferras de Dios. Antes de despojar al enemigo, primero nos debemos someter a Dios en el altar y esperar en El. Ahí es donde la victoria es ganada; todo lo demás es resultado de lo que ya ha sido ganado en el altar. Es verdad que Satanás fue derrotado en el Calvario, pero la suya es una guerra psicológica, sus esfuerzos son para intimidar. El quiere intimidarte en todo momento. Es una guerra constante y si tú no permaneces en la presencia de Dios en este altar y no esperas delante de Dios y te mantienes ubicado en Dios como debieras hacerlo, entonces como el siervo de Elías, vas a ver que son más los que están contra tí que los que están contigo; pero si te quedas en el lugar con Dios, entonces todo quedará en su perspectiva correcta, y vas a reconocer como este siervo lo hizo, después que el profeta trató con él, que hay más de nuestro lado que los que están en contra nuestra. No había ningún sentido en que el profeta le tratara de decir a este hombre que no tuviera miedo, ya que si él seguía mirando al ejército Asirio, vería que ellos eran sólo dos, mientras que los otros eran mil contra ellos. Estaría demás que él viniera con el famoso cliché que tenemos ahora, diciendo que no tengamos miedo. Sería tonto que un hombre no tuviera miedo si fueran mil contra uno solo. El varón de Dios nunca hizo esto. El sólo levantó su visión para mirar por encima de todo esto, y cuando lo hizo, él vio que los que estaban de su parte eran más que los que estaban en su contra. El fue capaz de hacer la guerra.
Tú y yo reconstruyamos este altar, y esperemos delante de Dios hasta que nuevamente veamos a Dios. Aquel que se acerca a Dios debe creer que El es. Debes esperar delante de El, para que esta realidad sea renovada cada día. Entonces las circunstancias y las obras del diablo no van a parecer más grandes que nuestra relación con Dios. Los esfuerzos del diablo son que desviemos nuestra atención a las circunstancias, en lugar de ver a Dios.
En un alto grado Satanás ha tenido éxito. La Iglesia ha perdido su habilidad de confrontar al enemigo. Debemos oír otra vez y creer las palabras de Jesús, al decirnos que nos ha dado poder sobre toda fuerza del enemigo. ¿Qué quiso decir Pablo al mencionar que peleó con la bestia de Efeso? Significa simplemente que él peleó con el diablo, aquel hombre fuerte de cada ciudad a la que él entraba. Pablo invadió todo el territorio del diablo y el diablo resistió.
Hoy la Iglesia está corriendo, huyendo de la zona de guerra, corriendo a los lugares más seguros. La Iglesia está tratando de hacer su propia zona neutral. Hoy escucho muchos coros sobre la guerra, y cuan grandes guerreros somos, y todos los diferentes libros que están imprimiendo sobre guerra espiritual; pero sólo mira a la Iglesia cómo corre de la zona de guerra. Yéndose a lugares que están más seguros. Consiguiendo a un guardián para proteger el lugar, temeroso de que alguien robe el equipo de sonido. Cantamos de una guerra a la que ni siquiera vamos a entrar. Cuando Dios envió a Pablo a Corinto, El les dijo dos cosas: Número uno, Dios le dijo que no tuviera miedo. Dios nunca le diría a un hombre que no tenga miedo a menos que haya algo de lo cual pudiera tener miedo. Dios no atenúa ninguna palabra. Corinto era una de las ciudades más malvadas de la tierra; Dios estaba enviando a Pablo allá para predicar el Evangelio con estas palabras: “No temas”. Lo que El le estaba diciendo a Pablo era, “el diablo está ahí, totalmente atrincherado, pero yo te he dado poder sobre él”.
En segundo lugar Dios le dijo: “Tengo mucho pueblo en esta ciudad, pero alguien debe invadir el territorio y soltar a los cautivos. El hombre fuerte debe ser atado”. Los perdidos no van a salvarse a menos que alguien vaya allá. La Iglesia debe de ir a los lugares más necesitados. La Iglesia hoy construye fuera de los muros; y para tal caso, debiera poner un afiche adentro: “Y hoy en día les decimos que si quieren conocer a Dios y ser libres, vengan acá afuera para recién poder hablarles”. Dios no te dijo que construyas afuera, El dijo que entres ahí. La Iglesia hoy en día se levanta en su hermosa autoexaltación, insensible a todo el dolor del mundo; llena de perfume para que ni siquiera pueda olerlo, y comienza a hablar de aquellos que están por allá en la zona de guerra, para que vengan ahí donde ella está. Si los cautivos van a ser libres, alguien tiene que demandar su libertad. Ahí es donde entras tú o yo, es aquí donde la Iglesia entra.
El control de Satanás sobre los perdidos es una verdad que debe ser traída de vuelta a la Iglesia. No le hables sobre el “libre albedrío” a este hombre metiéndose una jeringa en las venas. Ahí no hay libre albedrío, hermano. El único hombre con una voluntad libre es el creyente nacido de nuevo. El puede escoger lo bueno y lo malo, pero el mundo allá afuera, es controlado por Satanás. Satanás lo controla; el dios de este mundo ha cegado los ojos de los que están perdidos. Isaías dijo que Satanás no iba a abrir las puertas de sus prisiones. Jesús dijo a los perdidos, “…sois de vuestro padre el diablo”. Y Pablo habló del diablo tomándolos cautivos a su voluntad. No es suficiente tener una escuela dominical o campañas, las tinieblas tienen que ser destruidas. Como Moisés, debemos entrar en la guarida del enemigo y demandar que suelte a los que son de Dios. La Iglesia está aquí como el instrumento de Dios. Esta Iglesia que tú y yo plantamos y que debe ser la que ate al hombre fuerte. No podemos permitir que los poderes de las tinieblas que atan el área, y la mantienen en control, donde quiera que esto sea, nos intimiden. Estamos aquí en el nombre de Dios. Sólo los violentos lo arrebatarán, no hay lugar para los tímidos, ni para los temerosos. Dios dice que los temerosos y los incrédulos guían la procesión hacia el infierno.
Si Satanás controla a los perdidos, y si la Biblia dice que fuimos liberados de los poderes de las tinieblas, quiere decir que éramos personas cautivas. Sobre esta base, antes que veamos a las masas salvadas, debemos tratar primero con aquel que las ha tomado cautivas. Jesús dijo que si vamos a saquear su casa, primero debemos atar al hombre fuerte. El enemigo más grande de la fe, es lo visible, lo que se ve. El corazón de los hombres falla en esta área. Las tácticas de intimidación del diablo son claramente notorias en el libro de los Hechos. En el tercer Capítulo de Hechos, Pedro y Juan sanan al paralítico. Pedro no llamó para hacer una oración, él predicó el Evangelio y cinco mil hombres fueron salvos. El demonio religioso los llamó aparte en un intento por intimidarlos, ordenándoles que no prediquen el Evangelio. Su respuesta fue (porque ellos sabían en quién habían creído y sabían que poseían el poder), “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Luego del encuentro con Satanás, ellos fueron al culto, ellos nunca oraron por el poder pues ellos ya lo tenían; ellos oraron por denuedo. Después del culto de oración, salieron a las calles. Ellos fueron encarcelados, el diablo convocó a una reunión. Los ángeles abrieron la prisión. El diablo envió por ellos, encontró la cárcel vacía, la puerta con cerrojos, Dios estaba parado ahí. Ya no están en las calles, ahora se habían ido al púlpito del diablo. Los violentos toman el Reino. Ellos hacen cumplir la autoridad de Dios. La guerra sigue. Algunos como Esteban, puede que mueran. Pero cuando termine, el diablo estará en el infierno y la Iglesia en el trono con Cristo, y el universo estará limpio.
Si estás buscando compasión no la vas a encontrar. El infierno odia todo lo que es bueno. Dios le ha dado a la Iglesia el poder. Ella debe con valentía pararse y decirle al diablo, “hasta aquí no más”, como Samgar, quien con una aguijada de bueyes, mató a 600 hombres; su país había sido invadido por demonios filisteos, y él se paró ese día en el camino y dijo, “hasta aquí y no más”.
Hay una historia de el hermano Wigglesworth y un demonio que atormentaba a una mujer. Ella le contó cómo su marido la golpeaba una y otra vez, y cuando empezaron a orar por ella, el Espíritu de Dios vino a ella con gran poder. El le preguntó, “¿esto viene a tí, así, todo el tiempo?” Ella dijo que era así cuando ella oraba. El le dijo, “la próxima vez que venga tu esposo borracho y se acueste, entonces tú ponte a orar hasta que el Espíritu venga sobre tí, luego impón manos sobre él, y en el nombre de Dios echa fuera al demonio que está en él”. Ella contó la historia la noche siguiente, de cómo Dios expulsó de la cama al demonio que estaba en su esposo. Tenemos que hacer cumplir la autoridad que Dios nos ha dado. Cuando la Iglesia es plantada en este territorio, estamos diciendo que la tierra y su plenitud son del Señor, y estamos poniendo los límites de este reino. Dios nos ha dado el poder sobre toda fuerza del enemigo. Debemos tomar este poder. Debemos creer en este poder, porque somos más que vencedores en Su nombre.