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Lección 7.- El Evangelio Una Ministración Del Espíritu

Lección 7.- El Evangelio Una Ministración Del Espíritu

Para comenzar, quiero leer Juan 14: 15-20, en donde Jesús, a punto de partir, está haciendo una promesa a sus discípulos. Dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador , para que esté con vosotros para siempre”. “Si me amas, haz lo que te digo”. (El da el Espíritu Santo a aquellos que lo obedecen.) “…Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador…”. “Esto haré si ustedes me aman y hacen lo que yo les digo”. “El Espíritu de verdad el cual, al mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce: pero vosotros le conocéis; porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día (en el día de la venida del Espíritu Santo) vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros”. El dijo que cuando el Espíritu de verdad venga, nos guiará a toda la verdad, y experimentaremos esta unión a causa de El.

La verdad y la perfección del Evangelio no podía llevarse a cabo hasta que llegara a ser únicamente una ministración del Espíritu. No hay otro camino. Aunque los Apóstoles fueron instruidos por Cristo mismo, y aunque fueron permitidos de obrar milagros en Su Nombre, no estaban calificados para enseñar los misterios del Reino. Había aún una dispensación superior que iba a venir a ellos, y no por medio de una instrucción externa. Solo después que El fue glorificado y volvió en la presencia del Espíritu Santo, disipando la muerte y la oscuridad de sus corazones, pudieron experimentar en sí mismos todo lo que El había prometido. ¿Piensas tú por un minuto que eres diferente a ellos? La religión que tenemos, y la que la mayoría de personas que leen este libro tienen, es la religión Pentecostés. Hemos crecido en esta enseñanza del bautismo del Espíritu Santo y la vida llena del Espíritu, pero de algún modo nunca nos hemos enfrentado con la verdad de que no puedes conocer los misterios del Reino aparte del Espíritu Santo. Escucho que se enseña de que el Espíritu Santo no es realmente una parte de esta gran salvación, esta gran redención, que es simplemente para recibir poder. “Puedes tenerlo si quieres, o dejarlo si quieres”, es lo que se escucha actualmente siendo enseñado en las Escuelas Bíblicas Pentecosteses; enseñando, en otras palabras, que El realmente no es una necesidad.

La Biblia enseña que no puedes conocer nada de Dios aparte del Espíritu Santo, y es sólo a traves de contemplar a Cristo en el Espíritu, que serás capaz de ser cambiado a Su imagen. Vas a tener que enfrentar esto. No hay Evangelio aparte del Espíritu Santo, no hay Iglesia excepto la verdadera Iglesia edificada como morada de Dios en el Espíritu. La Iglesia nació en los fuegos de Pentecostés, será raptada en los fuegos de Pentecostés, y no puedes saber nada sobre Dios en verdad, aparte del Espíritu Santo. Jesús dijo: “Les digo, a la verdad, les conviene a ustedes que yo me vaya”; con esto enseñaba la necesidad de un estado más alto del que ellos podían conocer por Su presencia corporal. Eso es exactamente lo que dijo. La gente todo el tiempo me dice, y quizás lo has escuchado: “¡Oh, si sólo hubiera vivido cuando Jesús estuvo aquí, podría estar con El!”. Jesús nos dijo que está por venir un estado más alto que el conocerle físicamente. El dijo, “les conviene a ustedes que me vaya, porque si no me voy, el Consolador no puede venir”. El estaba diciendo que hay un estado más alto.

Antes de Su crucifixión, Cristo explicó a Sus discípulos la necesidad de que Su enseñanza y guianza exterior sea cambiada en la inspiración y operación interior del Espíritu. Mucho de esto nunca va más allá de la cabeza: la mayoría de los predicadores captan muy poco; unos cuantos bosquejos el sábado por la noche y corren al púlpito, y es simplemente algo externo. Pero constantemente Jesús les dijo que aquello que estaban aprendiendo en sus cabezas tenía que llegar a ser una parte de su espíritu. Constantemente El les decía que no solamente deben conocer la verdad, tienen que llegar a ser la verdad.

El les mandó que no testificaran al mundo lo que ellos humanamente conocían de Su nacimiento, Su muerte, y Resurrección, sino que esperaran en Jerusalén hasta que sean investidos con poder desde lo alto. “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y (sólo entonces) me seréis testigos”. Sólo entonces podían los Apóstoles ser “…ministros competentes…no de la letra, sino del Espíritu…” (2 Corintios 3: 6); sólo después del Pentecostés, El vendría para hacer esto real en ellos. “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros” (Juan 14: 20).

El Espíritu Santo es más que simplemente un poco de lenguaje de oración. El viene para hacerme saber que en mí está Cristo; así como Cristo está en el Padre, tú estás en Cristo, y Cristo está en tí. La fe viene ahí, la fe se vivifica cuando comprendo esto. Como la salvación es para toda la naturaleza el nacimiento interior y la vida de Cristo en el creyente, así también sólo la “nueva criatura” puede recibir testimonio de las realidades de la redención. Por lo tanto, aunque un hombre sea experto en la doctrina de las Escrituras y aprendizaje, sólo puede hablar del Evangelio como cualquier otra historieta que le han contado hasta que la vida de Cristo haya venido para verificar la verdad, mediante el poder del Espíritu Santo.

En el Evangelio de Juan, capítulo 17, Jesús oraba por Sus discípulos, diciendo al Padre: “ellos son míos, Tú me los diste, los he guardado, por lo tanto sé que ahora son salvos. Son creyentes nacidos de nuevo” (Parafraseando). Pero aún había más por venir. El les está mostrando que hay más por venir. El Espíritu Santo iba a venir a ellos; ésta es la obra de la gracia de Dios. Lo que Jesús quería decir a sus discípulos es que ellos no podían entender realmente lo que les ha pasado, y no podrán conocer lo que acontecerá sin el Espíritu Santo. No es opcional; ningún hombre puede conocer la verdad de la salvación por un mero conocimiento racional de lo que es dicho históricamente de Cristo.

“…si alguno está en Cristo, nueva criatura es”. “…somos hechura suya, creados en Cristo Jesús…” (2 Corintios 5: 17 y Efesios 2: 10). Estos pasajes dan a entender que no hay nada que pueda redimir al hombre excepto el mismo poder que lo creó en primer lugar. Somos salvos, pero estamos siendo salvos; esta es una verdad enseñada en la Biblia. Pablo le dijo al predicador Timoteo, así como te lo digo a tí, que si permaneces en estas cosas que se te han enseñado, no sólo te salvarás a tí mismo, sino salvarás a otros también. Ahora, él es salvo en el sentido inicial de ese término, pero él está siendo salvo al andar; esa vida de Cristo en él, está reemplazando esa vieja vida del primer Adán. En este proceso, el Espíritu Santo es una necesidad absoluta.

Si naciste de nuevo hoy, si naciste de nuevo en un altar esta noche, y mueres en ese altar, seguramente te levantarás en la primera resurrección. Pero si naces de nuevo y tienes que vivir en este mundo, no puedes hacerlo aparte del Espíritu Santo. Pensarás que eso es radical; lo sé, la Biblia también es un libro radical. Necesitas saberlo, necesitas predicarlo, necesitas seguirlo, hasta que todo nacido de nuevo sea lleno del Espíritu Santo. Si caminas en el Espíritu, puedes vencer y no cumplirás los deseos de la carne. El otro lado de esto es cierto también. Si no caminas en el Espíritu, cumplirás los deseos de la carne, y Pablo dijo que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.

En la Iglesia del Nuevo Testamento, inmediatamente después que la gente fue salva, dos cosas sucedieron: fueron bautizados en agua, y fueron llenos del Espíritu Santo. En el avivamiento que hubo bajo Felipe en Samaria, millares eran nacidos de nuevo y bautizados en agua, pero la Biblia dice que aún el Espíritu Santo no había venido sobre ninguno de ellos. Enviaron a Pedro y a Juan ahí para asegurar que ese avivamiento no se apagara hasta que esos creyentes fueran llenos del Espíritu Santo, porque sabían que sin El serían indefensos contra el ambiente a su alrededor; nunca habrían sido capaces de mantenerse. Primero tiene que estar en tí, para que tú puedas ponerlo en otra persona.

En el capítulo 19 del libro de los Hechos, Pablo viene a la costa alta de Efeso, en donde encontró algunos discípulos, y lo primero que les dijo fue: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?”. Esta no era una opción para ellos, era imperativo. Cuando Pablo escribe a la Iglesia de Efeso diciendo, “Sed llenos del Espíritu”, no es una sugerencia, sino un mandato. Cuando Jesús dijo: “No salgan de Jerusalén hasta que lo reciban”, es un mandato de Dios, porque es imposible que esta nueva creación sobreviva aparte del Espíritu Santo. No hay fruto de salvación sino sólo lo que describen estas palabras, “Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí”; y si esta dependencia total en el Espíritu Santo es juzgada como irrazonable por tí o la gente a la que predicas, la única alternativa es la carne. Cristo dijo, “Sin mí nada podéis hacer”. Comprendamos que sin El, nada podemos hacer; cualquier sociedad de cristianos que rechaza la operación del Espíritu Santo puede producir nada más que una religión de autoesfuerzo, a pesar de su gran celo por la sana doctrina. Un celo aprendido en la letra, tiene sólo una naturaleza, y sólo puede hacer por los cristianos lo que hizo por los judíos; en tiempos antiguos produjo escribas, fariseos, e hipócritas, y después trajo herejías, divisiones, Papas, imágenes y anatemas. Todo esto fue producido por una Cristiandad de la letra sin el Espíritu Santo.

“Cuando el Espíritu de verdad haya venido, los guiará a toda verdad”. Tú no puedes ser lleno del Espíritu Santo, ser guiado por éste y seguir el error. Simplemente no puede ser así. El Evangelio aprendido en la letra produjo escribas, fariseos, hipócritas, Papas y herejía, y en las iglesias Protestantes, es la misma cosa, sólo bajo diferentes nombres. La idolatría vacía del pasado se ha mostrado sin crucifijos e indulgencias; ahora, las imágenes de madera y de arcilla, sólo se cambiarán por imágenes de doctrina. La gracia, obras, pecado imputado, justicia imputada y la elección, tienen sus propios adoradores defensores, dividiendo el Cuerpo de Cristo en el celo por defender sus opiniones. La verdad es una persona, y hay ciertos aspectos de esa persona, pero hoy tú tienes adoradores de doctrina. Soy un defensor de la sana doctrina porque la Biblia lo es, pero estas cosas no pueden llegar a ser algo en sí mismas y eso es lo que sucede por aprenderlo en la letra. El llamado Fundamentalismo es simplemente una posición de lo que ellos suponen es la verdad, aunque esa verdad no sea viva o manifestada; tan grande es la ceguera, que un hermano se pone contra otro hermano. Jesús compara la religión de los fariseos doctos con sepulcros blanqueados; exteriormente hermosos, pero internamente llenos de huesos de hombres muertos.

Ahora debes comprender, ¿cómo podría una religión tan seria en sus restricciones, tan exteriormente hermosa, ser puesta por la verdad misma como llena de hipocresía? ¿Cómo pudo suceder eso? Te diré por qué eso puede suceder, porque era una religión del “yo”. Adondequiera que el “yo” tenga poder y mantiene sus intereses propios, aún defendiendo la sana doctrina, hay ese mismo Fariseismo todavía vivo, con que Cristo trató tan severamente. La razón para tal severidad es que ese “yo” es la raíz y la suma total del pecado. El “yo” es nada más que la criatura apartada de Dios; si cualquier hombre no tiene el Espíritu de Cristo, no es de El. ¿Puede ser más claro?

El cristianismo popular toma ligeramente estas palabras; por eso uno encuentra líderes religiosos quienes en la doctrina son claros como el cristal, pero cuyo espíritu es frío y duro; ellos pueden predicar un sermón sobre el amor y manifestar lo opuesto. Muchos cristianos tienen mucho cuidado de observar ciertos tiempos, lugares, y rituales de adoración; sin embargo, cuando el servicio se acaba, son como los que no profesan ninguna religión. En su manera de vida, es imposible distinguir creyentes profesantes de los pecadores más rancios, hasta que ellos vienen juntos nuevamente para cantar y orar.

El Evangelio es una ministración del Espíritu Santo; sólo el Espíritu Santo puede dar y transmitir el significado del Evangelio, y todo el trabajo del Espíritu Santo con la Palabra de Dios, es hacernos la verdad que predicamos. Debemos llegar a ser esa verdad. Siempre cuando el Señor llamó un humano, Su prioridad era hacer de ese hombre la verdad. Mira a Oseas, fue llamado para ser profeta a Israel en un tiempo cuando la Biblia dice que Israel era una ramera. Espiritualmente había llegado a ser una ramera; se había mezclado y contaminado con lo que Dios había dicho que era sacrilegio. Ella hizo lo que Dios prohibió, y la Biblia dijo que era una ramera. Cuando Dios llamó a Oseas para ser profeta y para predicar esto a la nación, Dios hizo que ese profeta esté perdidamente enamorado de una prostituta y que se casara con ella. ¿Puedes imaginarte los problemas en esa iglesia cuando el Pastor consigue su esposa en un distrito de zona roja? Seguramente le dijeron, “debe haber alguna mujer buena en la iglesia, si no aquí entonces en alguna otra parte; en algún lugar podrías encontrar una esposa”. ¿Por qué se casó con ella? Porque él la amaba. ¿Por qué la amó? Porque Dios puso amor en su corazón por esa mujer. El se casó con ella, la trajo a la casa pastoral, y tuvieron hijos; pero él regresó a casa un día y encontró que ella lo había dejado y regresado a su antiguo trabajo. Tú pensarías que el hombre de Dios diría, “¡basta ya! ya hice suficiente, Dios requirió eso de mí, pero se acabó”. No fue así, él fue y la recobró nuevamente; Dios no le dijo que tenía que hacer eso, pero aún así fue y la trajo. ¿Sabes por qué? Porque la amaba. ¿Por qué Dios permitió eso? Porque ese hombre tenía que sentir lo que Dios sentía, para que llegue a ser lo que predicaba. Israel, la esposa de Dios, era una prostituta. Y una y otra vez, cuando ella volvió atrás, Dios la rescató. Cuando ella volvió a hacer lo mismo, Dios fue y la trajo. El hombre de Dios debe sentir lo que Dios siente, debe saber lo que Dios sabe; debe sentir lo que Dios siente, debe saber qué es amar a alguien quien no es digna de tal amor. Dios quiere hacerte ver esta verdad, para que puedas conocer y sentir lo que Dios siente. Nada podría ser más bíblico que orar en el Nombre de Cristo, el Nombre de Jesús, pero tan seguramente como el cristiano debe orar así, debe vivir así.

Si el Cristianismo no ha cambiado al hombre en el curso ordinario de la vida, entonces ¿qué ha hecho por él? ¿Cuál es el significado de las palabras, “…si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron…”? Nada es más absurdo que las oraciones y las devociones agregadas a una vida de vanidad e insensatez. Y no me importa cuán religioso seas; esta clase de vida sólo es una religión aparte del Espíritu Santo, porque sólo un caminar en el Espíritu es aceptable a Dios. Sin el Espíritu Santo, todo es insensatez, no importa que tan enseñado, firme o experto seas. Tienes que retener esto.

Ves que hay iglesias que se llaman Pentecosteses que han conseguido gente que enseña en su escuela dominical, acomodando, cantando, conduciendo las canciones, haciendo toda clase de cosas, quienes nunca han sido llenas del Espíritu Santo; esto es nada más que la operación de la carne. Al llevar gente al conocimiento de Cristo, instantáneamente debemos llevarlas a ser bautizadas en este Espíritu Santo, porque ésto, y sólo ésto es nuestro propósito. Necesitamos ser edificados juntamente para morada de Dios en el Espíritu, sino, es meramente un espectáculo religioso que la mente natural puede asir y la mente natural puede practicar. Todos estos cómicos, show cristianos y los actos de circo en la Iglesia, son una maldición; es la carne operando, imitando cosas espirituales, y el diablo lo recibe como adoración. El Evangelio, o es una ministración del Espíritu, o simplemente no cuenta para Dios .

Un celo aprendido por la letra producirá una apariencia que guiará a los hombres a un mundo de imitación y los dejará perdidos, pero cuando los hombres predican este Evangelio con el Espíritu Santo enviado desde el Cielo, Dios se hará verdadero, las vidas serán cambiadas, la Novia se reunirá. “Sin mí”, Jesús dijo, “nada podéis hacer”. Jesús está aquí hoy en la persona del Espíritu Santo, así que El te dice, “sin el Espíritu Santo, nada puedes hacer”. Cuando el Espíritu Santo está en nosotros y fluye desde nosotros, es entonces cuando no solamente podemos ser, sino hacer cualquier cosa que Dios nos ha llamado a hacer.

 

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