Lección 7.- La Dinámica De La Oración – I
Leamos en Génesis 32: 28. Esta es la historia del primer hombre que prevaleció con Dios, por lo menos el primer hombre que tenemos el registro de que prevaleció con Dios, Jacob. Conoces la historia; cómo él vino esta noche, iba a enfrentar a Esaú con cuatrocientos hombres armados y él envía su familia y los rebaños a través del arroyo, y permanece lejos orando para prevalecer con Dios, y aquí está el resultado de esto: “…No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”.
Ahora bien, después de haber tratado acerca de los factores básicos que condicionan nuestro acercamiento a Dios, llegamos a los factores funcionales, que son la dinámica de la oración que prevalece; esto es muy importante. Ya hemos visto aquellas cosas que no te dejan prevalecer. Ahora vamos a tratar con las dinámicas de la oración que prevalece, o sea, las operaciones del corazón y de la mente lo cual le da fuerza a nuestra oración. Estas son las condiciones de la oración a las que Dios se ha comprometido en contestar. Por lo tanto, el estado de tu corazón y mi corazón va a determinar ampliamente el trabajo de nuestro ejercicio de oración, en cuanto a si Dios nos va a escuchar o no. El Nuevo Testamento contiene (por lo menos de lo que he encontrado), seis principios de esta dinámica de la oración que prevalece, y una de ellas es que, si obedecemos, aseguraremos a la oración que prevalece. Vamos a ver estos seis principios en este capítulo y quizás en el próximo, y yo creo que será muy bueno para tí que los anotes y los tengas grabados en forma indeleble sobre tu corazón cuando te acerques a Su trono. El primer principio es la posición de permanencia.
Miremos lo que dice Juan 15: 7, “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”. En el Evangelio según San Juan , el Señor Jesús les dijo a los discípulos que el Espíritu Santo iba a venir a ellos, y luego les dijo, “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mi, y yo en vosotros” (Juan 14: 20). En otras palabras, El dijo que cuando el Espíritu Santo venga, El les revelaría el verdadero significado de que el Hijo está en el Padre, y que ellos estaban de igual manera en El, como El estaba en el Padre, y que El estaba en ellos. Lo que El quería decir de estar en el Padre está ampliamente desarrollado en todo el Evangelio de Juan. Si nos damos cuenta lo que significó para Jesús estar en el Padre, entonces nos daremos cuenta lo que significa para nosotros estar en el Hijo, y ésta es la primera dinámica de la oración que prevalece. Debemos permanecer ahí. El dijo que el Espíritu Santo iba a mostrarnos que Jesús estaba en el Padre y así como El está en el Padre, nosotros estamos en El. El principio aquí es el de permanecer. Lo resultante aquí es que lo primero para poder permanecer, fue que el Padre era su fuente total de recursos y la esfera de su vida. El no había venido de sí mismo, sino que había sido enviado por el Padre (Juan 7: 28).
El sabía que toda su vida procedía del Padre. El no tenía enseñanzas o doctrinas propias, sino que hablaba sólo lo que el Padre le daba (Juan 7: 16). Luego, nuevamente dijo que El no podía hacer nada por sí mismo, sino sólo lo que veía hacer al Padre (Juan 5: 19).
Entonces podemos comprender que estamos viendo lo que significó para Cristo habitar en el Padre. “Yo no hablo por mí mismo, Yo hablo lo que El dice. Yo no actúo por mí mismo, yo actúo por El, toda mi vida depende de mi Padre”, dijo Jesús en Juan 7: 17. El nunca buscó su propia gloria sino la del Padre (Juan 5: 30). Debido a que El escogió estar limitado por la voluntad del Padre y depender completamente en los recursos del Padre, buscando sólo la gloria del Padre, El pudo verdaderamente declarar, “Yo soy en el Padre”, y dijo que cuando el Espíritu Santo viniera, nos mostraría que esto es exactamente lo que significa para nosotros permanecer en El.
Permanecer en Cristo, entonces, es mantener en principio la misma relación hacia Jesús que la que Jesús mantenía hacia el Padre. ¡Atiende muy bien lo que estamos diciendo! Nunca podrás prevalecer con Dios a menos que mantengas esta posición. “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2: 6). Esto significa, primero, una vida de sumisión en la que con todo gusto consentimos las limitaciones de “la buena voluntad de Dios agradable y perfecta”; que aceptamos limitar todas nuestras actividades y que no nos moveremos más allá de lo que Dios nos dice. Que aceptamos sus ligaduras porque sabemos que ellas nos dan perfecta libertad. ¡Sí!, las ligaduras de vivir bajo la perfecta voluntad de Dios. Esta fue realmente la vida de El que dijo, “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón” (Salmos 40: 8). Igualmente en Juan 4: 34, “Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra”. El permanecer en El debe ser también nuestra experiencia diaria. Esto debe ser exactamente como él dijo, “El hacer tu voluntad me ha agradado”. De igual manera debe ser nuestro deseo; ese permanecer en El debe ser también una vida de renuncia a nosotros mismos, de nuestras habilidades y recursos. Debemos depender de El totalmente. Necesitamos llegar al punto de debilidad y vacío para que su poder se perfeccione y actúe en nosotros. ¡Esto es imperativo! Esto es lo que significa permanecer en Cristo.
Ahora veamos algo. La vid lo tiene todo, los pámpanos no tienen nada. “…Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo…”. Jesús nos está hablando a tí y a mí y nos dice: “…Así tampoco vosotros, sino permanecéis en mí” (Juan 15: 4). Ahora, aunque este hecho es obvio para la mente, no cala profundamente en el corazón de los creyentes. Pero a través de la experiencia amarga del fracaso, tenemos que aprender esta lección. Hudson Taylor dijo que cuando Dios decidió evangelizar el interior de China, El buscó un hombre lo suficientemente débil para poder usarlo en esta obra; ésta es una gran definición de cómo esta verdad debe ser arraigada en nuestro corazón. Quiero decirte que la actitud de auto renuncia caracterizó la vida del Señor Jesús, de principio a fin. Finalmente, esta permanencia implica vivir una vida de fe, que sólo mira a Cristo para todo y encuentra en Cristo todo lo que necesita. Paralelamente a lo que dijo Jesús: “…Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15: 5), agrega la declaración victoriosa de Pablo cuando dice, “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, entonces sin Cristo no puedo hacer nada, pero Pablo dijo, con Cristo todo lo puedo. Puedo hacerlo todo (Filipenses 4: 13).
Jesús reveló que su vida era una vida de fe, dependiente del Padre. El dijo, “…Yo vivo por el Padre…” (Juan 6: 57). El también dijo, “…Porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14: 19). Esto requiere de la misma actitud de fe que poseía el Señor Jesucristo.
Ahora, cuando Pablo declara, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí….” (Gálatas 2: 20), establece la verdadera vida de renuncia y fe. Esto es verdaderamente la vida de permanencia en el Señor. Esto es lo que él quiso decir de permanecer en Cristo.
En primer lugar, está la posición de permanecer, debemos permanecer en El; pero en segundo lugar, sus palabras deben permanecer en nosotros. Jesús dijo, “…las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6: 63). Quiero decirte que aquí está la energía divina en toda su plenitud, y de aquí viene esta vida llena de Su poder para nosotros. ¿Cómo? Permaneciendo en su Palabra. Es imposible que poseamos esta vida que viene de permanecer en su Palabra, sin experimentar su fuerza espiritual y moral. No podrás poseerla sin experimentar la muerte. Cristo dijo a algunos, “…mi palabra no halla cabida en vosotros” (Juan 8: 37). Lo rechazaban a El y a Su mensaje, para su propia y eterna condena. Algunos aceptaban el mensaje con gozo pero no dejaban que hicieran raíces en su corazón, así que lo que estaba por crecer se debilitaba en la hora de la persecución. Otros recibían la Palabra pero luego permitían que los asuntos del mundo bloquearan esta vida. Otros recibían la Palabra pero no permitían que permanezca en ellos, así que no daban fruto. También habían otros que permitían que la Palabra hallara cabida en su corazón, esto es, que echara raíces y que diera frutos espirituales y obediencia. Jesús le dijo al Padre, “…han guardado tu palabra” (Juan 17: 6). Claro está que puede haber diferentes grados de permanencia y yo creo que los hay, dependiendo del entendimiento y desarrollo espiritual, pero el principio nunca cambia, nota esto, nunca cambia.
Cuando podemos decir de corazón que para mí el vivir es Cristo, estamos permaneciendo en El, y esto nos da una posición de autoridad en la oración, no importa en qué grado o nivel estemos en esta permanencia. Si estamos en Cristo, entonces tenemos un nivel de autoridad por permanecer en Cristo. En la medida que cumplamos la condición que se nos revela, el Señor se ha comprometido a responder cualquier oración que tú y yo oremos. Cuanto más permanezcamos en El y Sus palabras en nosotros, El podrá entonces con toda seguridad confiar en nosotros, dándonos un cheque en blanco para ser cobrado en el banco del cielo; así que si habitamos ahí y la palabra de Dios permanece en nosotros, entonces Dios puede confiar en nosotros y darnos una respuesta a esta oración. En su humanidad las oraciones de Jesús nunca fueron rechazadas, porque El siempre permanecía en el Padre. Presta atención a lo siguiente, “…Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes…” (Juan 11: 41-42). Nunca buscaba Su propia voluntad o gloria, sino siempre la del Padre; El sólo tenía que pedir para poder recibir. El también confiará en nosotros de la misma manera cuando cumplamos las mismas condiciones. Cuando el Padre sepa que deseamos sus intereses antes que los nuestros, entonces El responderá a nuestras oraciones. Siempre lo hará. Tales peticiones siempre van a fluir de una vida que permanece en Cristo. Hemos hablado entonces del primer principio que es el de permanecer en Cristo, y que su Palabra permanezca en tí.
El segundo principio es el de orar de acuerdo a Su voluntad. Quiero sólo mencionar lo siguiente: que si tú permaneces en Cristo y te deleitas en Dios, entonces vas a desear solamente lo que Dios desea. Por tanto el orar de acuerdo a Su voluntad se convierte en una consecuencia natural. Atiende esto: “Y ésta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5: 14). Podemos observar que esta Escritura está diseñada para darnos confianza delante de Dios. Dice “…ésta es la confianza que tenemos”. Ahora bien, algunas veces somos censurados cuando oramos con tal osadía; algunos van a recordarnos que sólo podemos recibir si es la voluntad de Dios, y que deberíamos orar con sumisión. Algunos hacen el mismo error con este versículo, siempre añadiendo esta petición, “si es su voluntad”; esto haría que la promesa se leyera, “ésta es la incertidumbre que tenemos en El, que sólo si oramos conforme a su voluntad, El probablemente nos oirá”. Esto hace la promesa un refugio para la incredulidad.
Observa la frase, “Alguna cosa conforme a su voluntad”. “Alguna cosa” nos da el alcance de la promesa y “conforme a su voluntad” nos da la limitación divina. Esto nos dice que nada está fuera del alcance de una oración que cree, excepto aquello que esté fuera de la voluntad de Dios. La oración que prevalece, entonces, implica un conocimiento de la voluntad de Dios. Y luego viene la certeza de que “El nos oye”. De acuerdo a la Escritura que hemos usado, que Dios escuche nuestra oración significa que El la acepta y que la va a cumplir. Hablar de que Dios oye y responde la oración es meramente una enseñanza. Si Dios oye, Dios responde. Si Dios no responde significa que no hemos pedido según la voluntad de Dios y Dios nunca te escuchó. Cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho (versículo 15). “Y si…”, es la pregunta, que… muestra que el versículo 15 es adicional y condicional; esta conjunción sirve para mostrarnos todo. Podemos orar de acuerdo a la voluntad de Dios y así prevalecer sin el versículo 15, o sea, sin saber que El nos ha escuchado, ni habiendo recibido la seguridad que hemos prevalecido, hasta que la respuesta realmente venga. Cuando tenemos la seguridad que El nos está escuchando, cuando en realidad hemos llegado a Dios en oración, sabemos que hemos, en el propósito de Dios, recibido la respuesta, y la petición será cumplida ya sea que la tenga en mis manos o no. Si yo realmente creo, entonces puedo tener la seguridad. La condición vital, entonces, es que nuestra petición esté en la voluntad de Dios.
La pregunta es, ¿es posible descubrir la voluntad de Dios en los asuntos que yo le presento en oración? Hay mucha oración general que podemos hacer. Podemos orar por nosotros mismos, por los reyes y los que están en autoridad, y sabemos que ésta es la voluntad de Dios: El lo dice. Esta es la razón por la que necesitamos tener la Palabra permaneciendo en nosotros, porque así conoceremos cómo orar en la voluntad de Dios. Pero cuando no conocemos la voluntad de Dios en las peticiones específicas, especialmente en aquellas referentes a nosotros mismos, tenemos toda razón para esperar conocer la voluntad de Dios. Lo que quiero decir con esto es que, por ejemplo, yo no podía encontrar en la Biblia que era mandado que fuera a Rusia, entonces, ¿cómo voy a saber cuál es la voluntad de Dios? Muchos necesitan saber estas cosas; cosas que no están escritas de manera específica, “Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Efesios 5: 17). “…que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Colosenses 1: 9). Y por último, “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12: 2). ¿Cómo podemos conocer la voluntad de Dios con relación a nuestras peticiones? La Palabra de Dios puede enseñarnos Su voluntad. Hay cosas por las que debemos orar que están claramente reveladas en la Palabra de Dios. Ni tú ni yo tenemos dudas acerca de cuales con las cosas por las que la Palabra dice que podemos orar.
Pero si oramos por santidad, podemos estar seguros que estamos orando conforme a la voluntad de Dios (1 Pedro 1: 15-16; 1 Tesalonicenses 4: 3). Nosotros sabemos esto. ¿Estamos orando por sabiduría? (En Santiago 1: 5 dice que la pidamos). ¿Estamos orando por el poder y los dones espirituales del poder? (Mateo 7: 11, Lucas 11: 13). ¿Y en cuanto al avivamiento? Las promesas de la Palabra de Dios que muestran el deseo de Dios y su buena voluntad para enviar el avivamiento se encuentran en gran cantidad; necesitamos buscarlas. También podemos pedir la voluntad de Dios por medio de la operación del Espíritu , y de igual manera, aunque esto no es una promesa específica de Dios, hay esto que Dios dice, “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos ” (Romanos 8: 26-27).