
Devocional para Hoy! – 14 de Agosto
«Por tanto procuramos… serle agradables”. (2 Corintios 5:9)
Se podría buscar a través de las Escrituras un lema de vida sin encontrar nada tan estimulante, tan inspirador, tan adecuado a la propia necesidad como este: «agradable a Él». Seguramente alguien que vino desde la gloria para ser nuestro Salvador, quien nos amó lo suficiente como para morir por nosotros, que ahora está dedicándose a nuestros intereses, establecerse agradar a tal persona seguramente es la más razonable de las tareas.
Para muchos, la vida es tan difícil, las circunstancias son estrecheces, el camino es difícil, las perspectivas inciertas. ¿Quién, a veces, no se debilita y se cansa? Entonces el trato dado a nosotros en las manos de otros puede ser difícil de soportar. Saber que es tan inmerecido lo hace más mortificante. Seguramente seamos perdonados por no poseernos lo suficiente. Además, la vida es tan monótona y poco interesante; parece que estamos viviendo en un rincón, desapercibidos y no reconocidos. Esclavos, ¿pero a quién le importa? Nadie nos ve. Nadie sabe. A nadie le importa. A menudo tenemos la tentación de dejar caer de nuestros labios la queja: «¿De qué sirve?» Luego vienen a la mente las palabras del Apóstol: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.» Entonces somos consolados con la seguridad que sí enfatiza, no tanto en el logro activo como en la resistencia pasiva. Yo puedo aguantar, soportar, perseverar. Nuestra fuerza para esto está «en Él.» Pero hay más. Puedo estar viviendo la vida en una esquina, pero nunca estoy desapercibido. Puedo estar gastándome en la más absoluta monotonía, pero hay una salida muy bendecida. Es en el hecho de que mientras Él nos fortalece para soportar, Él también nos inspira con la constatación de que en todo, podemos agradarle y le agradamos.
La doble referencia de vivir y servir «como para el Señor y no para los hombres» (Efesios 6:7.) es la libertad con que Cristo nos hace libres en el trabajo del día a día. En la oficina o en el banco de trabajo, no queremos simplemente un dominio sobre nosotros, sino un maestro por encima de nosotros. Ama de casa, ya no debes hacer las camas y recibir comidas para servir y complacer a un hombre mientras lo haces -emocionante pensamiento-, sirves y agradas al Señor de los señores.
Tal filosofía de vida triunfa sobre todas las circunstancias posibles. Transforma la casucha en un palacio. La posición de categoría más baja se convierte en una oportunidad suprema: complacer a una persona. Nunca la víctima de las circunstancias, siempre el vencedor. Nuestra suerte puede ser una de sufrimiento, pero los privilegios de servirle a través de todo lo hace fácil. Amores terrenales y comodidades materiales pueden ser pocas, pero con un lema de vida tal, podemos cantar:
«Y cuando todas las demás
bendiciones se acaben,
Amarte sólo por Ti mismo».
-Norman B. Harrison-