«En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.” (1 Juan 3:16)

Si puedo escribir una carta poco amable, habla un mal pensamiento, sin dolor ni vergüenza, entonces no sé nada del amor del Calvario.

Si, en el momento que soy consciente de que el Yo ha cruzado el umbral de mí mismo, yo no cierro la puerta, y en el poder de Aquel que obra en nosotros el querer como el hacer, no mantengo esa puerta cerrada, entonces no sé nada del amor del Calvario.

Si siento amargura hacia aquellos que me condenan, como me parece a mí injustamente, olvidando que si me conocieran como yo me conozco me iban a condenar mucho más, entonces no sé nada de amor del Calvario.

Si yo digo: «Sí, yo perdono, pero no olvido», como si el Dios que dos veces al día absorbe todas las arenas en todas las costas de todo el mundo no pudiera lavar esos recuerdos de mi mente, entonces no sé nada de amor del Calvario.

Si soy desconsiderado sobre la comodidad de los demás, o sus sentimientos, o soy descuidado con sus pequeños dolores, y pierdo oportunidades de suavizar su camino; si hago que el dulce funcionamiento de las ruedas del hogar sea más difícil, entonces no sé nada del amor del Calvario.

Si la alabanza de los hombres me exalta y su culpa me deprime; si no puedo descansar bajo malentendidos sin defenderme; si amo ser amado más que amar, ser servido más que para servir, entonces no sé nada del amor del Calvario. -Donhavur Fellowship- [Amy Carmichael-1867-1951, misionera a la India que sirvió allí 55 años sin vacaciones, cristiana protestante, autora]

John Harper era un predicador apasionado del Evangelio, y a los 23 años de edad, comenzó una iglesia con 25 miembros; cuando salió de ella 13 años después tenía más de 500. Tenía una pequeña hija llamada Nana de su matrimonio con una mujer maravillosa, que murió después de algunos años de matrimonio. John fue invitado a hablar en la Iglesia Moody durante 3 meses. Zarpó de Inglaterra en el Titanic. Cuando un iceberg raspó el lado de estribor y el océano se vertía dentro, John Harper llevó a su niña y la puso en un bote salvavidas. Él le dio un beso de despedida y volvió corriendo hacia el barco gritando «¡Mujeres, hijos y no salvos en los botes salvavidas!» El barco se partió en dos y él estaba sobre un pedazo de escombros aun proclamando «¡Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo!» Un hombre que sobrevivió contó su historia de que conoció al hombre de Dios en la noche oscura y fría. También él había estado en el Titanic la noche en que golpeó el iceberg. Aferrado a un trozo de escombros flotando en las aguas heladas, «de repente», dijo, «una ola acercó a un hombre, John Harper. Él también estaba aferrado a un pedazo de los restos. «Él [Harper] llamó, “Hombre, ¿eres salvo?”, “No, no lo soy», le contesté. Él gritó, «cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo»; las olas lo llevaban [Harper] a la distancia, pero un poco más tarde, él fue empujado de nuevo a mi lado otra vez. “¿Eres salvo ahora?”, gritó. «No», le respondí. «Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo». Luego de perder control sobre la madera, [Harper ] se hundió. Y allí, solo en la noche, con dos kilómetros de agua debajo de mí, confié en Cristo como mi Salvador. Soy el último convertido por John Harper. «La historia no cuenta la historia de este hombre que dio su vida y todo lo que amaba por proclamar el evangelio hasta el fin. Esto demuestra la gran distancia a la que nuestro Salvador iría para llegar a una de sus «ovejas perdidas». Entregar nuestra vida por los hermanos incluye poner nuestra vida por los que entrarán. Tu vida abarca todo lo que eres, tu reputación, tus miedos, tus esperanzas, tus palabras, tus deseos, tus sueños… tu vida. Moody Adams, The Titanic’s Last Hero: Story About John Harper (El último héroe del Titanic: Historia de John Harper) Columbia, SC: Olive Press, 1997 {PARÁFRASIS}