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Devocional para Hoy! – 10 de Octubre

“A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo…” (1 Timoteo 6:17)

Un hombre que depende de las riquezas y los honores de este mundo, olvidando a Dios y el bien de su alma, es como un niño pequeño que sostiene una manzana en la mano. Es de exterior agradable, prometiendo bondad, pero dentro está podrida y llena de gusanos. Donde hay gran riqueza, también hay toda clase de pecados. Porque a través de la riqueza viene la soberbia, por el orgullo viene la disensión, y por medio de la discordia viene la guerra y la pobreza, a través de la pobreza, mucho dolor y miseria. Por lo tanto, los que son ricos deben dar cuenta estrecha y grande; porque a quien mucho se le da, mucho le será requerido.

Las riquezas, la comprensión, la belleza son regalos justos de Dios, pero abusamos de ellos vergonzosamente. Sin embargo, la sabiduría e ingenio del mundo son males cuando la causa participa en el mal, porque nadie va a ceder su propia opinión particular; todo el mundo estará en lo correcto. Es mucho mejor que uno sea de tez blanca y rostro agradable, porque la dura lección, la enfermedad, puede aparecer y quitar eso; pero la mente engreída no entra en razón tan fácilmente.

La riqueza es la cosa más pequeña en la tierra, el menor regalo que Dios ha concedido a la humanidad. ¿Qué es en comparación con la Palabra de Dios; qué es en comparación con los regalos corporales, como la belleza, la salud, etc.? Es más, ¿qué es para los dones de la mente, como la comprensión, sabiduría, etc.? Sin embargo, los hombres la buscan tan ansiosos que ningún trabajo, dolores, ni riesgos son tenidos en cuenta en la adquisición de riquezas. La riqueza no tiene causa material, ni causa formal, eficiente, ni final, ni ninguna otra cosa que sea buena. Por lo tanto, nuestro Señor Dios comúnmente da riqueza a aquellos de quienes Él retiene bien espiritual.

Juan dice: «El que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su entrañable compasión, ¿cómo mora el amor de Dios en él?» Cristo dice: «Al que te pide, dale». Es decir, dar al que necesita y tiene falta.; no al que reposa, a los semejantes derrochadores perezosos que son comúnmente los más grandes mendigos, y que, a pesar de que les damos mucho y muchas veces, no son en nada ayudados con ello. Sin embargo cuando uno es verdaderamente pobre, yo le daré con todo mi corazón, según mi capacidad.

Ningún hombre debe olvidar la Escritura: «El que tiene dos túnicas, dele una», es decir todo tipo de ropa de la que uno tiene necesidad, según su estado y llamado, así como su crédito y necesidad. Como también por «el pan de cada día» se entiende como todo el mantenimiento necesario para el cuerpo. —Martin Lutero 05- Lutero, Martin. The Table Talk of Martin Luther. trad. por William Hazlitt, Londres: H. G. Bohn, 1857.

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