Devocional para Hoy! – 11 de Octubre
“mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.” (Romanos 4:5)
El artículo de nuestra justificación ante Dios es como un hijo que ha nacido heredero de todos sus bienes, y no viene a ello por los desiertos, sino naturalmente, por un curso común. Pero, sin embargo, mientras tanto, su padre le amonesta a hacer esto o aquello, y le promete regalos para hacer de él el más dispuesto. Como cuando le dice: “Si tú eres bueno, obediente, estudias con diligencia; entonces yo te enviaré una fina vestimenta”. O, “Ven acá a mí y yo te daré una manzana”. En pocas palabras, ¿le enseña industria a su hijo? Aunque toda la herencia le pertenece a él, por supuesto, pero ¿le hará, por las promesas, flexible y dispuesto a hacer lo que él habría hecho?
Así Dios trata con nosotros. Él es amoroso con nosotros con palabras amables y dulces, y nos promete bendiciones espirituales y temporales, aunque la vida eterna se presenta a los que creen en Cristo por la gracia y misericordia: gratis, sin méritos, trabajos, o dignidad. Y esto debería enseñarse en la iglesia y en la asamblea de Dios que Dios tendrá obras justas y buenas que él mandó, no como nosotros mismos tomamos de la mano de nuestra propia elección y la devoción, o buena intención… Este tipo de obras no son agradables a Dios. Por eso dice Cristo: “En vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres”. Debemos enseñar las buenas obras, pero siempre de manera que el artículo de la justificación siga siendo puro y no haya sido falsificado. Porque Cristo no puede ni quiere soportar cualquiera fuera de Él. Él solo tendrá la novia. Él está lleno de celos.
¿Debemos enseñar: “Si crees serás salvo, no importa lo que hagas?” Eso es la nada cruda; porque la fe será falsa o fingida. Pero aún si fuere recta, sin embargo, se eclipsa cuando la gente peca a sabiendas e intencionalmente contra el mandamiento de Dios. El desierto es un trabajo que en ninguna parte se encuentra, pues Cristo da una recompensa por razón de la promesa. Si el elector príncipe me dice: “Ven a la corte, y yo te daré cien florines”, yo realizo un trabajo al ir a la corte. Sin embargo, yo no recibo el regalo con motivo de mi ida hacia allá, sino en razón de la promesa que el príncipe me hizo. —Martin Lutero – Lutero, Martin. The Table Talk of Martin Luther. trad. por William Hazlitt, Londres: H. G. Bohn, 1857.