
Devocional para Hoy! – 18 de Agosto
«Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.” (Hebreos 12:8)
Vivimos en un mundo lleno de sufrimiento. Gran parte de la vida cotidiana de muchos se compone de pequeñas pruebas y enfados. Una palabra aguda, un juicio cruel, una sensación de abandono o la ingratitud de alguien de quien no nos lo esperábamos, la falta de cuidado de un siervo, el temperamento de un esposo o esposa, las pérdidas acumuladas por la negligencia o infidelidad de los demás, la decepción de nuestros deseos, los accidentes que nos irritan; todas esas cosas de la vida cotidiana a menudo nos llegan con mucha mayor tentación y peligro que en los tiempos de persecución por la fe, la cual trajo a los mártires. Por su aparentemente pequeño tamaño y su frecuencia y su carácter repentino, nos sorprenden y vencen antes que lo sepamos. Si el cristianismo ha de ser un éxito, si Cristo ha de salvar por completo, tiene que haber una disposición, suficiente y eficaz, para evitar que el sufrimiento cause desaliento o derrota, y que más bien se transforme en bendición y ayuda.
Dios ha hecho tal provisión. En primer lugar, Él da a su propio Hijo, como el principal de los sufridores para mostrarnos qué tan cercana es la relación entre sufrimiento y Su amor, entre el sufrimiento y la victoria sobre el pecado, entre el sufrimiento y la perfección del carácter, el sufrimiento y la gloria. Sí, más aún, para proveernos con Aquel que puede simpatizar, que nos puede enseñar cómo sufrir, y quien como conquistador del pecado a través del sufrimiento, puede soplar su propia vida y fuerza en nosotros. Por lo tanto Él viene como nuestro Padre que derrama su luz celestial en nuestras aflicciones, y para enseñarnos las lecciones de nuestra parte contiene, que son éstas. El castigo es una parte de la formación de un padre, y una de las marcas de la filiación. La sumisión al castigo forma y demuestra el verdadero carácter infantil. El castigo de Dios nos hace partícipes de la santidad de Dios.
Que el hijo de Dios aprenda la lección de que el sufrimiento es disciplina, el castigo en amor. No debemos escatimar esfuerzos para aprender bien esta lección. Tenemos que repetirlo hasta que podamos decir: «Ahora sé perfectamente. Cada prueba, pequeña o grande, la veré a la vez como un mensajero del amor de Dios.» Si así lo resuelves, ya sea que venga a través de los hombres o de ti mismo, o más directamente desde arriba como cita de Dios, estás en la actitud correcta de soportar y ser bendecido por Él. -Andrew Murray- (Con permiso de Fleming H. Revel)
Oh, tú afligido, ¿No sabes?, El Padre busca limpiar todos los rincones; Planchar las arrugas, quemar la escoria, Crucificar a uno mismo en cada amarga cruz. -Laura Davies Holt- Desconocido