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Devocional para Hoy! – 20 de Octubre

“sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo… se humilló a sí mismo…” (Filipenses 2:7,8)

La vida del yo tiene una disposición a mirar todo con un ojo puesto en cuanto a cómo le afectará a sí mismo. Si el yo mismo predica u ora o canta o da dinero o tiempo para la obra de Dios, tiene una afilada facultad de ver cómo los resultados afectarán a su propio honor o felicidad.

El yo está siempre involuntariamente magnificándose. Habla sin cesar de sus obras y grandes logros. Relaciona incidentes en su vida pasada de una manera tal que se luzca de la mejor manera. Una vez más, la vida del yo pone adelante un esfuerzo extra para impresionar a la gente con su gracia o dones de santidad y poder. El yo se empeña en dar una impresión extraordinaria, y así el yo obtiene la noción de que debe hacer demostraciones, o hacer algo fuera de lo común para impresionar a la gente y llamar la atención sobre sí mismo. ¡La sola idea de que hay que hacer algo extraordinario en manifestación religiosa es de la carne! Hay un yo religioso y espiritual que debe ser asesinado, así como el yo carnal. —George D. Watson- Soul Food. [1845-1923 (4), evangelista wesleyano, ministro, autor]

 

El egoísmo se impone a los demás, monopoliza su tiempo y su fuerza. El yo empuja sus pretensiones y caprichos sobre otras personas. Se tarda una hora en decir lo que se podía decir en un momento. Es egoísta, se entromete en la gente ocupada, cansada ​​y enferma. Agrava la paciencia de sus amigos. El yo regaña a otros por sus propios fracasos. Es molesto y entrometido, se entromete en los asuntos de otras personas, e insiste en que sus intereses están por delante de los intereses de todo el mundo, incluso por delante de los intereses del Reino de Dios mismo, y de las almas perdidas destinadas a una eternidad.

Al yo le encanta conversar y el compañerismo, pero se encoge de la Presencia de Dios en la oración. Si estas almas egoístas supieran cómo tratar a solas con Dios y permanecer a solas con Él en la oración que escudriña los corazones, y hablar poco con la gente y mucho con Dios, lo encontrarían dándoles sus ángeles a su alrededor para guardarlos en sus caminos. Oh, si esa traqueteante lengua, falta de oración, hablase menos y orase más, el Reino de Dios avanzaría en la tierra mil veces más. —Herald Of His Coming—

 

Día a día el gozo aumentando
Sirve al corazón con el alma tan triste;
La vil ingratitud encontró
Pero esto lo hizo más alegre aún.
Día a día el yo huía
Sólo el amor el corazón mece.
¡Oye! -Cantando ahora arriba
«¡El descanso está en servir a los que amamos!»
—Lucy Agnes Hayes- Seaverns, Adelaide S. Thoughts for the Thoughtful (Pensamientos para el Pensativo).
NY: Hunt y Eaton, 1893, p.23 (CITA POR LUCY AGNES HAYES)

 

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