
Devocional para Hoy! – 21 de Octubre
“y la paz de Dios reine en vuestros corazones…” (Colosenses 3:15)
Si queremos volver al Calvario y aprender de nuevo el poder de la Sangre de Jesús para limpiar, momento a momento, desde los inicios del pecado, entonces hemos aprendido el secreto de copas que están constantemente limpias, constantemente rebosando. En el momento en que eres consciente del toque de la envidia, la crítica, la irritabilidad, sea lo que sea, pídele a Jesús que te cubra con Su Sangre preciosa, y límpialo. Luego encontrarás que la reacción se ha ido, que Su alegría y paz son restauradas, y tu copa está rebosando. Cuanto más confías en la Sangre de Jesús de esta manera, menos tendrás esas reacciones.
La limpieza es sólo posible cuando nos hemos roto delante de Dios en el punto en cuestión. Supongamos que estamos irritados por ciertos rasgos de alguien. No alcanza con sólo llevar nuestras reacciones de irritación al Calvario, debemos primero estar quebrados. Es decir, debemos someternos a Dios sobre toda la cuestión y aceptar a esa persona y sus formas de ser como Su voluntad para con nosotros. Entonces podemos llevar nuestra reacción equivocada a Jesús, sabiendo que Su Sangre limpiará nuestro pecado. Y cuando hayamos sido limpiados del pecado, no guardamos luto por ello, no nos quedamos ocupados con nosotros mismos, sino que echamos un vistazo a nuestro victorioso Señor y alabamos al que es todavía victorioso.
Hay una sencilla guía todo inclusiva de la Palabra de Dios que regula nuestro caminar con Jesús, y nos da a conocer cuándo el pecado ha entrado. Colosenses 3:15 dice: “Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones”. Todo lo que perturba la paz de Dios en nuestros corazones es pecado; no importa lo pequeño que sea, y no importa cuán poco parecido al pecado sea al principio. Esta paz debe “gobernar” nuestros corazones, o en una traducción más literal, “ser el árbitro, o juez” en nuestros corazones. Cuando el árbitro hace sonar el silbato en un partido de fútbol, el juego tiene que parar, si una falta se ha cometido. Cuando perdemos nuestra paz, ¡el árbitro de Dios en nuestros corazones ha sonado su silbato!
Detengámonos de inmediato y pidamos a Dios que nos muestre lo que está mal, por la fe, pongamos el pecado que Él nos muestra bajo la Sangre de Jesús. Entonces la paz se restaurará, y nosotros seguiremos nuestro camino con nuestras copas rebosando. Si, sin embargo, Dios no nos da su paz, será porque no estamos realmente quebrantados. Tal vez todavía tengamos que decir: “Lo siento”, a otra persona, así como a Dios; o tal vez todavía sintamos que es culpa de la otra persona. Pero si hemos perdido nuestra paz, es obvio de quién es la culpa.
No perdemos la paz con Dios sobre el pecado de otra persona, sino sólo sobre el nuestro. Dios quiere mostrarnos nuestras reacciones, y sólo cuando estamos dispuestos a ser limpiados tendremos Su paz. ¡Oh, qué sencillo pero escudriñador es ser gobernados por la paz de Dios, nada menos que por el mismo Espíritu Santo! —Roy Hession- The Calvary Road- (Con permiso de Christian Literature Crusade, pub.)