«Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados” (1 Corintios 11:13)

Como el barro en manos del alfarero, No resistiendo más tu voluntad, Sometido por fin, ya no es «yo», Tampoco insistiendo con «a mi manera». -Alfred Easterbrook- Desconocido

El “yo” sin rendirse es el enemigo público número uno. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis de cada vida, nos vemos obligados a observar este enemigo. A menudo actúa como un engañador de nuestra vida espiritual… Si nos juzgamos a nosotros mismos, no seremos juzgados. Dicha sentencia no es autocondena. Cuando llegamos al juicio de sí mismo, llegamos a la autorrealización, y entendemos el intercambio de la vida de sí mismo… Si queremos ser Sus discípulos, vamos a poner nuestra propia vida a sus pies, y en su lugar, tomamos la vida tratable de Jesús, quien no conoció otra cosa que rendirse a la voluntad de Dios en aquello que el Padre le eligió para hacer mientras camina entre los hombres.

Cuando se ha realizado la entrega total, vemos al “yo”, no como una posesión personal, sino como perteneciente a otro, a Jesús el Cristo… En el trato con nuestros semejantes, nos ha advertido de no conocer “a nadie según la carne”, o según esta vida obstinada, sino conforme al Espíritu. Estimamos a los demás como más importantes que nosotros mismos. Uno se encuentra con que al hacer esto, llegamos a una relación más compatible dándonos cuenta de que el yo mismo es muy imperfecto, así como cuando reconocemos imperfecciones, por lo general será al observarlas en los demás. La única base verdadera para la compatibilidad es que veamos la perfección solamente en la integridad que tenemos en Cristo.

Puedes estar lejos de estar satisfecho con lo que observas en ti mismo, o lo que puedas observar en mí, pero nuestra verdadera base del acuerdo es que ejercitemos nuestra fe en la perfección del Cristo que ambos hemos entronizado en el lugar de la autoridad interior. -Evelyn Carvell- [Se hizo cargo de la revista de Charles Price cuando murió, fue institutriz de sus hijos y asistente personal, solista]

No te puedes juzgar a tí mismo si no te conoces a ti mismo. Sólo se conoce el eslabón más débil de una cadena cuando se tira de ella. Dios sólo puede hacer que te conozcas llevándote a un lugar de prueba. Permitiéndole que trabaje y que se revelen estas cosas, si nos arrepentimos y las abandonamos, la vasija se ensanchará por la vida y la luz del Señor Jesucristo. -B. H. Clendennen-La Escuela de Cristo- [1922-2009]

El fariseo es duro con los demás y leve consigo mismo, pero un hombre espiritual es leve con los demás y duro consigo mismo. -AW Tozer- [1897 – 1963, pastor cristiano estadounidense, predicador, autor, editor de revista]