Lección 1.- La Promesa Y La Posición Del Creyente
Cuando nosotros los creyentes conocemos el valor de la Sangre, entonces es cuando obtenemos la seguridad en Cristo. El tener tan poco conocimiento de la preciosísima sangre de Jesús ha hecho que muchos creyentes, incluyendo los pentecosteses, estén en una posición de inseguridad; siempre están permitiendo que hayan cosas que afecten su experiencia de la justificación. Tenemos que conocer que somos salvos por la Sangre; todo lo demás tendrá su lugar después de eso. Fue la sangre de Jesucristo la que nos colocó e hizo posible que ahora estemos en Cristo. Y todo lo que se ha manifestado en todas las series no sólo es para enseñarnos la verdad, sino para que comprendamos que la fe viene por el oír y el oír por la palabra de Dios. Y si no comprendemos, entonces no hemos oído, porque Jesús hablaba de la gente que tenía oídos para oír, pero nunca oía. Así que, nuestro propósito es llevarte al entendimiento de estas verdades y que tú te conviertas personalmente en lo que ellas son.
Es así que vamos a establecer el punto de la Posición del Creyente y las Promesas para los que están en Cristo.
En 2 Corintios 5: 17 dice, “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es”.
También, “La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y …Sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies…” (Efesios 1: 20-22).
Luego dice, “Y nos hizo sentar en lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2: 6). En Lucas 10: 19, “He aquí os doy potestad…sobre toda fuerza del enemigo”. Luego en Mateo 28: 18-20 dice, “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra…y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo…” Por último, “Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies” (Romanos 16: 20).
Antes de empezar esta serie que hemos titulado “La Sangre Todopoderosa de Jesús”, quiero dejar bien establecido cuál es la posición de nosotros como creyentes. Todo el proceso de la vida obrando en nosotros, como ya lo hemos mencionado, es para llevarnos a la imagen de Cristo para que finalmente despertemos a Su semejanza. Pero en ese proceso de santificación, Dios va a tratar mucho con nosotros; va a tratar con cosas en nuestra vida que no le agradan, y vamos a enfrentar el desierto de nuestros propios corazones. Dios va a llevarnos a la posición y al momento en donde éstas cosas nos van a ser reveladas. Y es muy importante que tú sepas que cuando Dios está tratando contigo, es para tu crecimiento y expansión en Cristo. El acusador de los hermanos, el diablo, va a venir justo en esos momentos para tratar de convencerte que tu relación con Dios está rota. Si hay pecado conocido y voluntario en tu vida, eso es verdad, pero si no lo hay y estás enfrentando estas dificultades y Dios te revela cosas en tu corazón, no debes permitir que la experiencia de santificación se confunda con la experiencia de justificación. Debemos tener confianza en el valor de la sangre de Cristo.
Cuando Israel se estaba preparando para dejar Egipto, el último acto de Dios para hacer que faraón se postrara ante El, fue hacer que los primogénitos de Egipto murieran. Dios les dijo a los israelitas que mataran un cordero y pusieran la sangre en el poste de la puerta; tenía que ser puesta ahí, y cuando el ángel de la muerte pasaba por ahí esa noche, si veía la sangre, pasaba de largo. No entraba en la casa para ver si alguien estaba aún fumando un cigarro o si había alguien ahí aún no liberado de sus decepciones u otras cosas; era la sangre lo que los salvaba. Fue la Sangre la que nos salvó y debemos saberlo y asirnos de esto en todo este proceso por el que Dios nos está llevando a la imagen de Cristo. Frente a Satanás y sus fuerzas, siempre debemos recordar que Dios ha hecho provisión para los redimidos. Esa provisión principalmente es la sangre de Jesucristo. No debemos temer, sino debemos ser llenos de Su valor y fe. Necesitamos ver algunas de las verdades que Dios nos ha dado para que nos regocijemos en el peregrinaje hasta nuestro hogar celestial. Hay mucho delante de nosotros.
Está mal pensar y creer que tú puedes evadir un confrontamiento con el diablo, o que el desierto está a 1,000 kilómetros de tu camino: está directamente en la línea de tu caminar con Dios, y el Espíritu Santo te va a guiar a través de él. Pero si tú comprendes esta posición que tienes en Cristo, siempre vas a permanecer firme. Nuestra posición en Jesús tiene grandes beneficios. Estar en Cristo implica que El rodea nuestra existencia espiritual. Si tú estás en el agua, estás rodeado por esa agua; si tú estás en Cristo, eso simplemente significa que cada parte de tu ser espiritual está rodeado por Jesucristo. Significa que, para que Satanás pueda tocarnos, debe pasar primero por el Señor Jesucristo. Esto restringe todos los ataques como la cerca que protegía a Job según leemos en los dos primeros capítulos del libro de Job.
En 1 Corintios 10: 13, Dios nos dice, “…No os ha sobrevenido ninguna tentación…sino que dará juntamente con la tentación la salida…”. La salida es el Señor Jesucristo. Necesitamos comprender esto. El Salmo 91 trata con lo que estamos enseñando acerca de que la sangre de Jesucristo es nuestra cubierta y protección: “El que habita al abrigo del altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente”. Tú no necesitas conocer mucho de exégesis para saber que ese abrigo o lugar secreto es el Señor Jesucristo. “Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios en quien confiaré. El te librará del lazo del cazador de la peste destructora”. Medita en esto y no tendrás que preocuparte del Sida. “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni de saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni de mortandad que en medio del día destruya”. Permanece en Cristo y todas estas cosas no podrán tocarte. “Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a tí no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos. Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de tí, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra. Sobre el león y el áspid pisarás; hollarás al cachorro del león y al dragón. Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y lo glorificaré. Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación”. ¡Oh, qué esperanza! ¡Qué promesas las que Dios nos ha dado!
Ya que Jesús es Señor y Salvador de todos los verdaderos creyentes, eso nos hace Sus siervos; Pablo dijo que somos siervos del Señor. Estamos unidos al Señor y como tales, todo ataque hacia nosotros es a nuestro Señor. Como Sus siervos El es responsable por nosotros; El nos protege y nos defiende, El suple nuestras necesidades, nos viste con Sus ármas, nos guía a la batalla, nos da la dirección necesaria que nos garantiza la victoria y nos da el poder para obtenerla. ¿No es maravilloso estar bajo el señorío del Señor Jesucristo?
En el texto que usamos al principio de este capítulo, Efesios 1: 20-22, vemos que Jesús ha sido exaltado sobre todo los reinos espirituales; esto incluye a Satanás y su reino. También nos muestra que todo lo que es de Satanás y su fuerzas está bajo los pies del maravilloso Señor. Efesios 2: 6 dice que estamos en Jesús, y la implicación está claramente manifestada que, como creyentes, estamos espiritualmente en una posición superior a la de Satanás, estamos en los lugares altos; esa es la ventaja siempre en cualquier guerra. Estamos en Cristo, y Pablo dijo que Cristo había sido exaltado sobre todo principado, potestad y sobre los gobernadores de las tinieblas. La tierra se ha convertido en estrado de Sus pies, Sus enemigos están bajo Sus pies y yo estoy en Cristo. Eso significa que tú y yo, los verdaderos creyentes de Cristo, estamos en una posición sobre Satanás. Cuando batallamos con el diablo no lo hacemos como inferiores, sino desde una posición superior de poder en Cristo. No necesitamos regatear, rogar o suplicar, sino solamente reclamar esta posición celestial que tenemos a través de Jesús, y operar en el poder y la victoria dada a nosotros por Su victoria. No es nuestra pelea sino Su pelea, pero nos toca llevarla a cabo y hacerla nuestra, reconociendo nuestra posición. Deseo particularmente establecer esto, porque esta posición ha sido asegurada precisamente por la sangre de Cristo. Vamos a estudiar sobre la sangre de Jesús en una forma amplia en las siguientes lecciones; vamos a ver lo que significa para Dios y lo que debe significar para nosotros.
Dios nos ha puesto en esta posición superior sólo por la sangre de Jesús; este es el fundamento de nuestra victoria. Cuando vivimos en esta tierra asegurados por la sangre de Jesús, podemos lanzarnos en el poderoso nombre de Jesús contra las fuerzas de las tinieblas, pues somos verdaderamente más que vencedores en Cristo. Nunca en la historia de nuestros tiempos la Iglesia ha sido más desafiada que ahora. He estado en la Iglesia desde 1,949, y nunca el diablo ha desafiado abiertamente a la Iglesia como hoy. Hoy más que nunca necesito conocer mi posición y las armas que tengo para guerrear contra el enemigo que intenta causar destrucción. Yo sé que habrá victoria: Jesús dijo, “Las puertas del Hades no prevalecerán contra la Iglesia”, pero en mi propia vida y en el área en la que Dios me ha llamado, debo hacer cumplir esta victoria. No sólo es la posición del creyente nacido de nuevo una ventaja, sino que Dios nos ha dado también muchas preciosas y grandísimas promesas. Estamos establecidos así en esta posición exaltados en Cristo. Si habitamos en Cristo, Satanás tendrá que venir a través de Cristo para tocarnos; somos responsabilidad de Jesucristo. Todo esto fue demostrado en el día de Pentecostés.
En Lucas 10: 19-20, vemos esta posición y demostración, “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre a fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”. Estas palabras fueron dichas a los discípulos de Jesús. En aquel instante les fue otorgado poder sobre el enemigo; el espíritu del mundo fue sujetado a ellos. Es importante que tú yo comprendamos a qué se refiere aquí, y qué es lo que significa; estamos hablando de la Sangre; la salvación es por la Sangre. Aquí Dios nos enseña la posición que la Sangre nos ha dado.
En Mateo 7: 22-23 dice: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”. Esto sirve como una advertencia severa que el poder en sí no es evidencia de la salvación, ni es la cosa más importante. Mas bien, regocigemonos en la salvación por medio de la Sangre, porque es desde esta posición que nosotros operamos. Esto es de máxima importancia: Dios no se retira inmediatamente cuando un hombre se aparta y por lo tanto, él puede continuar haciendo estos milagros, pensando que todo está bien cuando quizás no está bien, pero no está bien cuando hay pecado en tu vida. La victoria sobre los demonios ha sido prometida a tí y a mí, el poder ha sido prometido. En Mateo 28: 18 Jesús dice, “…Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra…”. Este poder se le había otorgado a El como el hombre Jesucristo, lo que significa que le fue otorgado a la Iglesia; ese poder está ahí para nosotros mientras que habitamos en el lugar en donde hemos sido colocados por la sangre de Jesús. Jesús tiene todo el poder, incluyendo el de la victoria sobre Satanás, El nos compró con Su Sangre. Efesios 1: 19-20 nos dice que el mismo poder de Dios que levantó a Jesús de los muertos es el mismo poder otorgado al creyente.
1 Juan 4: 4 nos dice que el Espíritu Santo reside en nuestros cuerpos. Luego otra vez en 1 Corintios 6: 19-20 nos dice que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo. El que está en nosotros es mayor que Satanás; es sólo cuando Satanás nos roba nuestro poder, o nos ciega para que no lo veamos, que él tendrá alguna oportunidad para derrotarnos. Con toda seguridad vamos a tener que hacer guerra contra él y lo vamos a tener que enfrentar; Dios nunca ha protegido a Su pueblo de su adversario, es decir, nunca ha impedido que él nos ataque. Tenemos que demostrar que lo que tenemos es mayor de lo que él es. Santiago 4: 7 dice, “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. Esto nos muestra la necesidad de someternos a Dios antes de entrar en la batalla. Si nos sometemos a Dios, entonces podremos exitosamente resistir al diablo y él huirá de nosotros. Romanos 16: 20 nos ayuda a reconocer que si obedecemos a Dios y caminamos con Dios, podremos ver al diablo aplastado. En lugar de estar sufriendo, podemos realmente pisotearlo bajo nuestros pies y dejarlo así aplastado. Satanás siendo ángel no puede morir, pero sí puede ser aplastado, eso es lo que Dios nos ha dicho. Si habitamos en este lugar donde el Señor nos ha llevado por el poder de la sangre de Jesús, entonces estamos en una posición en la que somos los victoriosos y es Satanás el que va a ser destruido. Debemos creer eso, y como ministros de Cristo debemos predicar de esta Sangre. Hay escasez de prédicas sobre la sangre de Cristo, por eso no me sorprendo al ver que hay tan poca victoria; es porque no hemos enseñado a la gente a aplicar esta Sangre en sus vidas, para que estén de pie en ella y crean con todo su corazón en el alto valor que ella tiene. Debemos predicar y enseñar más sobre la Sangre en estos tiempos para que la confianza del pueblo de Dios pueda ser restaurada en el valor de la sangre del Señor Jesucristo. Proclamemos esta Sangre, para que la gente realmente llegue al conocimiento que el fundamento que está asegurado por la Sangre es un lugar desde el que operamos en victoria total; ellos deben ser guiados a creerlo.
Es triste hoy ver que muy pocos coros o canciones tienen en su letra alguna teología sobre la sangre de Cristo. Esto es una tragedia, una tragedia incalculable. Consideremos esas antiguas canciones del evangelio: “Hay poder, poder, sin igual en la preciosa sangre del Cordero”. Cuando nuestros jóvenes cantaban esas canciones en las iglesias, eran impactados con una teología que los protegía en todo momento. “Poder, poder, poder sin igual…” Cantamos acerca de la sangre, “Oh, la sangre de Jesús nos deja blancos como la nieve”. No habían dudas, y esa teología impactaba nuestros corazones, por el hecho de que es la Sangre que nos ha llevado a este lugar. Es la sangre la que nos ha salvado, es la Sangre la que nos guarda y es la Sangre la que me da acceso al Lugar Santísimo. Ahora se cantan pequeños coros sobre nosotros mismos, y canciones que hablan de hacer batalla con el diablo cuando ni siquiera sabemos de qué se trata esta batalla. El diablo conoce el efecto de poner su propia teología en la lírica; el rock destruyendo a nuestros jóvenes ha combinado su ritmo y música con letras sobre drogas, suicidio y muerte. Esta demoniología horrible con música está impactando a una generación de jóvenes y están perdidos por eso. Mientras que el diablo ha tomado una verdad que Dios dio a la Iglesia, la Iglesia la ha dejado. Necesitamos que en nuestros púlpitos otra vez se predique la sangre de Jesús; necesitamos que en nuestros servicios de alabanza se cante sobre el poder de la sangre de Cristo. Esa teología va a penetrar en los corazones de los jóvenes y va a guardarlos en estos tiempos.