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Lección 1.- La Puerta Del Cielo

Lección 1.- La Puerta Del Cielo

Vamos a ver el libro de Nehemías en esta oportunidad, pero antes, quiero establecer algo. Cuando hablamos sobre la puerta, estamos hablando acerca de la reconstrucción de la puerta del ministerio. En el libro de Nehemías, él volvió a Jerusalén, como veremos luego, para reedificar la ciudad, esa ciudad destruida. Todo esto es un tipo: aquí está la Iglesia, (aunque también hubo una ciudad verdadera que el hombre de Dios reedificó). Pero él dijo que los muros estaban caídos, estaban derribados. Si buscas en las referencias, los muros representan el Reino. Pero él dijo que las puertas estaban consumidas por fuego; las puertas eran el ministerio. El ministerio nunca es derribado, siempre es consumido. Y es la reconstrucción de la puerta del ministerio lo que es tan necesario en este tiempo, porque la Iglesia viene de la vida, y no la vida de la Iglesia. Y si ese ministerio puede ser reedificado, esto es, si tú, el vaso de Dios, puedes estar de parto con la vida de Dios, e ir a cualquier lugar en la voluntad de Dios y dar a luz esa vida, entonces la Iglesia vendrá de esa vida. El avivamiento vendrá de esa vida a medida que tratamos acerca de esta puerta del ministerio.

Entonces empezamos con una Escritura en Nehemías 1: 11: “Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean everenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey”.

En Nehemías 2: 1-18 dice,” Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, que estando ya el vino delante de él, tomé el vino y lo serví al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia, me dijo el rey: ¿Por qué está triste tu rostro? pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón. Entonces temí en gran manera. Y dije al rey: Para siempre viva el rey. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego?. Me dijo el rey: ¿Qué cosa pides?. Entonces oré al Dios de los cielos, y dije al rey: Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré. Entonces el rey me dijo (y la reina estaba sentada junto a él): ¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás?. Y agradó al rey enviarme, después que yo le señalé tiempo. Además dije al rey: Si le place al rey, que se me den cartas para los gobernadores al otro lado del río, para que me franqueen el paso hasta que llegue a Judá; y carta para Asaf guarda del bosque del rey, para que me dé madera para enmaderar las puertas del palacio de la casa, y para el muro de la ciudad, y la casa en que yo estaré. Y me lo concedió el rey, según la benéfica mano de mi Dios sobre mí. Vine luego a los gobernadores del otro lado del río, y les di las cartas del rey. Y el rey envío conmigo capitanes del ejército y gente de a caballo. Pero oyéndolo Sanbalat horonita y Tobías el siervo amonita; les disgustó en extremo que viniese alguno para procurar el bien de los hijos de Israel. Llegué, pues, a Jerusalén, y después de estar allí tres días, me levanté de noche, yo y unos pocos varones conmigo, y no declaré a hombre alguno lo que Dios había puesto en mi corazón que hiciese en Jerusalén; ni había cabalgadura conmigo, excepto la única en que yo cabalgaba. Y salí de noche por la puerta del Valle hacia la fuente del Dragón y a la puerta del Muladar; y observé los muros de Jerusalén que estaban derribados, y sus puertas que estaban consumidas por el fuego. Pasé luego a la puerta de la Fuente, y al estanque del Rey; pero no había lugar por donde pasase la cabalgadura en que iba. Y subí de noche por el torrente y observé el muro, y di la vuelta y entré por la puerta del Valle, y me volví. Y no sabían los oficiales a dónde yo había ido, ni qué había hecho; ni hasta entonces lo había declarado yo a los judíos y sacerdotes, ni a los nobles y oficiales, ni a los demás que hacían la obra. Les dije, pues: Vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego; venid, y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio. Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí, y asimismo las palabras que el rey me había dicho. Y dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien”.

Estamos en un gran tiempo de transición; yo creo que el movimiento más grande de Dios en la historia está en camino. Gracias a Dios por los precursores de esta cuarta gran ola con la cual Dios está a punto de inundar la tierra. La primera ola fue Jesús y los primeros discípulos. La segunda ola fue la Reforma. La tercera, el gran derramamiento pentecostés, que nos dio nacimiento a tí y a mí. Estamos ahora en el borde de la cuarta ola de Dios. Dios nos está alistando – alistando a la Iglesia – a sus predicadores. El está levantando hombres de Dios, poniendo los cinco ministerios alrededor de ellos. El está permitiendo que el aceite descienda en la cabeza, enseñándonos que sólo de esta forma funcionará. El aceite no viene de los pies; el aceite desciende de la cabeza hasta el borde de las vestiduras. El aceite es la vida de Dios.

Moisés fue el “vidente” – “zakan” – que quiere decir “portavoz”, que quiere decir “tu barba”. El aceite venía sobre Moisés, el “anciano” de Dios. Como Moisés no podía hablar bien, Aarón vino a ser el portavoz de Moisés; el era el complemento del “anciano”. El aceite sobre la cabeza (Moisés), sobre la barba (portavoz) Aarón, a las vestiduras (el cuerpo de creyentes). Esa es la forma como funciona. Así ordenó Dios que funcione. No va a funcionar de otra manera. Ni un poco de aceite llegaba a la carne. Todo lo que tenía Aarón puesto, estaba saturado con aceite. La palabra “vestiduras” consiste en “vestiduras de cuello” y “vestiduras del borde”; hay dos de ellas para cada atuendo. El aceite seguía fluyendo hasta que todo el ministerio fuera saturado con la unción. La iglesia tiene que ser renovada antes que el mundo pueda ser revivido.

Nehemías fue el copero del rey de Persia. Artajerjes había conquistado Judea y había destruido Jerusalén. Nehemías estaba muy cerca al corazón del rey. Su tierra había sido destruida, su pueblo humillado. Entonces un día él vino a la presencia del rey, sabiendo todo esto de su hermano que había estado ahí. El rey le preguntó a Nehemías acerca del remanente del pueblo que había quedado en Jerusalén y Nehemías dijo: “están desolados. El muro de Jerusalén está derribado, y sus puertas consumidas por el fuego”.

Recordemos que ya dije que el muro es el Reino y las puertas son el ministerio; el muro se derriba, pero el ministerio es quemado. Lo que Nehemías veía acá es una figura de la Iglesia. Todo esto es un tipo: la iglesia, los muros derribados, el ministerio consumido. Nehemías, sintiendo el toque de Dios para reedificar esos muros, y volver a poner las puertas, había venido al rey. Nehemías fue al rey con un corazón triste. Esto era imperdonable, porque ellos creían que la tristeza era demoníaca y podía pasar de una persona a la otra, y había gran miedo de que pudiera pasar al rey y el reino se pierda. Por eso es que ellos tenían bufones. Nehemías se jugó la vida cuando él permitió que el rey lo viera en este estado de corazón. Pero el hubiera preferido morir en las manos del rey, que permitir que su ciudad continúe siendo infestada por samaritanos mezclados poseídos por el diablo. Yo te estoy diciendo a tí si eres llamado por Dios para ser su ministro, que a menos que vengas a ese lugar en el cual prefieras morir antes que ver a la Iglesia llena de esa mezcla inferior, esta multitud mezclada que está llenando ahora Su pueblo, tú no podrás ser de ningún valor en absoluto para Dios. Nehemías halló favor con el rey, a causa del carácter de su vida. Entonces él le pidió al rey un favor; El dijo: “Envíame con autoridad para reedificar la ciudad…” Y creo que tú puedes decirle a Dios, “envíame con autoridad para reedificar tu Iglesia, para ser esa puerta del ministerio que va a asegurar que los muros de este reino sean levantados otra vez”. La Biblia dice que el rey lo eligió, el rey lo equipó, y el rey lo envío. Aquí es donde nos encontramos con Nehemías 2: 11: “Llegué, pues, a Jerusalén, y después de estar allí tres días”.

El primer día, reconocimos el problema. Al segundo día nos arrepentimos sobre su causa. Al tercer día resucitamos para la cura.

Nehemías representa al hombre de Dios. Nota ahí en los versículos 12 al 20: “Pero cuando lo oyeron Sanbalat horonita, Tobías el siervo amonita, y Gesem el árabe, hicieron escarnio de nosotros, y nos despreciaron, diciendo: ¿Qué es esto que hacéis vosotros? ¿Os rebeláis contra el rey?. Y en respuesta les dije: El Dios de los cielos, El nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén”.

Mi corazón está lleno del mandato de edificar las puertas del ministerio en nuestras ciudades, en esta tierra, y en todo lugar a donde vaya. Edificar, y reedificar estas puertas del ministerio, ese es el propósito de esta Escuela. No es simplemente un lugar a donde tú vienes y obtienes notas o una cabeza llena de ideas, sino para que vengamos a ser esa verdad, esa puerta del ministerio a través de la cual el cielo se pueda derramar donde sea que estemos.

En el capítulo 3 de Nehemías, (cuando yo lo ví se me abrieron los ojos) hay diez puertas en el muro. La Biblia nunca dijo que en este Capítulo ellos edificaron el muro. El proceso de edificación de Nehemías 3, es la reedificación del ministerio. Allí es donde Dios me mostró que si nosotros ponemos al ministerio en su lugar, esto es, ponemos las puertas en su lugar, el muro se levantará por sí mismo por el poder del Dios viviente. Los ministerios de la Iglesia son la clave de la edificación de muros fuertes – todos los ministerios, los que sean, ungidos por Dios, tienen la clave de edificar esos muros. Los ministerios son las puertas: los ministerios no pueden ser derribados, tienen que ser quemados. Entonces nosotros debemos reedificar a los ministerios quemados, y los muros se levantarán alrededor de la ciudad, y será otra vez el territorio de Dios.

Existen tres aspectos esenciales para la reedificación de la puerta y la recuperación de la ciudad. Y estos aspectos están en los versículos anteriores, estableciendo la escena de lo que vamos a decir en los siguientes capítulos mientras hablamos acerca de la edificación de las puertas del cielo. El primer aspecto esencial al reedificar las puertas es la preparación. El segundo es la cooperación. Yo no lo puedo hacer por mí mismo. El tercero es la determinación, porque el diablo no se va a hacer el muerto. Sólo porque tú vayas a esa ciudad, sólo porque tú vayas a esa iglesia, no quiere decir que el diablo se va a hacer el muerto. Es nuestra responsabilidad reedificar las puertas del ministerio en nuestras ciudades. Cuando Adán cayó, en esa caída el perdió el territorio que Dios le había dado; Dios está tomando de vuelta el dominio; el dominio del mundo que una vez perdió. Para eso vino Jesús.

Esto es lo que Dios hizo posible para que nosotros lo alcancemos a través de Cristo. Yo no soy de la doctrina del “reino ahora” y, tú y yo no vamos a establecer el milenio, sino que tú y yo vamos a establecer el Reino acá espiritualmente. Cuando Cristo venga, va a establecerlo en una manera física sobre toda la tierra, y la justicia cubrirá la tierra como las aguas cubren la mar. Pero yo te digo que Dios está restaurando ese ministerio, o ese Reino, a través de un hombre: Jesucristo hombre, como el primogénito de toda la raza humana.

“De Jehová es la tierra y su plenitud” (Salmo 24: 1). Y cuando Dios mira y ve al mundo bajo el dominio de Satanás (el dios de este mundo), El dice: “Yo voy a retomarlo”. Y al retomarlo El no cachetea al diablo en la cara y toma el control: El llama a un hombre de Dios, pone el dominio dentro de él, y recupera las cosas a través de lo que está adentro del hombre de Dios. El llama al hombre, lo planta donde lo desea, tal como plantó a Jesús en el Gólgota. Y El va a derrotar al diablo en su propio territorio. El te ha llamado. Lo que El quiere hacer es poner este dominio dentro de tí, y luego localizarte en algún lugar en Su voluntad; y a través de lo que Dios ha puesto dentro de tí, El va a solicitar y reclamar ese territorio. Esto es, El va a plantar ese Reino ahí en esa ciudad; esto le dice al diablo y a todo lo que venga contra el que de Jehová es la tierra y su plenitud, y que este territorio es la fortaleza de Dios, declarando a todos, que Cristo regirá sobre toda ella.

Para poder edificar una puerta, necesitamos saber qué es una puerta. Muchos predicadores no saben lo que es una puerta; piensan que están ahí para edificar una iglesia , o plantar una escuela dominical. Creen que deben reunir gente para tener una escuela dominical. Dios no quiere simplemente otra iglesia acá: el quiere que vengamos a ser la puerta de la presencia de Dios en este mundo. El quiere que nosotros, como una puerta del ministerio, vengamos a ser el vientre de Dios a través del cual El pueda derramarse al mundo, y a través del cual aquellos que son nacidos de Dios puedan volver a este Reino que estamos llamados a establecer espiritualmente.

Esta es la puerta del cielo. Como Jacob, cuando estaba huyendo de Esaú, durmió la primera noche bajo las estrellas; una roca era su almohada. Y en esa noche, él tuvo un sueño y una visión de una escalera que llegaba a lo que el llamó Betel, que quiere decir “la casa de Dios”, que no es otra cosa que la Iglesia que Cristo vino a establecer. Jacob vio esto mucho antes de que viniera a ser una realidad. El vio esa escalera que llegaba hasta el cielo, y a los ángeles subiendo y bajando, y él dijo al respecto, “…no es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo” (Génesis 28: 17).

Esto es lo que Dios está buscando. Eso es lo que tú tienes que llegar a ser como la puerta del ministerio: El vientre de Dios para el mundo, a través del cual El pueda derramarse a sí mismo en el ministerio. Y tú debes saber que, mientras estés lleno del Espíritu Santo, Dios ha puesto dominio dentro de tí, de tal forma que todo lo que necesitas para recuperar lo que Dios desea, está dentro de tí. Siempre que un hombre se ha movido con Dios para levantar una iglesia, o cualquier cosa que sea llamado a hacer, la visión de lo que va a hacer estaba dentro de ese hombre, antes de aun llegar ahí.

Esa es la razón por la cual todo debe ser conforme a la visión que Dios ha dado al hombre de Dios. Esa es la razón por la cual la Iglesia no debe tener votaciones para elegir diáconos: ellos no son llamados por Dios directamente, son llamados por el hombre de Dios, a medida que los mira y los ve, para ver si hay ministerio en ellos; entonces impone manos sobre ellos, y cuando lo hace, la unción que está en él viene sobre ellos para que tengan la misma visión del hombre de Dios, para hacer lo que Dios puso en el corazón del hombre de Dios cuando fue llamado.

 

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