Lección 10.- El Espíritu De Poder
La Biblia dice: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10: 17).
Cualquier cosa que no es de fe, es pecado, así que el objeto es producir fe en nosotros, por traernos la palabra de Dios, y permitirnos ver que Dios nos ha dado todo lo que pertenece a la vida y a la piedad. Cuando El nos dio el Espíritu Santo, El nos dio todo. Y si nuestra fe en el Espíritu Santo puede ser restaurada, donde una vez más nazca en nosotros un espíritu de expectación y cuando nos reunamos haya este espíritu de expectación, Dios va a hacer algo a causa del Espíritu Santo que está dentro de nosotros.
En el Evangelio de Lucas 24: 47-49 dice: “y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos del poder de lo alto”. “Yo envío la promesa de mi Padre sobre ustedes”; El dijo que con la venida de esta promesa habría poder, ellos serían investidos con poder. En Hechos 1 :8 dice : “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…”. El instinto del hombre es por el poder, esa es la clave; el hombre quiere poder y es el instinto más fuerte del corazón. El poder es el atributo de Dios más codiciado por el hombre. Satanás quiso alcanzarlo y fracasó, y el mismo apetito fue la perdición de la raza humana: “Seréis como Dios” (Génesis 3: 5), fue la apelación que predominó, y trajo ese primer Adán a sus rodillas y lo expulsó de la presencia de Dios. El hecho es que el hombre fue hecho para dominar y El lo sabía; el quiso arrebatarlo y cayó, y en la caída tomó con él la totalidad de la raza humana. Por el pecado de un hombre, todos fueron hechos pecadores. El hombre en esa caída perdió todo, pero después de la caída, el instinto por el poder permaneció, porque el poder es la pasión dominante de la raza, y la clave de su historia. Los reinos de este mundo se construyen basados en el amor por poder, en los hombres queriendo poder. Esta ha sido la clave por todas las edades; los hombres se han levantado para dominar al resto de nosotros. En su búsqueda por poder, Babilonia se ve en la Biblia como el símbolo de la ambición humana: “Hagámonos un nombre”. La Torre de Babel era para alcanzar el cielo y hacer un nombre para sus edificadores. La mayoría de la obra del hombre en la tierra, ha sido con este mismo pensamiento: “Hagámonos un nombre” (Génesis 11: 1-4). Aquí vemos la búsqueda por el poder. Pero Babilonia no es solamente un término geográfico; su espíritu todavía está hoy en día.
El hombre fue hecho para las alturas, Dios lo hizo para la soberanía y él debe tener poder para cumplir su destino. El uso erróneo del poder no niega el hecho de que, para hacer la voluntad de Dios y cumplir su propósito, tenemos que tener poder. Somos llamados de Dios para tomar dominio sobre esas cosas fuera de Dios; El destinó al hombre para un trono y Satanás le prometió un reino. La diferencia entre el propósito de Dios y la promesa de Satanás es una diferencia entre el método y propósito. Los reinos no son los mismos, ni el camino es el mismo. El camino de Dios es el camino de gracia, el camino de Satanás es el camino sin ley, el egoísmo. La carne siempre opera en este reino, porque la carne es el cuerpo de Satanás.
Vimos anteriormente a la Iglesia como la vasija mediante la cual el suplir de Dios iba a venir; indicamos el hecho de que Dios tiene que tener un vaso, y la Iglesia, el cuerpo de Cristo, es el vehículo de expresión. Cristo se manifestará a sí mismo mediante la Iglesia; somos el vehículo de expresión. Pero lo mismo es cierto de Satanás: el debe tener un vaso si él se va a manifestar a sí mismo y hacer su obra: La carne es ese vaso. Cuando ves el espíritu de egoísmo operando en el ambiente cristiano, tú sabes que Satanás ha ganado una posición firme porque Dios siempre vive, no por si mismo, sino por otros. Cuando ves ese espíritu de egoísmo, ese espíritu sin ley, entonces sabes que es Satanás obrando. El camino de Dios es el camino de gracia. El camino de Satanás es el camino sin ley.
Dios lo trae como un don por el cual el hombre debe esperar en paciencia y obediencia. Satanás incita al hombre a arrebatar, exigir, tomar. Esta es siempre la diferencia, y tú puedes verlo. Puede ser sutil, pero cuando lo encuentras ahí, tú sabes que es Satanás. La forma de Dios es que el viejo hombre debe morir, y el nuevo hombre surgir, mediante el cual Dios puede obrar sin el egoísmo y lo ingobernable de este otro lado del hombre. Viene como un don y Dios dice que el hombre debe esperarlo con paciencia, pero el diablo dice “arrebátalo”; la doctrina del diablo ha sido siempre que la fuerza ejerza derecho, que ninguna autoridad debe pararse entre el hombre y su voluntad.
El instinto animal y la gratificación del deseo, se declaran como la única justificación que el hombre necesita para que tome lo que él quiere. Ves esto en nuestras calles, en nuestras iglesias y en todos lados. El camino de Satanás a tronos y dominio está por la afirmación del “yo”, por la auto-realización. De aquí es donde el evangelio de prosperidad viene. Dios es simplemente un escalón de la realización del hombre (auto-realización). Dios llega a ser la escalera mediante la cual el hombre asciende y cumple sus propios deseos egoístas. Este es el método de Satanás. Oímos hombres predicando el Evangelio, y en vez de advertir a los hombres a huir de la ira venidera, ellos dicen al pecador cómo Dios quiere hacerlo feliz, y cómo Dios quiere darle cosas buenas en la vida. Ese es el camino de la carne; es el camino del diablo, del egoísmo, y la Iglesia está saturada de esto hoy. Y porque es así, cuando lo ves en esa manera, sabes que no es el Espíritu Santo, es Satanás. El camino de Dios es la rendición del “yo” sobre el altar del sacrificio, el Calvario es la manera de Dios. El hombre desaprueba de ese camino, pero el Calvario es el camino de Dios.
En el plan de Dios, la marca de distinción es la humildad, y el derecho de mandar es el poder de obedecer. El camino de Dios nos lleva a Su fin; los otros terminan en muerte cada vez. Ahora, estamos hablando del Espíritu y vemos que Su liderazgo es el cumplimiento de todo. O aprendemos a ser guiados por el Espíritu, o perderemos con Dios. La búsqueda del hombre es por el poder, y existe esta promesa del poder. No solamente el hombre es inútil sin poder, él necesita esta promesa de poder. El dominio es imposible sin autoridad, y la autoridad es inútil sin poder. Dios ha autorizado que tomemos dominio sobre cosas, pero esa autoridad no es nada a menos que el hombre tenga el poder para hacer cumplir esa autoridad. El hombre no puede ser lo que debe ser, y no puede hacer lo que debe hacer, sin el derecho de mandar y el poder para realizar. El Espíritu de poder, esta promesa de poder, era la garantía de Dios de que tú y yo podemos hacer lo que Dios nos ha llamado a hacer. El don de poder fue la última promesa de nuestro Señor.
El don del Espíritu es el don de Dios de poder primeramente para testimonio efectivo. “Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo y me seréis testigos…” (Hechos 1: 8). Es un testimonio poderosamente efectivo, pues el Espíritu Santo hace el testimonio poderoso. Pero es también el poder para la Santidad de vida. “…Y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12: 14). El Espíritu Santo es la única santidad que puedes tener; el es el poder de santidad. Si caminamos en el Espíritu, no satisfaceremos los deseos de la carne. No hay absolutamente ninguna excusa para tí y para mí de volver atrás y caer en la carne. Dios nos ha dado en el Espíritu Santo el poder para vencer. No somos las víctimas; somos los vencedores. Ninguna arma forjada contra nosotros prosperará si caminamos en el Espíritu. “Ahora, pues, ninguna condenación, hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8: 1). El es el poder de santidad dentro de nosotros y para el servicio santo y consagrado. Este es el significado de, “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican…” (Salmo 127: 1). A menos que El unja, son simplemente palabras lo que hablamos, son simplemente cosas lo que hacemos. Pero con la unción, cuando el Espíritu de Dios está sobre lo que hacemos, entonces es verdaderamente en Su Nombre; es como si Cristo mismo hiciera eso, entiéndelo. Al movernos en el Espíritu Santo, verdaderamente nos movemos en Su Nombre. No es simplemente una cosa de decir, “en el Nombre de Jesús”, estamos actuando en Su lugar, y ese es el Espíritu de Dios obrando mediante nosotros.
El espíritu de poder santifica. El es el Espíritu de santidad que vitaliza y energiza. El hace todo esto, pero no con las facultades naturales; hace posible cosas más allá de su desarrollo más perfecto. El hace eso mediante nosotros. La personalidad es el asiento del poder, y el don Pentecostés del Espíritu es el don de una personalidad poseída por Dios. Repito, el don del Espíritu Santo es el don de una personalidad poseída por Dios. Con ese pensamiento, veamos el poder en la personalidad. El don del Espíritu es el don de personalidad; el vuelve las personas ordinarias en personalidades extraordinarias. La personalidad es el descubrimiento de esta era y no es fácil de definir. Implica más que una persona; la personalidad es una persona de una distintiva cualidad. Es una cosa notable, que el Nuevo Testamento nunca usa esa palabra: Dios nunca busca ni pide personalidades. Dios en ningún momento buscó personas con cualidades distintivas, el simplemente buscó personas y las volvió en personalidades por el poder del Espíritu Santo. El Espíritu de Dios es el don de Dios de personalidad al creyente. Es la calidad lo que cuenta. Y el objeto de estas lecciones sobre el Espíritu Santo y la Escuela de Cristo, es restaurar tu fe en el Espíritu Santo que Dios ha puesto dentro de tí.
Pablo dijo en Filipenses 4: 13, “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Ese fortalecimiento es por el habitar interno del Espíritu Santo. Y el proposito de mostrar esta verdad es para levantar nuestra fe, para que pueda haber nuevamente fe en el Espíritu Santo para hacer todo lo que Dios dijo que podría hacer. Cuando nos damos cuenta de esto, no debemos mirarnas a nosotros mismos. Es tan fácil volver la visión hacia adentro, y decir, no soy una persona talentosa, no tengo ninguna educación, no puedo cantar, no soy músico, no soy esto, otra gente tiene tal ventaja; pero qué cosa más horrible es decir esto. Y qué repugnante debe ser esto para Dios, porque El siempre toma las cosas necias para confundir a lo sabio. Con Dios, lo que cuenta es calidad y nunca cantidad.
Ahora simplemente míralo: “Después de él fue Samgar hijo de Anat (esto es la palabra de Dios) el cual mató a 600 hombres de los filisteos con una aguijada de bueyes; y él también salvó a Israel”. Pero los hombres de Efraín, estando armados, y llevando arcos, retrocedieron en el día de batalla. La razón no estaba en las armas, sino en los hombres. La personalidad es el poder supremo, superior a la herencia, más fuerte que el ambiente, más alto que el prestigio, más potente que la adversidad; la personalidad de un hombre conquista, obliga, y comanda. Las cualidades de una personalidad poderosa son coraje, fortaleza, simpatía, y juicio sano; ninguna de ellas puede ser omitída, y no creo que el orden puede ser cambiado.
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1: 7); este es el don de Dios. El don del espíritu es el don de personalidad que posee el espíritu del hombre. Comprende; ser poseído significa que cualquier cosa que ha poseído a ese humano ha tocado Su espíritu. Judas Iscariote estuvo en alianza con el diablo en la avaricia, caminó con el diablo, su alma estuvo en conformidad con el diablo; pero llegó un tiempo cuando dice que el diablo entró en Judas; esto significa que tocó su espíritu. Cuando eso sucede, entonces cualquier cosa que posee el espíritu de ese hombre, le conforma a la imagen de sí mismo, cualquier cosa que sea; sea el espíritu de oscuridad, entonces conforma al hombre a esa oscuridad. Pero cuando el Espíritu Santo posee el espíritu de hombre, vivifica las facultades del hombre, santifica las facultades del hombre, y equipa a ese hombre, esa mujer, para toda la voluntad de Dios.
La Biblia en ninguna parte usa la palabra “personalidad”, porque Dios nunca busca personalidades, aunque ellas son la primera condición para nosotros en todas las tareas que requieren poder. La personalidad es la primera cosa con nosotros, pero nunca con Dios; Dios busca personas. No hay búsqueda divina por superhombres y supermujeres; el requiere gente como tú y yo, la gente ordinaria de la vida. Dios llama personas, las hace personalidades, les da poder. Esa es la obra de Dios, esa es la manera de Dios. El no llama grandes hombres talentosos, para que cuando la obra es hecha les miremos y digamos, “qué grandes hombres”. Vemos esto hoy con nuestras celebridades religiosas; dejemos que una estrella de cine, o que algún político grande aparentemente se arrepienta (aunque continúen haciendo lo que siempre solían hacer) y creemos que Dios es favorecido por esta gente famosa viniendo a El. Dios no busca gente famosa, Dios busca gente simplemente como tú y yo, que somos nada; es Dios quien nos da personalidad, El nos da este don de personalidad, y nos da poder.
Ser revestido significa más que ser cubierto; el Espíritu Santo se revistió a Sí mismo con la humanidad santificada, y en El la humanidad santificada se reviste. Toda clase de poder viene en el Espíritu de Dios. Quiero poner énfasis en esta verdad: debemos tener fe en el Espíritu Santo que Dios nos ha dado. Tuve que creer en Dios, y tuvo que haber fe para recibir el Espíritu Santo, pero cuando lo recibí, recibí una persona verdadera; el está en mí. No es sólo algo de fe de que yo sea lleno, el me llenó del Espíritu Santo; mi personalidad entera fue cambiada por el Espíritu Santo. Dios me ha dado a El, el está en mí como una persona viva para que Cristo viva a travez de mí. Dios quiere que entendamos el poder del Espíritu Santo, que tengamos fe en El. El está en nosotros, y El entra con poder intelectual, el vivifica la mente. El no nos ha dado espíritu de temor, sino de dominio propio. No hay nada, nada que necesitamos más. Pablo oró que los ojos de nuestro entendimiento sean iluminados. Sólo el Espíritu Santo puede hacer esto, sólo El puede dar revelación, sabiduría y entendimiento; esto es poder intelectual.
El Espíritu Santo es poder moral, pues no está en el hombre el vivir bien. La inclinación de la naturaleza humana fuera de Dios es hacia abajo. No tienes que enseñarle a un niño a mentir, él hará eso. Tú tienes que disciplinarlo a que no lo haga. Nuestra vida siempre es perversa fuera de Dios. El hombre cayó y se descompuso totalmente, se depravó. Todo acerca de él; su conciencia, sus afectos, todo en él se descompuso. Pero con la venida del Espíritu Santo, no hay solamente poder intelectual, hay poder moral, poder para vivir bien. Soy santo porque el Espíritu Santo está dentro de mí, y puedo vivir sobre el pecado, puedo caminar con Dios. No tengo que rendirme al diablo, puedo caminar con Dios porque el Espíritu Santo me da el poder moral para hacer lo correcto.
El Espíritu Santo es poder espiritual. Nosotros somos seres espirituales, operamos en un mundo espiritual. Estamos contra la maldad espiritual en los lugares altos, estamos contra demonios y la oscuridad; nuestra lucha no es carnal, es espiritual. Y con la venida del Espíritu Santo, Dios nos ha dado poder en el Espíritu; podemos echar fuera demonios, podemos sanar al enfermo, podemos asegurar el terreno para Dios, porque somos más que vencedores. El Espíritu Santo es poder físico, poder físico para continuar siendo y haciendo la obra de Dios. Esta es la personalidad de Pentecostés. No hay calidad más alta de hombre en ninguna parte, y él puede ser producido en cualquier parte por el Espíritu Santo. ¡El es el Espíritu de verdad¡ ¡Espíritu de santidad¡ ¡Espíritu de poder¡ El aviva la mente, purifica el corazón, fortalece el hombre entero. El poder pertenece a Dios. En el don del Espíritu, El hace que toda gracia abunde para nosotros, para que teniendo todo suficientemente en todas las cosas, podamos abundar en toda buena obra. Si podemos, entonces debemos, porque daremos cuenta a Dios por lo que nunca hicimos. El no aceptará ninguna excusa de tí; hará contigo como hizo con el hombre que tenía un talento y no produjo nada; le quitó el talento y le lanzó a la oscuridad. Dios nos ha dado el Espíritu de poder, de amor, un poder para hacer y desear; todo esto está dentro de nosotros y porque está en nosotros, todas las cosas nos son posibles. ¡Poder! todas las cosas son posibles a aquellos quienes tienen poder!
La necesidad suprema del hombre, y el don culminante de Dios es poder, el poder para conquistar, poder para lograr, poder para alcanzar. El Espíritu de Dios es el espíritu de poder.