+ 591 774 88777

edcenbolivia@gmail.com

Av. Ecológica y Calle Caracol

Cochabamba, Bolivia

Síguenos
 

Lección 12.- Vida Pentecostés

Lección 12.- Vida Pentecostés

Esto es la Escuela de Cristo, pero es también la Escuela del Espíritu Santo, porque sólo el Espíritu Santo puede hacer a Cristo real. No sólo es una escuela para aprender, sino una escuela para llegar a ser lo que has aprendido. Es una escuela de oración, una escuela del Espíritu Santo, una escuela de Cristo. Las verdades que aprendemos son lo que llegaremos a ser y habrá fe en estas verdades, porque sólo de esta manera podremos hacer la voluntad de Dios.

Efesios 2: 19-22 dice, “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”. Somos el templo del Espíritu Santo. Vamos a exponer mucho sobre esta verdad, porque debemos conocerla, no con nuestra cabeza, sino con nuestro corazón, para realmente ser efectivos. Somos el templo del Espíritu Santo. Eso simplemente significa que somos ahora el Lugar Santísimo; lo que el tabernáculo del Antiguo Testamento, el templo del Antiguo Testamento, lo que Jesús fue como hombre, nosotros ahora, la Iglesia, hemos llegado a ser. Somos el templo de Dios: “¿No sabéis que vuestro cuerpo es el templo de Dios?” El Espíritu Santo mora en tí. Cuando Andrew Murray fue guiado para escribir sobre este tema de ser el templo de Dios, con reverencia y temor, él escribió, “Meditaré y esperaré hasta que algo de la gloria de esta verdad abrumadora caiga sobre mí, y la fe comience a comprenderlo”. Cuando el Sr. Murray había terminado esta oración, subió como el incienso, y él dijo: “Yo ahora temblorosamente acepto esta bendita verdad. Dios el Espíritu, Dios el Espíritu Santo, quien es Dios Todopoderoso, mora en mí. Oh Padre, revela dentro de mí lo que significa, y que no peque yo por hablarlo y no vivirlo”. Que Dios haga que la oración de Andrew Murray sea la oración de cada uno de nosotros, y que Dios nos libre del pecado de decir “Dios vive en mí” y vivir de otra manera.

El bautismo del Espíritu Santo no es regeneración; es una segunda experiencia subsecuente, es una experiencia definitiva. Sólo aquellos quienes son nacidos de nuevo pueden ser llenos del Espíritu Santo. Hay aquellos en un lado de la cuestión que dicen que tú no eres nacido de nuevo hasta que seas bautizado en el Espíritu Santo y hables en lenguas, satanás sembró eso para confundir la mente. Tú tienes que nacer de nuevo para recibir esta experiencia. Pero tienes otros, por otro lado, que dicen que el nuevo nacimiento es el bautismo del Espíritu Santo; una vez más Satanás mintió para robarles de la única experiencia que puede proyectar esa nueva creación en el lugar que Dios quiere. Los discípulos a quienes se les mandó que esperen hasta que sean investidos de poder de lo alto ciertamente habían recibido ya el Espíritu para salvación. Nuestro amado Señor estableció esto en Su intercesión por ellos en Juan 17; El específicamente dijo, “Ellos son míos”. Ellos eran de El, aún antes de que fueran al aposento alto. Debes establecer esto en tu mente para que no seas sacudido o removido de aquí para allá por estas diversas doctrinas vanas que están alrededor.

El bautismo del Espíritu Santo es una experiencia definitiva, pero no es el nuevo nacimiento. Cristo dijo que ellos, los apóstoles, eran de El. El dijo que los había guardado por Su poder, les había dado Su palabra; no eran de este mundo, así como El no era de este mundo. Los creyentes en Samaria fueron salvos y bautizados, y aún el Espíritu Santo no había caído sobre ninguno de ellos.

En Hechos 19: 2, Pablo les preguntó a un grupo de creyentes, “¿…Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?…”. El don del Espíritu Santo era tan real, que se esperaba que los creyentes sepan si lo habían recibido o no. El Pentecostés es una experiencia; no es simplemente alguien enseñándote cómo decir unas palabras que llaman lenguaje de oración, es una experiencia definitiva de Dios el Espíritu Santo entrando en tí y tú en El. Cuando tuviste la experiencia de haber nacido de nuevo, el Espíritu Santo del cual nosotros hablamos, te bautizó en Cristo. Pero cuando fuiste lleno del Espíritu Santo, fue Cristo que te bautizó. El Espíritu Santo en el nuevo nacimiento nos bautizó en Cristo, y Cristo en el bautismo del Espíritu Santo nos bautizó en el Espíritu Santo; es una experiencia definitiva. “Conoceréis…pediréis…harán…”. La promesa de nuestro Señor referente al Espíritu Santo reúne los centros de conocimiento, oración y servicio. Ante todo, El dijo en ese día, “…conoceréis..”, eso es conocimiento. Segundo, “Pediréis..”, que es la oración. “haréis..”, eso es certeza, oración y obra, es conocimiento, oración y servicio. El Pentecostés trae certeza en el conocimiento, trae seguridad en la oración, y poder en el servicio. Cree esto. Cuando te estés levantando, busca a Dios temprano; haz la primera parte de tu día un altar. Ahí se determina la voluntad y curso de Dios para ese día. Conoce dónde El quiere que estés, y entonces por el Espíritu Santo, podrás conocer, podrás orar, y podrás hacer.

La plenitud del Espíritu trae la certeza de revelación al corazón; los hombres de Pentecostés conocían las cosas de Dios. Ellos no las conocieron antes: no podían entender Su muerte, la Cruz, no podían entender la Resurrección, no querían que El se fuera, querían un reino ahora, creían que El había venido para establecer un reino; el no podía sacar de ellos esas ideas preconcebidas. Sólo el Pentecostés los hizo comprender.

Ninguna instrucción teológica podría haber dado a Pedro la doctrina que él predicó en lo que concierne a la vida, muerte, y resurrección de Cristo. “En ese día conoceréis”, dijo Jesús, y cuando ese día vino, ellos conocieron. Le creyeron, sino no hubieran estado en el aposento alto. Creyeron cuando El dijo, “hay mucho que tengo que decirles”, pero El dijo, “ustedes no son capaces de recibirlo ahora”, “Pero en ese día ustedes conocerán”; ellos creyeron eso. Y quiero que sepas que sólo puedes conocer todo lo que Dios desea que conozcas de una manera, esto es, a través del Espíritu Santo que está en tí. Ellos conocieron la relación esencial entre Cristo y Dios; ellos conocieron la unión misteriosa entre Cristo y el creyente; ellos conocieron que Cristo estaba en el creyente como el Hijo está en el Padre. El que está lleno del Espíritu conoce. Todas las preguntas se contestan en el Espíritu Santo, porque El es la mente de Dios. Siendo guiados por el Espíritu, como ya hemos constatado, es simplemente conocer la mente de Dios, saber los pensamientos de Dios. En nuestra última lección, tratamos con el hecho de que el Espíritu Santo como la mente de Dios en el creyente, es por lo tanto, la habilidad de Dios en el creyente. La respuesta a cada búsqueda de la vida, tu ministerio, aquellos con los que tratas, se encuentra en el Espíritu Santo, tú y yo tenemos que buscarlo. En el día que le busques con todo tu corazón, serás encontrado de El, y en El está la respuesta de todo. Una palabra de Dios es la respuesta. Jesús dijo del Pentecostés, “en ese día conocerás”. Ese día, ellos conocieron. Pero más que hacerte conocer, la bendición Pentecostés hace al creyente poderoso en la oración.

“En ese día pediréis en mi nombre…” ¿que día?, el día que el Espíritu Santo venga. La oración es una tarea imposible sin el Espíritu Santo. Es simplemente un ejercicio, la mayoría de veces en vano, porque no sabemos por qué orar. Pedimos y no recibimos, porque pedimos mal; no sabemos qué pedir, pero la escritura dice, “El intercede por nosotros con gemidos indecibles”. Sólo el que está lleno del Espíritu conoce ese tipo de oración. Esta clase de oración es la clase de oración que obró milagros en el libro de los Hechos, simplemente mira a través de ese libro. Los apóstoles conocieron a Cristo, y sabían que El era ferviente en la oración; El se levantaba antes del amanecer para orar, El pasó noches enteras en oración, El fue sólo a orar. Ellos vieron esto, y despues le vieron obrar milagros, y cuando estuvieron solos con El, no le preguntaron que les enseñe cómo obrar milagros; ellos dijeron, “enséñanos a orar”. Pero cuando tú miras al libro de los Hechos, descubres el tipo de oración que obra milagros: la oración del Espíritu Santo confiesa el Nombre, entroniza el Nombre, clama el Nombre, ora en Su voluntad, presenta Su promesa y decreta Su poder. Este tipo de oración es la oración de la que Santiago habló cuando dijo, “la oración ferviente del justo puede mucho”. Un hombre orando en el Espíritu Santo, es la oración ferviente de un hombre santo; santo porque él está lleno del Espíritu Santo. El pentecostés se asocia siempre con el poder; la promesa final de nuestro Señor fue, “Y recibiréis poder después de que el Espíritu Santo haya descendido sobre vosotros”. Todo esto lo tienes; tú has dicho “yo lo he recibido”. No dijiste “lo tomo por fe”. Si lo tomaste por fe, lo tienes, tú lo tienes, El vive en tí, y si El vive en tí, tú sabes que El está en tí.

Si vas al altar y te quedas lo suficiente, El orará a través de tí, El te conmoverá, El te vivificará, y cuando El lo haga, entonces harás lo que la ocasión requiere. Eso es lo que Pablo dijo, “el Espíritu…vivificará”. No es simplemente que yo me levanto aquí y profetizo cuando quiero. Pero cuando estoy orando, y cuando el Espíritu comienza a moverme, cuando El se remueve dentro de mí, entonces, en esa mañana, en ese punto en el tiempo, puedo hacer como la ocasión se presenta; puedo imponer manos sobre los enfermos, y se recuperarán. Puedo en ese momento profetizar mientras el Espíritu me está moviendo, porque esa es la ocasión apropiada, ¿comprendes? Debemos tener fe que El proveerá todo, si solamente le proveo la vasija. Debemos creer que El es todas estas cosas.

El Espíritu de Dios es el Espíritu de poder, de oración, y de conocimiento. En todas partes en las Escrituras El está asociado con el poder de el Dios Todopoderoso. En tiempos del Antiguo Testamento El obró poderosamente aunque “aún no había sido dado” en el sentido que le tenemos dado en el Nuevo Testamento; en el Nuevo Testamento El es el don culminante del poder de Dios. Ya hemos tratado con el espíritu de poder y el hecho de que el hombre tiene que tener poder. No puede hacer lo que Dios le ha dado autoridad para hacer, sin el poder para hacer cumplir eso. Ahora vemos que el Espíritu Santo es este poder, créelo. Dices que Dios te ha llamado a cierta ciudad para formar una Iglesia, o tú estás en una Iglesia y sabes que es la voluntad de Dios avivar esa Iglesia; puedes hacerlo, porque tienes dentro de tí los recursos para hacerlo. El mismo se reviste de mujeres y hombres santificados, “para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros “. Por lo tanto, la medida de nuestro poder es la energía del Espíritu Santo que obra en nosotros y mediante nosotros.

Toda la plenitud de vida, recursos de vitalidad, toda certeza de la promesa, toda la victoria sobre el pecado, toda la victoria sobre la carne, todo está en la presencia y el poder interior del Espíritu Santo en Cristo Jesús nuestro Señor. ¡Qué lugar en el que me pone! He llegado a creer en el Espíritu Santo; sólo quiero saber lo que Dios quiere que haga, y donde El quiere que yo lo haga. Si estoy en cualquier parte en la voluntad de Dios, entonces puedo creer que lo que sea necesario hacer, puedo hacerlo, porque tengo dentro de mí todos los recursos de Dios, porque tengo la vida de Dios. Eso es lo que quiero hacerte claro, y traerte al lugar de creer, que no es un mejoramiento de tus capacidades propias, pero es más y más llegar a apoyarte sobre el Espíritu Santo y Su poder.

La atmósfera de la Iglesia apostólica está cargada con poder. En el Siglo I o en el Siglo XX, la Iglesia apostólica está cargada con poder. Lo notas en el libro de los Hechos, lo ves ahí, y adondequiera que lo encuentres hoy, es lo mismo. En esos días, Su palabra era con poder. La convicción acompañó sus mensajes: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” era el clamor de los incrédulos. Las señales y maravillas confirmaban su testimonio; ellos descubrieron los corazones de los malignos, y el cielo puso su sello sobre sus juicios. ¿Por qué? Porque hablaron en el poder del Espíritu Santo. Gobernadores temblaron en esa presencia. “Las muchas letras te han vuelto loco”, dijo el gobernador a Pablo. Era el Espíritu Santo hablando a través de hombres que estaban muertos a todo lo demás. La Biblia dice que los muertos oían su voz, las enfermedades huyeron a sus toques, los demonios estaban sujetos a Su palabra. Estemos seguros que eso no solo fue algo para ese tiempo, es algo para todo el tiempo en esta dispensación del Espíritu Santo, esta dispensación de la Iglesia. Ahora estamos en el tiempo en que el Espíritu Santo está reuniendo esa Novia para Cristo; esta es una dispensación del Espíritu Santo, y Su obra con ellos es la manera que El ha destinado obrar con todos nosotros.

Nuestras palabras deberían ser con poder: la convicción debería penetrar los corazones de los creyentes, el muerto debería oír nuestra voz, las enfermedades huir a nuestro toque, los demonios huir cuando hablamos. Esto es por lo que El nos ha dado el Espíritu Santo. Escucha a Pablo, “El evangelio no es predicado solamente en palabra, sino en poder y demostración del Espíritu Santo”. Entonces nuevamente, Romanos 15: 19, “con potencia de señales y prodigios en el poder del Espíritu de Dios…”. ¿Cómo Pablo? ¿Cómo haces esto? Por el Espíritu de Dios. “Mediante señales poderosas y maravillas, por el Espíritu de Dios”. Dijo Pablo, “todo lo hellenado del evangelio de Cristo”. Ellos pidieron y recibieron, porque que pidieron en el Espíritu. ¿Por qué no vivimos Pentecostés? ¿Por qué no nosotros, la Iglesia de este siglo XX? Hemos corrido de aquí para allá, hemos sido influenciados por predicadores de moda. Necesitamos volver a el altar y recuperar lo que es las arras de nuestra herencia, el bautismo del Espíritu Santo. Necesitamos volver a este altar, y no buscar consejo del mundo. No es un nuevo programa lo que necesitamos; necesitamos un regreso a Pentecostés para reconstruir el altar de Jesucristo y una vez más ser ese cuerpo a través del cual este río puede fluir. Eso y sólo eso es la respuesta.

Tienes la historia del hijo pródigo en el capítulo 15 del Evangelio de Lucas, pero puedo decirte, no es sobre un hijo en el sentido normal; esa es la Iglesia. Todos los predicadores dicen que el padre es Dios, entonces ese padre tuvo 2 hijos, el Israel del Antiguo Testamento, y la Iglesia del Nuevo Testamento. El Israel del Viejo Testamento vagó hasta Babilonia, y la Iglesia del Nuevo Testamento vagó hasta Roma. Vemos aquí en esta parábola que el hijo más joven se levantó y exigió su herencia, esa es la Iglesia. Ella se levantó, y Dios le dio su herencia en el día de Pentecostés. La Biblia específicamente establece que el Espíritu Santo es las arras de esa herencia, entonces Dios dio a la Iglesia el Espíritu Santo, la herencia. Ella dejó el aposento alto y sacudió el mundo para Dios. Pero en 30 cortos años se había reducido a una forma sin poder, y gastó esa herencia viviendo carnalmente; en los juegos y trucos de la religión. Y despertó, la Iglesia joven despertó, y había una hambruna, no por pan y agua, sino de la palabra de Dios, por la presencia de Dios. Despertó, había una hambruna en la tierra, y estuvo en necesidad. ¿Qué hizo ella? En vez de regresar a ese altar para ser llenada otra vez con el Espíritu Santo, ella tocó la puerta del mundo. Y el mundo le dijo, “claro, te alimentaremos; claro, te ayudaremos si alimentas nuestros cerdos”. Toma esto desde el contexto judío en que la Biblia se escribió; los cerdos son prohibidos. Los judíos no comen cerdo, ellos ni siquiera los tocan; eso es contra sus convicciones y todo lo que creen. Lo que el mundo decía a esa Iglesia Pentecostés es, “si tú solo dejas que tus mujeres se vistan como las nuestras, y vayan donde nosotros vamos y no sean tan estrictas, y si nos dejas sentirnos cómodos en tu Iglesia, nosotros te ayudaremos”. No necesitamos su ayuda, necesitamos regresar al Pentecostés. Tú necesitas regresar a ese llamado de Dios, bien seas un Evangelista, o seas un Pastor, necesitas regresar ahí. Anda, y reconstruye ese altar, y agárrate de Dios.

 

×