Lección 13.- Cuando El Viento Sopla – I
Vamos a comenzar con Hechos 2: 1-4: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, sentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. En esta escritura estamos viendo el viento de Dios.
“Viento” aquí es traducido del hebreo y del griego como “aliento, respirar, soplar”. La palabra griega se pronuncia “pnyoo-mair” y es traducida de una palabra que significa “una corriente de aire, respiro, brisa”, y es una figura de aliento. Significa espíritu, un principio vital, una disposición mental, sobrenatural, vida. La palabra hebrea “ruwach”, es traducida “viento”, significa “aliento”, “sensible” o aún un violento. Sus expresiones y funciones son aire, enojo, ráfaga, aliento, fresco, valentía y mente. No siempre es el viento de Dios, puede ser demoníaco. Pablo escribiendo en Efesios 4: 14, dice que hay un “viento de doctrina”; este viento es herejía. Pero “viento”, “agua” y “fuego” son símbolos del Espíritu de Dios. Viento, agua y fuego, y quizás otros, son símbolos prominentes del Espíritu Santo, y representan diferentes funciones del Espíritu. El “soplar del viento” siempre es la preparación para el fluir del río, esto es, el río de agua viva. Juan dijo que el Espíritu Santo iba a fluir de nosotros, y el viento de Dios siempre es para ese propósito.
“El limpio de manos y el puro de corazón;…recibirá bendición de Jehová…” (Salmos 24: 4-5). Sabemos que la bendición es el fluir del río, porque todo lo que Dios tiene está en este río del Espíritu Santo que Jesús dijo que debía de fluir del creyente. Juan dijo que todas las bendiciones de Dios están en el Espíritu Santo.
El viento del Espíritu se lleva la paja, como el aventador del trigo. Mi esposa y yo estuvimos en el sur de la India en 1,968. Ellos todavía avientan el trigo como en los tiempos bíblicos. Había un gran montón de trigo sobre una gran lona, y un hombre tenía una gran pala, y excavaba y lanzaba el trigo al aire; también habían dos hombres con un gran abanico, y ellos estaban soplando constantemente con este abanico, y cuando el trigo subía, la paja ligera era llevada, de tal forma que sólo el trigo pesado real caía a tierra. El viento del Espíritu Santo es eso, llevarse la paja.
En primer lugar, el viento expone. ¿Qué expone? Nuestra actitud, pecados de disposición, aquello que somos, las excusas que tenemos; son mostradas como ídolos por el viento del Espíritu. A medida que tú prediques y esa unción este sobre tí, las cosas que los hombres pensaban que no estaban mal, de pronto vendrán a ser malas mientras el viento sopla. En nuestra prisa y deseo por las bendiciones, hemos ignorado al Espíritu Santo como el viento de Dios, en su obra de purgar y purificar. En otras palabras, hemos predicado el lado equivocado del mensaje y los resultados son que tenemos la tragedia de tratar de hacer la obra de Dios con manos no limpias y un corazón que es impuro.
Hemos predicado las bendiciones que vendrán cuando el avivamiento venga y el río fluya, pero no tienes que rogar por eso, eso sucederá. Lo que tenemos que predicar es el arrepentimiento, la restitución y la oración, las cosas que traerán ese avivamiento. Pero hemos predicado el lado equivocado, y de esta tragedia han salido dos extremos. Primero, como producto de la frustración de no poder hacer la obra de Dios, ha aparecido un espíritu de imitación que es muy prevaleciente hoy en día. No podíamos hacerlo, entonces, ¿qué hacemos? lo imitamos en todo lugar, enseñamos a la gente cómo hablar en lenguas, obtenemos gente que esté detrás de ellos para que se caigan cuando pongamos manos sobre ellos, y decimos que cayeron bajo el poder del Espíritu Santo. Esta imitación ha venido porque hemos ignorado al Espíritu Santo en su verdad purificadora y limpiadora, y es así que la Iglesia está llena de basura; al no poder obrar las obras de Dios, entonces las imita. Pero en otro extremo el producto de esta tragedia, es el desánimo y el volver atrás. Dios dijo que tú tendrías poder, pero como el poder no esta ahí, entonces viene el desánimo y la pérdida en las vidas del pueblo.
El mismo Espíritu Santo que trae las bendiciones de Dios, también expone todo lo que no es Dios. Cuando Ananías y Safira cayeron muertos, el diablo no los mató; debemos saber que el mismo poder que resucitó a Dorcas de los muertos, fue el que los mató. Cuando tú predicas el Espíritu Santo y el viento de Dios llega, entonces El purga y expone aquellas cosas que Dios no tolerará. Tú tienes que saber que el poder para el servicio sufre un corto-circuito por la impureza; la vida del Espíritu no va a operar donde se tolera el pecado. Donde sea que eso sucede, se pierde el poder, porque el poder es una posición.
Cuando Sansón perdió el estar apartado para a Dios, perdió su unción. Cuando el rey Saúl se rebeló, el Espíritu de Dios se apartó. David entendía esto muy bien; cuando Natán lo reprendió, clamó en arrepentimiento diciendo, “no me eches de tu presencia, no quites de mí tu Santo Espíritu”. El poder de Dios no puede fluir a través de la vasija con corazón impuro, por lo tanto, el viento de Dios tiene que exponer la impureza del corazón. Un corazón impuro contamina toda ofrenda ofrecida a Dios.
El veredicto de Dios sobre lo inmundo es, “…Si alguno llevare carne santificada en la falda de su ropa, y con el vuelo de ella tocare pan, o vianda, o vino, o aceite, o cualquier otra comida, ¿será santificada? Y respondieron los sacerdotes …no. Y dijo Hageo: Si un inmundo a causa de cuerpo muerto tocare alguna cosa de estas, (cosas antes mencionadas), ¿será inmunda?. Y respondieron los sacerdotes, y dijeron: inmunda será. Y respondió (el profeta) Hageo y dijo: así es este pueblo y esta gente delante de mí, dice Jehová; y así mismo toda obra de sus manos; y todo lo que aquí ofrecen es inmundo” (Hageo 2: 12-14). Entonces, Israel, el pueblo de Dios, estaba contaminado; Dios dijo que todo lo que tocaban u ofrecían estaba contaminado. Tito 1: 15 dice, “Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos…nada les es puro…”. A los levitas Dios les dijo que los afinaría como a oro y como a plata, para que ofrezcan a Jehová ofrenda en justicia. (Malaquías 3: 3). Todo esto dice que el corazón debe ser puro antes que pueda ofrecer a Dios en justicia. Dios primero mira al que ofrenda, a mí, antes de mirar lo que se ofrenda. El está más interesado en lo que está en tu corazón que en lo que está en tu mano. “…purificaos los que lleváis los utensilios de JEHOVA” (Isaías 52: 11) Para que tu labor, servicio, ministerio, adoración y oración sea ofrecida y aceptada por Dios, debe proceder de un corazón puro. “Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová…” (Jeremías 48: 10).
“Sin santidad ningún hombre verá al Señor”. Aquí, la palabra “ver”, significa “conocer”; esto quiere decir, que para hacer cualquier servicio para el Señor, debes andar en santidad. Existe un patrón, basado en la Biblia, de justicia y separación del mundo que debemos adquirir si Dios nos va a usar. Alguien dijo una vez que hemos trabajado tanto para evitar el error de la salvación por obras, que hemos producido una salvación sin obediencia. Que Dios nos ayude. La Iglesia ha alcanzado el epítome de la apostasía, cuando llama a la obediencia, legalismo. La obediencia a Dios es todo de lo que trata la fe: “Si me amas me obedecerás, harás lo que te diga que hagas”; esa es la palabra de Dios para nosotros.
Los necios se burlan del pecado, y el pecado ha llegado a ser un asunto de risa en la Iglesia. Hay una ausencia del temor de Dios y de ira santa contra la injusticia, que si el Espíritu Santo tuviera su lugar, sería restaurado. En la mayor parte de la teología de hoy, hay una anarquía espiritual descarada; la gracia, para muchos, se ha convertido en una licencia para pecar. En el versículo 4 de Judas, se habla de hombres impíos que convertirían la gracia de Dios en una licencia para pecar. Pablo refuta esta doctrina en la carta a los Romanos 6: 1: “…¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?” La respuesta a todo fue: “En ninguna manera”. Porque los que hemos muerto al pecado. ¿Cómo viviremos aún en él? La mentira que se enseña es, que como estamos bajo la gracia, no importa cómo vivamos; esto ha traído los valores y la moralidad del mundo a la Iglesia y han tenido la audacia de llamarlo gracia. La verdadera gracia nos enseña a negar la impiedad y los deseos mundanos, y a vivir sobria, justa, y piadosamente en este mundo presente. Sin embargo, es un día siniestro cuando los hombres encuentran aliento para pecar en su conocimiento de que Dios es un Dios de gracia y misericordia.
Cuando el viento no sopla, el pecado es tratado suavemente en el púlpito, y llegas a un lugar en el que el Espíritu Santo no tiene libertad para soplar, para exponer. Eso es lo que encuentras en la Iglesia hoy en día. He estado en lugares en los que durante toda la prédica podía sentir al pastor jalando mi saco, él tenía tanto miedo de que fuera a decir algo que ofendería. Tú vas a pasar por eso, durante todo el recorrido vas a pasar por eso; no van a querer que les hables la verdad, no van a querer que hables abiertamente, y en donde ese viento no es permitido soplar, vas a encontrar suavidad en ese púlpito. El púlpito es ordenado por Dios; Isaías 58 dice, “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión” (Isaías 58: 1). La vasija que hace el clamor debe estar quebrantada. No puedes usar el púlpito como una trinchera de cobardes. Nosotros mismos debemos estar quebrantados. Nadie tiene el derecho de traer una palabra dura hasta que ellos mismos hayan llorado sobre el pecado e intercedido por el pueblo.
El otro lado del extremo, es la suavidad; el predicador ideal de hoy es un hombre apacible, exhortando al pueblo con palabras suaves. Esto no es algo nuevo; en Isaías 30: 9-10 dice “…este pueblo es rebelde …hijos que no quisieron oír la ley de Jehová; que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras”. Ellos dijeron: “alívianos, háblanos palabras agradables, dínos acerca de nuestros derechos y nuestros privilegios, haznos sentir bien, pero no nos hables sobre las demandas de justicia de un Dios Santo”. Tú sabes que esta es una actitud predominante, y quizás has estado dando lugar a eso, pero si permites que el viento sople, El expondrá todo.
La actitud predominante del 85% de los miembros de la Iglesia es que “debemos sentirnos bien”. Dios no está en contra de que tú te sientas bien, pero es más importante para El que tú vivas bien.
¿Por qué existe la suavidad en el púlpito? Me dirijo a tí en esta oportunidad, dándome cuenta de que en el área que estoy a punto de tocar, el viento de Dios se convierte en un tornado. La suavidad en el púlpito en muchos de los casos brota del hecho de que el predicador no ha tratado con el pecado en su propio corazón. No puedes clamar efectivamente contra el pecado secreto, la idolatría, y la mundanalidad en otros, si rehusas tratar con ello en tu propia vida. Pero debes saber que si permites al Espíritu Santo usarte, y este viento es permitido soplar a través de tí, va a purificar y santificar esa iglesia, y sólo es en ese tipo de clima que El puede realmente obrar. Los hombres que mantienen el pecado en sus propias vidas, que no han tratado con la idolatría en su propio corazón, no pueden traer una palabra de corrección o llamar a la Iglesia al arrepentimiento y a la justicia, porque ellos son culpables en su propio corazón. Son como David, quien habiendo cometido adulterio y asesinato, no pudo corregir a sus propios hijos cuando pecaron. El pecado no confesado y la injusticia quitan la habilidad de pararse y traer el llamado de corrección y reprensión a la Iglesia para el arrepentimiento. A menos que permitamos que el viento del Espíritu sople con libertad sobre nuestras vidas, somos inservibles para Dios. Pero si permitimos que ese viento sople, si permitimos que exponga lo que quiere exponer, descubriremos que algunos quizás nos abandonen; siempre ha sido de esa forma.
Los primeros discípulos abandonaron a Jesús. En el sexto capítulo de Juan, muchos lo abandonaron y ya no lo seguían, pero El nunca redujo su mensaje para que encajara en esa multitud que no quería nada. Jesús expuso por el viento la codicia del corazón del joven rico, y se fue triste, porque tenía muchas posesiones y no quería deshacerse de ellas. El se fue triste, pero Jesús no envió a un comité para que lo siguiera para llegar a un acuerdo, no, El simplemente lo dejó ir; no habíá ningún acuerdo a donde llegar. Y si permitimos que el Espíritu Santo nos use en esta manera para exponer, habrá gente que se irá, pero el Espíritu Santo será capaz de obrar a través de las vidas de aquellos que son purgados y limpiados, y sólo ahí puede venir el avivamiento.
Pastoreé una Iglesia por 35 años. Comenzamos esta iglesia en 1,956, y por casi 4 años experimentamos un avivamiento continuo, había un mover del Espíritu de Dios. La gente era salva en casi cada servicio, y también era llena del Espíritu Santo. Poco tiempo después de iniciada esa obra, ya habían 100 personas. Pero vino un tiempo cuando las cosas ya no eran iguales; otra gente venía y podían sentir al Espíritu de Dios, pero yo sabía que no era como antes, algo estaba sucediendo. Empecé a buscar, orar y clamar a Dios para que me muestre cuál era el problema. Por ese entonces El me guió a invitar a un evangelista; este hombre vino a la iglesia y empezó un domingo en la mañana. Tuvimos un buen servicio ese día; él predicó un mensaje muy difícil. Era un hombre algo raro, pero la mayoría de personas que conocen realmente a Dios son extrañas para aquellos que no lo conocen. Esa noche, en el curso del servicio la gente estaba cantando y adorando, parecía como si todo estaría fluyendo como uno quisiera, pero el evangelista se puso en pie y tomó el micrófono, paró el canto, detuvo la música y dijo, “Dios me ha dicho que nos detengamos aquí mismo y tengamos una reunión de oración de treinta minutos; no mires tu reloj, te diré cuando te pongas en pie; voltéate y haz un altar en esa banca y te diré cuando ponerte en pie”. Le dio la espalda a la congregación y se postró ahí y empezó a orar. Yo también me incliné con él y empecé a orar. Después de aproximadamente treinta minutos, se puso en pie, tomó el micrófono y dijo, “todos en pie”, y cuando todos estuvieron en pie, él dijo, “Dios me ha mostrado que un hombre en el liderazgo de esta iglesia está saliendo con la esposa de otro, y tú no puedes tener avivamiento con esa basura”. El viento estaba soplando, no sabía de quien estaba hablando, lo único que sabía es que no era yo. Pero puedo decirte que yo sabía que él había oído del cielo, el viento estaba moviéndose, y ahora sabía por qué no había avivamiento en la iglesia como antes. El dijo, “Vengan a este altar, vamos a agarrarnos de Dios, ustedes no pueden tener avivamiento con esta clase de cosas”. Así que nos pusimos en el altar y empezamos a buscar a Dios, empezamos a orar, empezamos a agarrarnos de Dios. Mientras estaba orando sentí una mano en mis hombros. Mire y ahí estaba el hombre que era el director de nuestra escuela dominical, el cual me dijo, “No creo que voy a poder volver a este avivamiento”; le dije “Seguro que no”, y sabía que el culpable había sido revelado. Y luego el avivamiento irrumpió en la Iglesia y duró aproximadamente cinco años.
Cuando el viento sopla, cuando permitimos que el Espíritu Santo se mueva como el viento de Dios, expondrá y soplará toda la basura y toda la paja que se ha mezclado con el trigo verdadero, y cuando esas cosas sean eliminadas, el Espíritu de Dios vendrá como el agua de Dios, como el río de agua viva. ¿Qué pasará luego? Dios te oirá cuando tú ores, Dios dirigirá tus pasos. Todo esto estará ahí cuando permitas que el viento exponga y sople toda la paja que impide el fluir del río. No tienes que rogar al río que fluya, está en tí; Siempre está empujando contra los obstáculos, sólo tienes que mover las restricciones. Derriba el impedimento, permite que el viento de Dios exponga la codicia, el orgullo, la amargura, la autocompasión, todo ese odio, falsedad, esa falta de perdón que hay, permite que el viento de Dios exponga eso y se lo llevará. O la gente se irá, o se arrepentirán y limpiarán sus vidas para que el Espíritu pueda obrar. En el capítulo 5 del libro de Hechos, Ananías se paró y dijo que había vendido su tierra y había traído el precio, y Pedro le dijo, “¿Es por esta cantidad que la has vendido?” y él mintió porque guardó una parte del precio. Luego Pedro le dijo, “¿Por qué permitiste que Satanás pusiera en tu corazón el mentir contra el Espíritu Santo?”. Tres horas después su esposa vino con la misma mentira y murió. Si Pedro no hubiera discernido esa mentira en el altar ese día, el espíritu de vida, de avivamiento, nunca hubiera continuado. El Espíritu de Vida en la vida del espíritu, no puede operar cuando este tipo de cosas son permitidas y prevalecen.
Cuando el viento sopla, El expondrá todo lo que le impide venir como el río de agua viva, sanando todo lo que tocare. Dios va a tratar muy personalmente contigo y conmigo, porque es a través de nosotros que El quiere que este río fluya y el avivamiento venga.