Lección 14.- Nuestra Necesidad Mas Grande
Tú y yo hemos sido llamado por Dios para que, a través de nosotros, El pueda restaurar la Iglesia a su lugar original. No has sido llamado a ser próspero, no has sido llamado para ser feliz, has sido llamado para el ser instrumento de Dios a través de quien El pueda restaurar su Iglesia, para que enfrente el desafío de estos últimos tiempos.
En Juan 16: 12 dice, “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar”.
En 1 Corintios 3: 1, “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía”.
Luego en 2 Corintios 6: 12-13 dice, “No estáis estrechos en nosotros, pero sí sois estrechos en vuestro propio corazón. Pues, para corresponder del mismo modo (como a hijos hablo), ensanchaos también vosotros”.
En Hebreos 5: 11-12 dice: “Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido”.
La gran necesidad de nuestro tiempo es la necesidad de un aumento en nuestra capacidad espiritual. Digo espiritual, no emocional ni intelectual. No hay limitación en el área de la actividad y el obrar. El programa de obras cristianas, de movimientos y empresas, está tan lleno que no hay tiempo para el esperar en Dios. Todos estos tres reinos que hemos mencionado son parte del alma: el ego, la mente, la emoción y la voluntad, y ésta es una era de la afirmación intensa e inmensa del ego, los cristianos no están exceptuados. En medio de esto, la poca profundidad y superficialidad de la capacidad espiritual, no es nada menos que trágica. Lo barato, lo fácil, lo rápido, lo glamoroso, lo popular, estas son características de nuestro tiempo que caracterizan tanto al cristianismo. Es la manera de ser del mundo lo que ha invadido la Iglesia y al cristianismo organizado. La profundidad, el vigor, la paciencia y la diligencia son cosas que se han perdido en la Iglesia moderna.
La Escritura que estamos usando como texto indica esta falta de capacidad espiritual que era un problema cuando Jesús estuvo en la tierra. El fue impedido y limitado por esta capacidad espiritual limitada. La falta de capacidad espiritual en sus seguidores imponían un “no puedo” en su ministerio. En otra oportunidad, El expresó este sentido de frustración en un gemido espontáneo diciendo, “…y ¡cómo me angustio!…” (Lucas 12: 50). Las Escrituras mencionadas muestran que el mismo problema importunaba al apóstol Pablo. ¡Cuán grandes y potentes cosas fueron dejadas de hacer debido a esta falta de capacidad! De hecho, este problema existió en tiempos apostólicos. Vemos esto en la Escritura; pero el hecho que existió entonces, no nos da derecho para justificarlo ahora. Que Dios nos ayude a descubrir la causa de esta limitación para que nos podamos mover en el programa de Dios.
Por supuesto, cuando los niños son niños, no tenemos más remedio que hablarles como tales, y no esperar más de ellos de lo que es correcto y apropiado. Pero las Escrituras que hemos leído, se relacionan a lo que es anormal, deficiente e irregular. Detrás de ellas hay una expectativa que crea un elemento de vergüenza, reproche y aún escándalo. Debería haber una capacidad y no la hay. Está disponible una plenitud mayor, pero el canal está obstaculizado, o el vaso no está vacío, o no está abierto.
¿Acaso las Escrituras que hemos leído, nos dan alguna luz sobre las causas de esta limitación, tanto en el caso de nuestro Señor que en la carta a los Hebreos? La causa es similar en ambas áreas: es el bloqueo de una tradición impuesta. En ambos casos fue la imposible e impasable barrera del judaísmo. Comprendamos de una vez que el judaísmo no es exclusivamente judaísta; es una tendencia, propensión, disposición u hábito incorregible. Hay tanto de judaísmo en los principios del cristianismo como el que hubo siempre en Israel.
Dios nunca ha hecho una cosa nueva sin que los hombres, después de un tiempo, lo han cristalizado, lo han puesto en una forma de enseñanza y práctica. Se convierte en una tradición, y la tradición reina en forma suprema hasta que Dios lo expone. Esta tradición hace a sus víctimas incapaces de aceptar y de adaptarse a alguna luz nueva del Espíritu Santo. El verdadero carácter y la causa de tal situación es una falta de comprensión de las formas de Dios. Fue verdad que Dios escogió a Israel para que sea Su pueblo peculiar y El los separó de las naciones, pero Israel no comprendió este acto soberano de Dios. Ellos pensaron que Dios los había escogido sólo para salvarlos, y cerraron las puertas para algo más. Pero la verdad fue que el acto de Dios fue con la intención de mostrar a todos los hombres cuál era Su voluntad; Israel debió haber sido una nación misionera llevando a Dios a los que no conocían a Dios. Dios trabajó mucho para mostrarle a Israel que ellos no eran mejores que otros, sino que más bien necesitaban de tanta misericordia como cualquier otro en la tierra. Ellos debieron ser los siervos marcados por una humildad profunda; pero fue justo lo contrario en extremo, y perdieron todo. Los discípulos heredaron esta misma naturaleza superior y fijaron los límites de la gracia de Dios.
El reino de Israel fue el “ser todo y el fin de todo” de su horizonte tradicional. Ellos simplemente no podían aceptar una persona o un propósito más amplio. Si hay algo que Dios enfatiza en nuestro tiempo, es que a El se le debe dar una puerta abierta para ir más allá aún de lo que podíamos haber recibido de El en una manera provisional, sin decir nada de la necesidad de avanzar más allá de nuestras propias motivaciones. El Nuevo Testamento hace claro que la guerra por la herencia plena toma su forma más fiera e intensa, cuando se trata de la liberación de la tradición establecida. He visto esto mucho en Rusia en la Iglesia Pentecostés. Ellos han tomado mucho de la Iglesia Ortodoxa, como la “transubstanciación” y toda clase de tradiciones. El trabajo más difícil con los religiosos Pentecosteses, fue romper el molde de esta tradición.
Pero luego hay la probibición de “carne y sangre”. Esto puede sonar raro, pero no es ciertamente extraño en el Nuevo Testamento. Hay una frase que cubre y relaciona todo lo que el hombre es, aparte de la regeneración y de la nueva creación. Un ejemplo clásico es Nicodemo en Juan 3. El vino a Jesús de noche y le preguntó qué tenía que hacer para entrar al reino. Y Jesús le dijo que tenía que nacer de nuevo, queriendo decir que con esta naturaleza no podía entrar. A menos que un hombre nazca de nuevo, él no puede ver el reino de Dios. Pero está aún más plenamente señalado en 1 Corintios 2 y 3. Aquí se refiere a la antigua creación que a veces se menciona como “natural” o “carnal”. Cuando se usan estas palabras o cuando su significado es ampliado, hay siempre también la prohibición que Pablo dice, “que no se puede”. Pablo dice que lo natural no puede; él podría haber dicho también “carne ni sangre no pueden”. Jesús trazó la línea de separación y distinción al igual que la incapacidad cuando le dijo a Pedro que ni carne, ni sangre le revelaron que El era el Cristo. El hecho y la fuerza de esta prohibición se ve plenamente en el caso de los Corintios.
Una gran mayoría o una gran porción de ellos, estaban viviendo en ese lado de su naturaleza que no había sido regenerada, ese hombre viejo. En ese lado, sus juicios, su comportamiento, y su disposición, eran los del mundo y sus formas. Por consiguiente, su inmadurez espiritual impidió el crecimiento. Todo esto habla por sí mismo. Pero cuando hemos dicho todo esto, debemos ir más allá y encontrar cuál fue el récord que nos muestra ser la causa y lo que es el remedio. El punto de cambio mediante el cual nuestro Señor dio la libertad a esta incapacidad estuvo en una simple palabra, “pero”. “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar, “PERO” cuando venga el Espíritu de verdad…” (Juan 16: 12-13). La incapacidad cede el camino a la capacidad con la venida del Espíritu Santo. Esta por supuesto es una declaración que todos creemos que fue una doctrina en la vida de los discípulos. No hay error en decir que así creían ellos, pero ésta no es toda la verdad. El Espíritu Santo había venido en el tiempo de los Corintios, lo recibieron, pero aún así su capacidad era limitada. La explicación se encuentra en la base que el Espíritu Santo demandó para que hubiera un ensanchamiento en su capacidad. En el caso de los discípulos, la cruz significaba un trabajo devastador en ellos; esta crisis le dio al Espíritu Santo el camino para efectuar ese tremendo ensanchamiento en la capacidad de ellos, como vemos después de Pentecostés.
Pero el principio de la cruz tuvo que aplicarse después de esto. Ellos eran judíos, y la tradición judía no se podía eliminar tan fácilmente. Pedro tuvo una batalla sobre el gentil Cornelio, pero el Espíritu ganó sobre la base de la cruz. El asunto, entonces, es que el aumento de la capacidad espiritual sólo puede venir por el camino del sufrimiento, esto es, la cruz. El sufrimiento puede ser la desilusión de nuestra propia habilidad, como fue con Pedro. Puede ser hecho por quebrantar nuestro “yo”, la vida fuerte del “yo”. Puede ser el dejar algunas ideas religiosas muy fuertes. En ningún reino de la creación hay ensanchamiento y aumento sin sufrimiento. Esta es la razón por la que hemos dicho una y otra vez, que la cruz debe ser algo central. Y todo lo que hagamos, todo lo que digamos, en todo el propósito, la cruz debe estar ahí para que controle y saque todo lo que no es Cristo. Esto es especialmente cierto en la vida cristiana: son sólo los que han sufrido los que tienen más para dar, y capacidad para más. Esto explica la soberanía de Dios al permitirnos que suframos. No es el deseo de Dios que por este sufrimiento halla como resultado pérdidas y privaciones. Satanás te dirá que lo es.
Así que cuando escuches a alguien predicar que si tú estas teniendo dificultades, no importa de dónde vengan, es el diablo, sabes que está mal. Vas a sufrir. Todos los que viven piadosamente en Cristo Jesús, van a pasar a través de esto. El desierto no está a 1,000 millas de tu camino, está frente a tí, y es un pensamiento muy pobre pensar que tú puedes andar de puntillas alrededor de él. Es un evangelio tonto que trata de decirte que todo tu sufrimiento viene del diablo. Dios permite que nosotros atravesemos la tormenta. El no construye cercas a nuestro alrededor para guardarnos de la dificultades de la vida, porque para Dios el sufrimiento resulta en que El aumenta nuestra capacidad espiritual, y ésta, sobre la base de una mayor responsabilidad, produce confianza y un ministerio fructífero. La rama de vid puede sangrar debido a la poda drástica y dolorosa, pero la vindicación será mejor y más fruto.
Pablo decía que él moría cada día, pero por causa de esta muerte, (y él no sólo estaba muriendo al pecado, como ya lo habíamos señalado). Por causa de esta muerte, venía la vida. Si el grano de trigo cae en tierra y muere, éste llevará mucho fruto. Amén. Pero a menos que sea llevado a este punto, entonces no podrá producir el fruto deseado. El fruto no sale por el obrar, sale por el morir. Cuando pasemos a través de esos tiempos de dificultad y sufrimiento, examinemos nuestras vidas; si no hay pecado voluntario ahí, entonces es que Dios está obrando.
Mantén tus ojos abiertos y tus oídos atentos. Dios va a incrementar esta capacidad. El va a limpiar el canal, lo va a hacer más profundo y ancho, para que a través de ese vaso, pueda fluir una capacidad espiritual más grande. La capacidad tiene que ser incrementada. Entonces podemos ver que la vida cristiana es constantemente muerte y resurrección; algo en tí y en mí tiene que convertirse en una ofrenda quemada. Debes menguar para que Cristo crezca. Nuestra necesidad más grande es un aumento en nuestra capacidad espiritual. En esta separación de tu familia, de muchas cosas, separados para Dios, que nuestro Señor ensanche realmente nuestras vidas para que seamos verdaderamente ese vaso que restaure la Iglesia de Cristo hacia Su verdadero propósito.