Lección 5.- El Instrumento Del Propósito Eterno
Dejemos toda presuposición sobre la Iglesia para que podamos tener una visión sin velos y verla exactamente como Cristo la ve. Vemos que Juan presenta al hombre celestial y a la Iglesia personalmente de una manera más completa que cualquier otro escritor. De hecho, en nuestros estudios de la persona de Cristo, vimos a este hombre celestial y al propósito eterno. Y ahora vemos a la Iglesia como este propósito.
Pablo se mueve, del hombre celestial personal, al hombre corporal, que es la Iglesia, Su cuerpo. Antes, Cristo era el Padre en una manera literal, antes de lo que Pablo llama los tiempos eternos. La Iglesia, aunque no literalmente, ya estaba en el conocimiento de Dios desde antes de los tiempos eternos. Ellos se convierten en una realidad viviente como la conocemos físicamente, en el día de Pentecostés, pero ha estado siempre en el preconocimiento de Dios, porque la Iglesia es la prioridad de Dios.
Antes que nada, vamos a ver la restauración de las relaciones celestiales. Ya que Cristo y la Iglesia son revelados estando en el plan del Padre desde todos los tiempos eternos, somos capaces de ver ciertas cosas. Debido a la caída, Cristo vino al tiempo en relación a la redención, y esta redención viene por “Este presente siglo malo”. No somos redimidos de un lugar, sino de un siglo, y es muy claro que siglo es. La presente era, viene desde Adán hasta los nuevos cielos y nueva tierra. Esto significa que la Iglesia, que pertenece a la eternidad y no a esta era, ha de ser redimida de ella. Es aquí que el Espíritu Santo está congregando a la Iglesia. Por la redención que es en Cristo Jesús, la Iglesia está redimida del tiempo a la eternidad.
Así que, el nacimiento de Cristo está relacionado con la redención de la posesión comprada, la redención de la Iglesia. Con referencia de la entrada de Cristo en el tiempo, Juan tiene tres cosas que decir sobre Cristo. Lee esto muy atentamente, porque es muy importante. Juan coloca a Cristo primero que nada en la eternidad. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1: 1), aquí se refiere a Cristo fuera del tiempo. Luego Juan muestra la venida de Cristo en el tiempo. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1: 14).
Cristo es también revelado estando en el cielo, mientras que él está aquí. El Hijo que está aquí en la carne, está al mismo tiempo en la eternidad. Mientras que El está en el tiempo, aún está en la eternidad. “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (Juan 3: 13). En Cristo, esto viene a ser una realidad de la Iglesia y en cada miembro verdadero de la Iglesia, si es que en Cristo, tú y yo individualmente y la Iglesia colectivamente están ambas en el tiempo y la eternidad. En Cristo, estamos en el tiempo y en la eternidad. El hombre nace en el tiempo. En el nuevo nacimiento a través de la unión con Cristo, se restablece la ciudadanía celestial.
Debe de grabarse en nosotros que no estamos tratando de convertirnos en ciudadanos del cielo, que no estamos tratando de convertirnos en seres espirituales, nosotros ya los somos en virtud del nuevo nacimiento. Esta relación se perdió en la caída pero ha sido recuperada en el nuevo nacimiento. La ley y motivos de esta unión es vida eterna. Queremos ver en relación con esto, a Israel y las promesas. Dos cosas están evidentemente relacionadas en la mente judía: El reino de los cielos y la vida eterna. Nicodemo preguntó qué debía hacer para entrar al reino de los cielos. Otro vino y preguntó al maestro, “¿Qué haré para heredar la vida eterna?”. Así que aquí vemos que dos cosas estuvieron relacionadas en la mente judía. El reino de los cielos y la vida eterna. Jesús se refirió a su expectativa cuando dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna” (Juan 5: 39). En la mente judía había una esperanza de vida eterna y Cristo asoció la esperanza con El mismo, y concerniente al testimonio de la escritura el dijo: “…y ellas son las que dan testimonio de mí…”. En otras palabras, El relacionó a las dos. “Escudriñad las Escrituras”, dijo Jesús, buscando esta vida eterna, “porque esas escrituras son las que testifican de mí. Yo soy la vida que están buscando”. Esta es la esencia total de la escritura. Para todos aquellos que puedan recibirla, El les indica que El es la vida que ellos buscan.
Jesús le dijo a Natanael, “Veréis el cielo abierto…”. Tal declaración implica que el cielo ha sido cerrado. Lo que esto significa es, que para el hombre la vida eterna ha sido como estar tras puertas cerradas. Para todo hombre esto es verdad, por naturaleza. Un cielo cerrado no es el deseo de Dios para nosotros. Pertenecemos al cielo, Cristo pertenece al cielo, la Iglesia pertenece al cielo. Sin embargo este mismo lugar al que pertenecemos está cerrado para nosotros. El hecho de un cielo cerrado fue una realidad en aquellos momentos de la cruz, cuando el Señor Jesús tomando el lugar del hombre en su estado pecaminoso, clamó, “Dios mío, Dios mío, porqué me has abandonado?”. Tal es el estado del hombre por naturaleza, con los cielos cerrados, aun siendo que le pertenecena él, en el propósito de Dios. Sin embargo Jesús le dijo a Natanael, “veréis el cielo abierto”. Hay un significado mucho más profundo en la frase que lo que se ve por fuera. Significa estar en casa en comunión con Dios. Esto es lo que significa un cielo abierto. Significa que ahora la relación a través de Cristo, en unión con Cristo, ha sido restaurada; así que quiere decir estar en casa en unión y comunión con Dios. Es tener una vida celestial, es tener todos los recursos del cielo a nuestra disposición. Esto es el significado de un cielo abierto, esta realidad debe ser otra vez traída a la Iglesia. Que mientras caminamos con Dios, el cielo se abre para nosotros. El principio del cielo abierto es lo que llamamos vida eterna en Cristo.
Entonces vemos a Cristo y a la Iglesia. La Iglesia debe ser lo que ese Hombre celestial fue. Hemos visto bastante de esto, hemos tratado con la Persona de Cristo, el Hombre Celestial y la vida eterna. Y es muy necesario ahora que hagamos la relación entre este hombre celestial y la Iglesia, porque la Iglesia se ha convertido en lo que el hombre celestial fue. Juan lo dijo así, “así como fue El en este mundo, así también nosotros”. Así que, ahora la Iglesia se ha convertido en lo que fue este hombre celestial, y lo que este hombre celestial es, en cuanto a su ser, a las leyes de su vida y a su ministerio.
Lo que quiero dejar grabado en tu mente es que, lleves el Evangelio, comprendas que el ministerio de la Iglesia es exactamente lo que vemos que fue el ministerio de Cristo, como el hombre celestial cuando anduvo sobre la tierra. Lee los evangelios con esto en mente. Cuando lo vemos haciendo bienes, sanando a todos los oprimidos por el diablo, destruyendo las obras del diablo, trayendo la revelación de Dios al hombre a través de lo que era el mismo “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”, y cuando reconozcamos que nosotros somos el ministerio de la Iglesia en el tiempo, estaremos moviéndonos hacia lo que Dios está tratando de producir, y lo que El finalmente hará a través de la Iglesia, porque este es exactamente el ministerio de ella. Todo lo que es verdadero y real sobre Cristo como el hombre celestial, ha venido a ser igualmente real para la Iglesia. Jesús como el hombre celestial nació aquí en el tiempo; así también la Iglesia, el hombre celestial corporal, debe tener un nacimiento aquí en el tiempo. Y debe ser el mismo principio en el cual Cristo nació.
Ya que esto es cierto veamos, ¿cómo nació Cristo? Primero que nada, el Verbo fue presentado. Esto es siempre el primer paso. Juan lo encierra todo en una sola declaración, “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…” Pero luego el apóstol Lucas nos explica más detalladamente; él nos dice cómo el ángel vino a María y se le presentó con una declaración y luego esperó. El ángel vino a María y le dijo: “Bendita tú entre las mujeres”. Luego le dio la gran noticia de que ella iba a salir embarazada y tener un bebé. Una vez que él le dijo esto, esperó. Y perpleja, María hizo una pregunta, “¿Cómo será esto? pues no conozco varón”. Esperó otra vez y luego ella respondió: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1: 38).
Primero que todo vemos que la palabra es presentada. Este es el primer paso en su nacimiento. El ángel esperó, ¿Qué vas a hacer con la palabra que ha sido presentada? ¿Cómo vas a reaccionar a ella? Entonces veremos que la palabra presenta un desafío. Todo ahora depende de lo que se haga con la palabra presentada. ¿Te das cuenta de lo que significa ser engendrado por la palabra de Dios? El primer paso en este nuevo nacimiento, la vida celestial, es nuestra actitud hacia la palabra de Dios que ha sido presentada. Este principio gobernará cada paso en la vida celestial. No es sólo el principio, sino que gobierna cada paso en la vida celestial. Esta es la naturaleza del primer paso, y lo es igualmente la naturaleza de cada paso subsiguiente. Siempre Dios se presentará a nosotros con Su palabra, y con ella un desafío, un costo. Habrá un conflicto. ¿Estamos preparados para aceptar la palabra? ¿Estamos preparados para lo que esto significa y lo que esto involucra? Cuando este conflicto es arreglado, y sólo cuando es arreglado, podemos proseguir con Dios. Nuestro conocimiento de la vida celestial depende de principio a fin en nuestra respuesta de lo que nos es presentado por la palabra de Dios. Por esto es que el Señor nunca explica todo a los incrédulos. Para el incrédulo dice “Esta es la voluntad de Dios” .El Señor hace declaraciones claras y concisas. “Esta es la palabra de Dios”. “Esto es lo que debes de hacer”. Las explicaciones vendrán después. El cielo se quedará cerrado o va a ser abierto por tu respuesta o falta de respuesta a la palabra de Dios presentada. Nacerás de esta palabra, si respondes a esta palabra.
Así que el primer paso, es la palabra presentada, luego después de mucho conflicto, la aceptación y rendimiento a ella. “…hágase conmigo conforme a tu palabra”. Después que la palabra es aceptada, viene la palabra germinante. Noten que estamos viendo cómo este hombre celestial se convierte en una realidad; por lo tanto estamos reconociendo cómo la Iglesia, o este nuevo hombre viene a ser real. La palabra presentada, la palabra aceptada, la palabra germinada. El siguiente paso es cuando el Espíritu Santo hace que la palabra germine dentro de nosotros. El Espíritu la hace germinar o florecer en nuestro interior por medio de la palabra de Dios. Pero sólo cuando la Palabra ha encontrado una respuesta, puede venir a ser algo vivo dentro nuestro. Es por esta razón que una persona inconversa nunca puede saber el significado de la palabra Dios. El significado de toda la palabra Dios demanda de la obra interna del Espíritu Santo para hacerla viva, para hacerla germinar, y nuestra respuesta a ella abre el camino para el Espíritu.
Es el tercer paso para transformarnos en este nuevo hombre, y para que la Iglesia sea lo que el Hombre Celestial fue, es que la Palabra (o Cristo), sea formada en nuestro interior, inicial y progresivamente. Como lo hemos mencionado, ahora tenemos lo que El fue y lo que El es, así que tenemos que venir a esta realidad, así como este Hombre Celestial fue hecho realidad. Es muy sencillo cuando lo presentamos de esta manera, pero éste es el camino a la vida eterna. Nota cuidadosamente que esto no tiene nada que ver con María, su raza o su naturaleza. Por medio del Espíritu Santo, hubo una obra completa entre todo lo que María era por naturaleza y lo que era santo. Cuando Cristo nació de María, en ella aconteció algo sobrenatural. Como sabemos, María tuvo un largo linaje natural, y en este linaje, hubieron todo tipo de personas, incluyendo varias rameras. Cuando el Espíritu Santo formó a Cristo en ella, El cortó todo esto. Esa sangre nunca llegó a Cristo. Es importante notar que nosotros en la misma manera hemos nacido de nuevo. El mismo milagro que aconteció en el nacimiento de Cristo en la virgen María, acontece en todos nosotros cuando nacemos del Espíritu Santo. El nacimiento en la virgen no es el único milagro, ya que cuando tú y yo nacimos por el Espíritu, es el mismo Espíritu Santo que nos cubrió, e implantó en nosotros la semilla de Cristo, la palabra de Dios se hizo carne otra vez en nosotros. Y la nueva creación es formada y traída a nuestro espíritu por el Espíritu Santo, y todo lo que fuimos es cortado desde este momento, para que no haya nada de esta naturaleza en la nueva creación.
Cristo en nosotros es algo más que nosotros mismos. Esto es lo que nos hace celestiales. Carne ni sangre no pueden heredar el reino de Dios, sólo lo que es de Cristo heredará el reino. Debemos hacer una diferencia entre lo que es de Cristo y lo que es nuestro. Todo lo que entre en el Reino debe pasar por la prueba de la muerte. Todo lo que esté sujeto a muerte, morirá. Y la vieja creación es sólo esto. Cristo no está sujeto a muerte. Esto, entonces, es nuestra única esperanza de gloria; “Cristo en vosotros”, dijo el apóstol Pablo, “la esperanza de gloria”.
Entonces vemos en todo esto que la Iglesia ahora es exactamente lo que este hombre celestial el Señor Jesucristo, fue en la tierra. Tiene el mismo nacimiento, en el mismo lugar. Nosotros estamos ahora donde El estuvo y es en el tiempo. Entonces podemos ver ahora, el don del Espíritu Santo. La vida eterna es por el Espíritu Santo. El es el Espíritu de vida, la vida es la vida de Dios. Pablo dijo en Romanos 8: 2, “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”, declarándonos a nosotros que el Espíritu Santo, esta vida de Dios, está en nosotros como la vida. Esta es la vida de Dios, por lo tanto, es la naturaleza de Dios; son las emociones de Dios, es la misma naturaleza de Dios.
Cuando recibimos la vida, recibimos la vida de Dios. La fe y amor de Dios están ahí. Pablo nos dice en sus cartas que la fe es don de Dios; lo vemos en Romanos 12. Es un don de Dios, un don del Espíritu Santo. Luego, también es el fruto del Espíritu, así que cuando recibimos la vida eterna, este Espíritu de vida de Dios, entonces recibimos la fe de Dios. Luego en Romanos 5 él dice que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo”. Al recibir la vida, entonces yo recibo el amor de Dios. No es una lucha para mí amar, la lucha es caminar en la vida. Esta vida son las emociones de Dios. Yo no trato de sentir como Dios, si yo camino en el Espíritu, yo amo lo que Dios ama, y yo odio lo que Dios odia. Es la mente de Dios en el creyente.
Hemos tratado con un capítulo completo de que la mente es la habilidad de Dios en el creyente. Con la vida viene la mente, viene la habilidad, y la vida en nosotros es la vida de Dios conformándonos a lo que Cristo es y fue. El ministerio entonces, es la expresión de esa vida, la obra externa del Cristo interno. Para esto, Dios nos ha dado el Espíritu Santo. Concluimos que el instrumento del propósito eterno es la Iglesia. Hemos venido para representar a Cristo. La Iglesia, tú individualmente, nosotros, la Iglesia colectivamente, hemos venido para representar a Cristo y ser rechazados: así como fue El en el mundo, igualmente nosotros.
Tenemos que ministrar a Cristo a otros, y nuestro ministerio es una expresión de esta vida; la obra externa del Cristo interno.