Lección 8.- El Principio De La Semilla
Leamos en Génesis 1: 11-12: “Después dijo Dios: produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno”.
Somos predestinados a ser conformados a la imagen de Cristo. Dios nunca inicia algo sin antes terminarlo primero. A nosotros los que hemos nacido de Dios, quienes hemos nacido de nuevo por la semilla incorruptible de Cristo y hemos sido colocados en Cristo, se nos ordena que permanezcamos en El. Mientras que permanezcas en Cristo, este proceso continúa y “aún no se ha manifestado lo que seremos, pero sabemos que cuando El venga, seremos como El, porque le veremos tal como El es”, con tal que estemos en Cristo. Este conformarnos a Cristo es progresivo.
Refiriéndose al hombre, Dios dice en Salmos 8: 5-6, “Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies”.
Pablo en Hebreos 2: 8-9, refiriéndose al Salmo de David dice, “…pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a…Jesús”. No se ha completado el proceso; todo el proceso completo de ser conformado a Su imagen aún no se ha llevado a cabo. Pero vemos a Jesús, y todas las cosas están bajo Sus pies. Y cuando despertemos a Su semejanza, a Su imagen, todas las cosas estarán bajo nuestros pies. Esta conformidad a Cristo entonces es progresiva y es la manera de Dios de llevarnos a la gloria. El apóstol Pablo dice en 2 Corintios 3: 18, “…somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. Permíteme decirte que, los medios de Dios para ser y crecer, son una semilla con vida en ella. La ley de la cosecha es, “Todo se reproduce según su especie”. Si sembramos maíz, cosecharemos maíz. La vida de todo organismo está en la semilla, y todas las posibilidades de esa vida están ahí ¡qué maravilloso! todo el color, la belleza, la simetría, están en la vida. Mira la rosa; nadie la tuvo que pintar o perfumar. Todo lo que vemos, la fragancia que percibes, viene de la vida que está en esa pequeña semilla. El principio de la semilla es cierto para todas las formas de vida. Las plantas, animales, seres humanos, y lo espiritual. Pedro escribió sobre los seres espirituales. “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece siempre”; Pablo dijo que esa semilla es Cristo.
El creyente es nacido de la simiente de Cristo. En el nuevo nacimiento, el Espíritu Santo planta la simiente de Cristo; el mismo milagro que ocurrió con la virgen María, ocurer con cada nueva criatura. El Espíritu Santo hizo sombra sobre la virgen, y plantó la semilla de Cristo, la palabra de Dios. El mismo milagro ocurrió cuando tú y yo nacimos de Dios. El mismo Espíritu Santo tomó la misma simiente de Cristo, la palabra de Dios, y la plantó en nuestro espíritu humano, y nació una nueva criatura. Cristo fue el primogénito de una nueva raza; el era Dios, El era hombre, 100% Dios y 100% hombre. Yo no soy Dios, sino hombre, una nueva criatura, así como Jesús en Su condición de hombre. Toda la belleza y poder de Cristo está en esa semilla; cuando nací de nuevo por la semilla incorruptible, todo lo que Cristo es como hombre, estaba en esa semilla. Cuando Cristo es plantado dentro de nosotros, entonces el conflicto se inicia, la carne contra el Espíritu, y la vida que desarrollamos es la vida en que nos convertiremos. Si andamos en el Espíritu, somos cambiados a la imagen de Cristo; anda tras la carne y serás lleno de sus obras. Pablo escribió, “Digo, pues: andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”.
El conformarnos a Cristo se logra por el desplazamiento de la vieja vida con la nueva. Con el nuevo nacimiento, aparece una nueva persona, exactamente como era Jesús en la tierra. El crecimiento del nuevo produce la muerte del viejo. No podemos crucificar el “yo” con el “yo”; es solamente por el crecimiento del Espíritu que vencemos la vida vieja. Mira el tiempo de invierno, cuando todas las hojas han caído a tierra; colgando en los extremos de las ramas, quedan algunas viejas hojas. Si fueras al bosque, no escucharías a esos árboles desnudos murmurando y quejándose en auto compasión referente a cómo se vestirían otra vez, pues ellos saben que en la primavera, cuando la vida nueva viene, expulsará la vida vieja, y la nueva la va a reemplazar. Así es la vida cristiana: es un reemplazo de lo viejo con lo nuevo. La nueva vida está en tí, está en mí; mientras yo la alimento con la palabra de Dios, la riego con oración, el crecimiento de esa vida nueva desplazará a la vieja. Toda la belleza y poder de la vida cristiana es un producto del crecimiento de la vida de Cristo dentro de tí.
Toda la vida de Cristo está en la semilla, la palabra de Dios. Todo lo que Dios ha hecho es bueno desde el principio, y todo lo que ocurra es para enseñarnos a nosotros, las nuevas criaturas, los valores y las obras espirituales. La metamorfosis de la mariposa enseña la gran verdad de la transición; así como esa libélula, o gusano de seda, tiene que dejar su capullo y entregar esa forma de vida para despertar a un nuevo orden, así también el hombre ahora tiene que salir de un orden y ser constituido en uno nuevo, con facultades y capacidades para un orden superior.
Las posibilidades de un orden están todas en el nivel inferior, pero si va a convertirse en aquello para lo cual fue creado, debe ascender de etapa, la vieja vida debe morir. Esto es doloroso, pero no hay otra manera; debe pasar de la larva a la ninfa si va a ser una criatura hermosa con alas como Dios quiso. Esto es doloroso, porque debe forzar el salir fuera de ese capullo. No puede ser ayudada; debe pasar a través de todas las etapas.
Recuerdo cuando era joven que veía a los capullos en los árboles; los arrancaba y los partía en dos, y una masa de vida se derramaba. Yo destruí las posibilidades de que esa vida alguna vez se convirtiera en aquello hermoso que Dios quiso que fuera, porque si esa vida va a convertirse en la criatura hermosa que Dios quiso, tendrá que pasar por todas las etapas. Así también la vida cristiana debe pasar por la larva (que es el bebé). Si va a ser efectivo, si va a ser atractivo, si va a tener poder, debe pasar de la etapa de bebé hacia adelante a la imagen de Jesucristo. El dijo, “…si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo…” (Paráfrasis de Juan 12: 32).
El mundo debe ver a Cristo. Como la mariposa, debemos pasar de la vieja naturaleza a la nueva. La nueva vida es nuestro testimonio. El fruto de la nueva vida es amor; El fruto es un proceso natural de la vida. La lucha no es por el amor, no es por la fe, ni tampoco por la paciencia; la lucha es por salir del capullo, que es la carne, para que la vida de Cristo pueda ser vista. No es una lucha por tener fe, porque la nueva vida tiene fe; la lucha es por salir de la carne a una nueva vida del Espíritu. La santificación y la educación espiritual son una.
Hebreos 12: 1-3 dice, ” Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro, tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar”.
El avance de la educación y la santificación está marcada por una sola cosa: el crecimiento del espíritu. Cuando el espíritu es recién vivificado, apenas es capaz de mostrar su existencia. Está lejos de la posibilidad de mostrar dominio sobre la carne. Pero el avance de la santificación es marcado por el crecimiento espiritual y no por reglas. El espíritu comienza a ejercer su supremacía y a dominar la vida física y animal para que conozca sus límites y obedezca a Dios; cuanto más avance la santificación, habrá más inteligencia espiritual, poder y vida. El resultado final, es que seamos conformados a la imagen de Cristo (Romanos 8: 28-29). Esta educación y santificación es el resultado de no andar en la carne, sino en el Espíritu. Tal andar nos aleja de la carnalidad y de la inmadurez. Habrá crisis a lo largo del camino, marcado por experiencias definidas y tremendas, pero ninguna crisis es final. Todos debemos tener el crecimiento que nos lleve a una plenitud mayor; es fatal relacionar todo a una crisis. No hay atajos: la liberación de este cuerpo de muerte es nuestra unión con Cristo en Su muerte; el hombre viejo debe morir. La victoria sobre el estado de la caída, es el pasar de un estado a otro progresivamente, de lo natural a lo espiritual. El nuevo nacimiento significa el ser espiritual, uno que no puede pecar. Este hombre debe reemplazar al viejo hombre que sólo conoce el pecado.
La liberación de la muerte, condenación, enfermedad, temor, frustración e incredulidad, es crecimiento del Espíritu, la vida de la semilla de Cristo; entonces el ser formado a Cristo es la respuesta. Míralo, El nunca tuvo temor, nunca se enfermó, nunca estuvo apurado, nunca dudó. El crecimiento espiritual es ser como El; ésta es toda la obra del Espíritu Santo, el desarrollo de la vida de Cristo en la nueva criatura. Debemos entender que todo hombre o mujer nacidos de Dios tiene dentro de ellos estas dos naturalezas, la vieja y la nueva. Al final nos vamos a convertir en la naturaleza que estamos alimentando. Debemos agarrarnos de esta verdad: si nos ocupamos de las cosas de la carne vamos a morir, nos vamos a convertir en carnales; pero si nos ocupamos en las cosas del Espíritu, vamos a convertirnos en personas espirituales; vamos a crecer espiritualmente.
Debes entender que, habiendo nacido del Espíritu de Dios, todo lo que se necesita para despertar a la imagen del hijo de Dios está en la semilla que está en tí. Cuando permitimos que la vida de Cristo sea desarrollada, cuando andamos en el Espíritu no satisfaciendo los deseos de la carne, entonces estamos siendo progresivamente conformados a la imagen de Cristo. Como resultado, habrá poder en nuestra vida. Jesús dijo, “Toda potestad me ha sido dada en los cielos y en la tierra”. Eso significa que no hay poder para mí mismo, o por mí mismo; todo el poder ha sido dado a Cristo; por lo tanto, el poder sólo puede venir a mí cuando yo me muevo en forma progresiva en el proceso de la santificación, conformado a la imagen de Cristo. La naturaleza de la experiencia cristiana, es acumular poder y belleza mientras que se mueve progresivamente hacia la imagen de Cristo; esta es la propia naturaleza de esta experiencia. Todo está en el principio y sólo necesita ser desarrollado. Al haber nacido de nuevo, habiendo sido plantada la semilla de Cristo, la nueva criatura que vino a la existencia, bautizada en el Espíritu Santo, debe ser guiada ahora por el Espíritu; el liderazgo del Espíritu Santo es simplemente aprender dónde está Dios, qué es lo que está haciendo, qué desea, y andar con El en el Espíritu.
El desarrollo de la vida de Cristo es en forma continua, sin importar lo que veamos o no veamos. En la medida que permanezcamos en Cristo, entonces esta obra y crecimiento a Su imagen se lleva a cabo todo el tiempo. Es así que el medio de Dios para nuestro crecimiento espiritual está justamente aquí: en la semilla con la vida de Dios en ella. Somos nacidos de nuevo, no de simiente corruptible, y por lo tanto, ahora tenemos una elección que hacer. Nuestra vida espiritual, es gobernada por las elecciones que hacemos. Cada día de mi vida con Dios, enfrentaré circunstancias, tentaciones y pruebas, y tengo que tomar decisiones. La elección es siempre ésta: o voy a permanecer en Cristo o voy a permanecer en mí mismo. Y si yo siempre escojo permanecer en Cristo, entonces este proceso de conformación a Su imagen, se está continuamente llevando a cabo en mi vida. Si yo a través de la fe comprendo esto, y camino en obediencia, estaré cada vez más en una posición de poder y de victoria. Toda incredulidad es un producto de la vieja naturaleza. Juan lo dijo dos veces, “El que es nacido de Dios, no peca”.
Esa vieja naturaleza sólo sabe pecar. Esto es lo que Jesús le dijo al hombre que se le acercó con su hijo endemoniado. Los discípulos no pudieron echarlo fuera, pero Jesús sí pudo; los discípulos preguntaron, “¿Por qué no pudimos echarlo fuera?” Ellos lo habían hecho muchas veces antes. Su respuesta fue, “Por su incredulidad” Pero luego El dijo, “Este género no sale sino con ayuno y oración ” (Mateo 17: 21). Lo que El estaba diciendo era que en oración y ayuno, nosotros tratamos con la incredulidad, y cuando ayunamos tratamos con la vieja naturaleza. Cuando ayunamos abatimos al hombre viejo, y cuando oramos, levantamos al hombre nuevo; ésta es la manera de Dios de vencer la incredulidad. Esto es como somos conformados a la imagen de Jesucristo. La ley de la cosecha: todo se reproduce según su especie; los medios de Dios para ser y para crecer están en la semilla con la vida en ella. Si has nacido de Dios, tienes todas las posibilidades en tu mano.