Lección 5.- Protegidos Por La Sangre
San Lucas 10: 19-20 dice, “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”.
En Apocalipsis 12: 11, “Y ellos le han vencido (al diablo) por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”.
Hemos visto la Sangre, con sus logros y su propósito y hemos encontrado que el primer acto de la sangre es purificar el cuerpo. Luego vimos la inteligencia de la sangre, cómo alimenta cada célula del cuerpo, y cómo ella regula la temperatura del cuerpo; todo esto hemos podido ver como una función de la sangre natural fluyendo a través de este cuerpo humano. Y lo que es verdad en lo natural, es también verdad en lo espiritual. Pero ahora en este capítulo, “Protegidos por la Sangre”, llegamos a la defensa del cuerpo natural; esta defensa es la sangre.
Cuando un paciente tiene fiebre, el doctor sabe que hay alguna infección ahí, y que el cuerpo está luchando. Cuando se hace una transfusión de sangre, se desea que el paciente tenga fiebre de alrededor 38 a 39 grados cuando la recibe, porque esto significa que la sangre está luchando contra cualquier elemento extraño que está en la sangre que está recibiendo el paciente. Hay elementos en la sangre que luchan contra cada microvirus o bacteria que quiere ingresar y que está en contra del cuerpo. De otra manera el paciente moriría, porque todo el tiempo hay una guerra constante ahí, hay virus y gérmenes que quieren invadir y tomar control del cuerpo.
Si te das un corte, antes de que te des una vuelta, ya entraron como un billón de gérmenes. Pero la sangre actúa de inmediato y comienza a hacer la guerra contra esa invasión no deseada en nuestro cuerpo, porque si no, no viviríamos. La sangre de Jesús es la defensa del cuerpo espiritual, es nuestra defensa, nuestro escudo y preservación; la Sangre se va a levantar contra las enfermedades espirituales que de otra manera nos destruirían. La Sangre también es nuestra cobertura contra las tormentas.
Lucas 10:19 dice, “He aquí, os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará”. Reconoce que este poder está en la Sangre, que el poder del Espíritu Santo y la Sangre están como uno solo en esta operación, y que nuestras acciones, arrepentimiento, confesión y decisiones correctas, sólo abren el canal por donde esta Sangre pueda fluir y que haga lo que debería hacer todo el tiempo.
Habrán ataques, algunas cosas vendrán contra nosotros, pero si mantenemos la relación adecuada, si caminamos en la luz, la Sangre nos va a proteger y la Sangre nos va a preservar. “…y le han vencido (al diablo) por medio de la sangre del Cordero” (Apocalipsis 12: 11). La Sangre es nuestra defensa más grande. Primero que todo asegura el fundamento; cuando nacemos de nuevo, entramos a esa relación con Dios y somos colocados en Cristo, que significa que somos rodeados por Cristo. Este es el fundamento asegurado por la sangre de Jesús.
Tú y yo no tendríamos derecho de estar aquí si no fuera por la Sangre que fue derramada en el Calvario; hay suficiente pecado en cualquiera de nosotros para enviarnos a la tumba sin Cristo, pero gracias a Dios existe la Sangre, esa Sangre que nos asegura el fundamento. Y desde el punto de ventaja de la Sangre, nosotros lanzamos el nombre de Jesús al enemigo.
La cobra es una serpiente muy venenosa, y por siglos su mordida causaba una muerte segura. Si una persona era mordida por esa cobra no había esperanza; en cuestión de horas moriría. El gobierno de la India, en donde hay más de estas serpientes, descubrió que había cierta raza de caballos de Bélgica que eran inmunes a la mordida de esta cobra; se dieron cuenta que la cobra podía morder a este caballo sin causarle daño. Pero luego se percataron que al dejar que el caballo sea mordido, su sangre producía un antídoto que podía inmunizar a las personas mordidas por esa cobra.
No necesito recordarte que una serpiente más venenosa que la cobra ha mordido la raza humana: (Romanos 5:19) “Por la desobediencia de un hombre, los muchos fueron contituidos pecadores.” La Biblia llama al diablo, la serpiente. A través de la mordida de esa vieja serpiente, (el diablo) la muerte pasó a toda la raza humana. Por miles de años la muerte reinó, la Biblia lo dice, la muerte reinó, la muerte gobernó. ¿Por qué? Porque no había antídoto, el veneno estaba en la corriente sanguínea y todos teníamos que morir. Hace 2,000 años, un hombre vino a esta tierra que era inmune a la mordida de esa serpiente, no conocía pecado. Para salvar a la familia humana de la muerte, el Santo Jesús voluntariamente permitió que la serpiente lo mordiera: “El que no conoció pecado, se hizo pecado…”; y al permitir que la serpiente lo mordiera, El tomó mis pecados y los tuyos. Jesús dijo en efecto, “Satanás, contamíname con los pecados de todo el mundo y en mi muerte, yo conquistaré a la muerte; Mi sangre va a ser el antídoto y a través de ella toda alma vivirá. Aunque está escrito: “el alma que pecare, esa morirá”, el alma que reciba el antídoto de mi Sangre, vivirá. (Juan 6:53 al 56)
Ezequiel dijo que el alma que pecare esa morirá. Todos hemos sido hechos pecadores, pero Jesús dijo que, “aquellos que reciban el antídoto de mi Sangre vivirán”. Hay una fuente llena de esa Sangre, que viene de las venas de Enmanuel y esa Sangre es la cura, la única cura para la lepra mortal del pecado. Esta no es una medicina patentada barata, esta es una cura eterna. Debemos predicar esto, debemos otra vez hacer de nuestros púlpitos lugares donde se proclama la sangre de Jesucristo; nuestras iglesias lo deben escuchar una y otra vez, hasta que nuestra fe sea renovada y restaurada. Dios ha hecho provisión para que a través de esta Sangre tengamos acceso a la presencia de Dios, y por el Calvario puedo ahora entrar ahí, en el Nombre de Jesús.
El hermano de Juan Wesley, Carlos, escribió una canción antigua, (canciones como esta ya no se escriben más) y el coro de esa canción decía, “El firmó el contrato con su Sangre expiatoria, El vive para siempre para cumplir Su promesa, y aunque las huestes del infierno quieran entrar para hacer otro reclamo, se voltean y salen otra vez a la mención de su Nombre”. La santidad de la sangre de Jesús neutraliza el pecado e inmuniza al pecador; los pecadores que están bajo ese fluir son libres de todas sus manchas, la sangre de Jesús nos limpia de todo pecado.
Otra característica de la sangre, es que baña cada célula del cuerpo en la atmósfera apropiada para que haya una correcta relación entre las células. Todo esto trae armonía por todo el cuerpo de Cristo.
Existe hoy en día este asunto del ecumenismo que nace del mismo infierno y que llama a todo “la Iglesia”; hay un clamor por unidad, unidad a expensas de la pura doctrina, a expensas de la verdad. Estamos gritando por unidad y armonía en la Iglesia, pero es sólo esta Sangre la que crea la armonía. La creación de esta armonía y atmósfera bañará cada miembro del cuerpo de Cristo. Mientras continuamos caminando en la luz, la sangre de Cristo hace lo mismo por lo espiritual, que lo que la sangre natural hace para el cuerpo natural, bañando cada célula, creando la atmósfera apropiada de armonía entre las células.
En lo natural, cuando el metabolismo de nuestro ser físico está fuera de balance, comienzan a ocurrir cosas extrañas: nos enfermamos, nos ponemos nerviosos e irritables, no nos relacionamos bien; pero si corregimos este desbalance, la sangre misma restaurará la paz y la armonía a nuestro ser. Cuando pecamos voluntariamente, cuando permitimos que la ira, la amargura, la división permanezca entre nosotros, la sangre de Cristo no puede mantener la armonía entre nosotros como las células del Cuerpo. Somos miembros de ese cuerpo cada uno en particular, y cuando la sangre de Cristo se restringe y no fluye como debería por el cuerpo, entonces no podemos mantener la armonía; si permitimos que estén esas cosas que hemos enumerado, entonces no puede haber armonía. Cuando rehusamos caminar en la luz de la fe y obediencia, puede salir una raíz de amargura entre nosotros y muchos son contaminados, pero si confesamos nuestros pecados, la Sangre nos limpiará de ellos y la armonía será restaurada en el cuerpo. Cuando a través de la confesión y el arrepentimiento, dejamos libre el camino para el fluir de la Sangre sobre cada miembro, el yugo del enemigo es roto.
Leemos en el libro de los Salmos 133: “¡…cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía…!, Dios dice, …porque allí envía Jehová bendición y vida eterna”. Esa unidad sólo está asegurada por un continuo fluir de la sangre de Jesús a través del cuerpo en todo momento.
Cuando cada miembro es bañado con la Sangre, entonces se van los celos, las caídas, las murmuraciones, nuestros sentimientos heridos y los dolores; todo lo que nos separa de Dios se va cuando se le permite a la Sangre fluir y bañar a cada miembro. Si caminamos en la luz y la Sangre nos limpia de pecado y de malas actitudes, entonces nos vemos unos a otros en la perfección de Cristo y todas estas terribles cosas comienzan a desaparecer; cuando caminamos en la luz la atmósfera nunca cambia, pues la sangre pasa por todo el cuerpo cada 45 a 50 segundos. La geografía no tiene nada que ver con nuestra actitud; no importa si estamos en la casa, la iglesia, en el trabajo o jugando, la Sangre va a mantener la misma actifud hacia los inconversos, las cosas del mundo, las obras de la carne, las obras del diablo, y hacia las cosas que son justas y santas. No importa donde estemos, igual como no tiene nada que ver con la sangre natural, en mantener la temperatura correcta y la atmósfera en el cuerpo natural, de igual manera la geografía, o donde tú estés, no tiene nada que ver con la sangre de Cristo manteniendo la armonía correcta. Yo debo ser cristiano donde sea que esté, y si mi esposa no considera que soy cristiano cuando estoy en casa, entonces es un cristianismo muy pobre el que estoy representando.
Mucha gente puede ser muy santa en un púlpito, predicadores como tú, pero ¿Qué dice tu familia de tí? Cuando esta Sangre está fluyendo, no importa si alguien me observa o no; la misma actitud se mantiene hacia las cosas cuando esto afuera en el mundo tanto como cuando estoy sentado en una convención del Espíritu Santo; todo se mantiene en su lugar adecuado cuando hay un fluir de la Sangre que no es obstaculizado. Podemos ser diferentes en naturaleza, podemos ser polos opuestos en ideas, educación y talentos, pero la Sangre nos unirá. Al caminar en la luz y obediencia a Dios tendremos comunión unos con otros a pesar de la diferencia de personalidades. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.
En Romanos 5, el apóstol escribe acerca del amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Cuando vemos que la Sangre es el portador del Espíritu Santo, y que ambos la Sangre y el Espíritu Santo son vida y se hacen uno en esta operación, entonces nos damos cuenta que cuando a la Sangre se le permite fluir libremente sin impedimentos de nuestros celos y obras de la carne, entonces ese amor será derramado hacia afuera y todos reconocerán que somos de Dios por este amor que ven entre nosotros: Asi que cuando la paz, el amor y la comunión de la sangre de Cristo es visible entre nosotros, todo hombre lo sabrá.
Cuando el viento del Espíritu sopla nada debe ser intocable, cada peso, cada pecado debe ser puesto de lado. Lo mismo es verdad con lo que estamos tratando sobre la Sangre; cualquier cosa que la Sangre desee remover, debemos obedecer, porque si no lo hacemos habra polución, contaminación, corrupción y finalmente destrucción. ¿Cómo sé esto? ¿Cómo sé que El quiere quitar cosas? ¿Cómo lo sabrás tú? Cuando hay convicción es la Sangre, es la vida que está obrando, no vaciles, confiesa, arrepiéntete y deja que la Sangre haga su obra perfecta.
La ciencia médica dice que no hay muerte más terrible que cuando se muere por la pérdida de sangre. Cuando perdemos sangre, cada célula comienza a voverse en contra de la otra. Sin sangre, ni oxígeno, la muerte es segura. Cuando la sangre se pierde, también se pierde el oxígeno, y cuando las células están sedientas de sangre y hambrientas de oxígeno, éstas comienzan a pelear por obtener el oxígeno que queda restante; los médicos dicen que el dolor está más allá de las palabras. Esto es verdad doblemente en el sentido espiritual; las palabras faltan cuando se intenta describir el horror de un alma que está muriendo sin la sangre de Jesús, cuando un alma está hambrienta por Dios y no lo puede hallar; eso es el infierno, cuando un alma muere físicamente sin Dios. Pero el hombre no tiene que morir de hemorragia espiritual, no tiene que morir de hambre espiritual, la respuesta a una hemorragia natural es una transfusión de sangre; muchas personas que están vivas, estarían muertas si no fuera por esa transfusión de sangre. Quizás estaban sangrando, literalmente sangrando con hemorragias mortales, y la respuesta era una transfusión de sangre; comenzaron a poner sangre para que se recuperaran; mientras la sangre salía por la herida, ponían más en el cuerpo, y si podían detener la pérdida de sangre, entonces la vida se salvaba. La respuesta para una hemorragia espiritual también es una transfusión de Sangre; la sangre de Cristo puede detener la tormenta y la tortura de esa alma que se estaba perdiendo.
La sangre de Cristo es el antídoto, es la respuesta a todo los que lo que es de Dios. “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo” (Hebreos 10: 19).
Es mi oración que el Señor nos sacuda a todos, los que vamos a salir a proclamar el evangelio de Cristo donde sea que Dios nos llame y nos quiera colocar. Vayamos y prediquemos esta Sangre a todos, de manera plena y absoluta, y a todos a los que se la prediquemos, que lo hagamos con una osadía tal, que no se haya visto por años.
Esta Sangre, esta preciosa sangre de Jesús, es la respuesta a la necesidad de la Iglesia y a la necesidad de los pecadores que mueren sin Cristo