“Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.” (Isaías 53:7)

Sólo tenemos que leer de su maravillosa vida en la tierra para ver cuán precisa y completamente se cumplió todo esto. Golpeado con un flagelo Él no dijo nada. Golpeado en la cara por los soldados, Él no murmuró una palabra. Clavado en la cruz, Él no se quejó. Burlado y ridiculizado cuando estaba colgado allí, ninguna defensa o protesta cayó de sus labios. Vituperado, Él no respondía con vituperio. Este espíritu paciente, que no contraataca no se mostró por primera vez en el fin de su carrera terrenal, sino todo a lo largo de su vida misma, la conducta de naturaleza sin resistencia y suave se manifiesta claramente a los hombres bajo todo tipo de circunstancias.

En una ocasión, después de un duro día de trabajo, cada uno se fue a su casa sin una palabra de invitación para el Hijo de Dios sin techo. Pero el Salvador, sin una sola expresión de queja, subió al Monte de los Olivos y durmió en el suelo. En otro momento, una ciudad le cerró sus puertas en el rostro, sin duda, de una manera tan ofensiva que Juan y Jacobo, llenos de indignación, querían hacer descender fuego del cielo y quemar la comunidad. El espíritu afable de Cristo y naturaleza de amor se ve a la vez en las palabras: “No sabéis de qué espíritu sois… el Hijo del hombre no ha venido a destruir la vida de los hombres, sino a salvarla”. Es perfectamente evidente en todo esto que no había nada de naturaleza vengativa en Cristo.

La idea del Salvador agachándose de palabra o de hecho a cualquier cosa semejante a la venganza personal es simplemente inconcebible. Está bien estudiar estos hechos acerca del Hijo de Dios, pues la Biblia que los revela declara tan claramente que si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Esta es una declaración solemne y debe ser muy aterradora y alarmante para muchos de los que se llaman a sí mismos sus seguidores, y que están esperando vivir con Él en el cielo, pero no muestran sólo una ausencia absoluta del Espíritu del Salvador, sino también una moral muy contraria a la del Hijo de Dios. -B. Carradine- [Beverly Carradine- 1848-1931, ministro metodista, evangelista líder para movimiento de santidad, autor-escribió principalmente acerca de la santificación]

Esta es la actitud de un verdadero discípulo. De esto se trata ser conformado a la imagen de Cristo. Es espiritual y moral. No es caminar sobre el agua. No es levantar a los muertos. Sino que cuando soy vituperado o maltratado, no respondo con maldición. Cuando se aprovechan de mí, entonces yo puedo orar por aquellos que mal se aprovechan de mí. Cuando el perro me ladra, yo no ladro al perro.
-B. H. Clendennen- La Escuela de Cristo – [1922-2009]