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Devocional para Hoy! – 15 de Diciembre

 

“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.” (Romanos 8:33)

Cristo mismo encarna su supremacía sobre el adversario, porque en él no hay nada del terreno que el adversario debe tener para acampar y construir su autoridad legítima para mantener la esclavitud. En Cristo no hay tal terreno. Cristo en nosotros es cuando creemos. Y, como ya hemos señalado, “aprehendido por la fe” significa que la autoridad de Satanás está quebrada porque hay algo en nosotros, que es en Cristo. Es Cristo en nosotros, en quien no hay terreno para jurisdicción de Satanás.

Ser librado, no sólo del pecado (permítanme decirlo una vez más), sino de la autoridad de Satanás, es algo tremendo. “¿Quién acusará a los escogidos de Dios?” “Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó” (Véase Rom. 8:34) ¿Cuál es el valor de eso? El Acusador viene y trata de presentar una acusación en contra de nosotros. ¿Cuál es nuestra base de respuesta? Oh, nuestra base de respuesta es la siguiente: “Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó”. Esa es la manera de responder a la acusación del enemigo.

Cristo es el que ha triunfado sobre el pecado y sobre todos los motivos de la autoridad de Satanás. Tú y yo nunca podremos enfrentarnos con el enemigo en nosotros mismos. Él tendrá el mejor argumento siempre. Pero si somos capaces de presentarle a Cristo, ¿qué puede hacer? “… El príncipe de este mundo viene, y él nada tiene en mí.” Estas son las palabras del Señor Jesús.

¿Qué poder tiene él (Satanás)? En la muerte y resurrección de Cristo, todo su poder ha sido destruido… ¿En qué trabaja el Espíritu Santo para realizar en nosotros la victoria real? Nuestra lucha no es para ser mejores. El Espíritu Santo nunca nos ayuda en nuestra lucha para ser mejores. El Espíritu Santo no nos ayudará si esa es la forma en la que pensamos que vamos a estar bien guardados o santificados. ¿Cón qué será que el Espíritu Santo va a cooperar? Nuestra aprehensión de fe y apropiación de Cristo como nuestra perfección, como nuestra salvación.

“Oh,” tú dirás, “¿cerraremos los ojos ante cosas que son reales acerca de nosotros mismos?” Debes abrir los ojos a Cristo. Deja de mirarte a ti mismo y tu propio pecado y fija tus ojos en el Señor Jesús como siendo la perfección para ti con Dios y de Dios para ti. “No lo que soy, oh Señor, sino lo que tú eres”. La apreciación nuestra de Cristo es el terreno de actividad de Espíritu Santo. Es el camino de la liberación. -T. Austin Sparks en “La centralidad y supremacía del Señor Jesucristo”

 

Es suficiente que hagas Tu Voluntad,
Y no te canses,
Voluntad que guía por nube, toda la noche
Por luz de fuego,
Hasta que hayas perfeccionado en mí
El deseo de Tu corazón.
-Amy Carmichael- “Haz tú por mí (Do Thou For Me)” [1867-1951, misionera a la India – sirvió allí 55 años sin vacaciones, cristiana protestante, autora]

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