
Devocional para Hoy! – 3 de Septiembre
«Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud.” (Lamentaciones 3:27)
La fortaleza o debilidad de la edad madura se determina en gran medida en los días de la juventud. La fiabilidad o la irresponsabilidad, la robustez o la vacilación de carácter, la luz del sol o la sombra de la personalidad, la fortaleza o debilidad del cuerpo, son dependientes en un grado muy considerable de lo que hacemos o dejamos de hacer, en la primavera relativamente despreocupada y formativa de nuestra vida. Dios necesita hombres y mujeres fuertes, que puedan soportar pesadas cargas en días oscuros y difíciles; y pueden hacerlo si soportan el yugo desde su juventud.
Estar desacostumbrados al funcionamiento confiable de los deberes que a veces, tal vez, son molestos y monótonos, es estar despreparado para las duras realidades de la vida, y el agitador servicio de Dios. No es bondadoso para nosotros que se nos permita desperdiciar nuestro tiempo, jugar con nuestras tareas, renunciar cuando estamos tan enfocados, descuidar el conocimiento de la Palabra eterna de Dios y el conocimiento de las edades, trabajar por debajo del nivel de nuestra capacidad de manera que estemos satisfechos con lo mediocre, y tornarnos irresponsables, irritables e inmaduros. Llevar el yugo en la juventud es acostumbrarse pronto a hacer con alegría el propio reparto de tareas en primer lugar (por pequeña que sea), completar la asignación de uno a conciencia y a fondo (aunque nadie nos vea), sacar provecho de los errores de uno, recibir corrección con gratitud, y servir por amor al servicio y no a la recompensa. Llevar el yugo en la juventud es poder llevar cargas en los años posteriores, y dar gloria a Dios por ello. -V. Raymond Edman- (Con permiso de Scripture Press, Wheaton, Ill.)
¿No tienes cicatriz? ¿Cicatriz oculta en el pie, o costado, o en la mano? Te oigo cantado tan poderoso en la tierra, Los oigo saludar tu brillante estrella en ascenso, ¿No tienes ninguna cicatriz? ¿No tienes ninguna herida? Sin embargo, fui herido por los arqueros, usado, Me apoyaron en un árbol para morir; y rasgado, Por lobos rapaces que me rodearon, desmayé: ¿No tienes ninguna herida? ¿Sin heridas? ¿Ni cicatrices? Sin embargo, como el Maestro será el siervo, Y perforados los pies que me sigan; Pero los tuyos están íntegros: ¿podría continuar siguiendo Alguien que no tiene herida, ni cicatriz? -Amy Carmichael- «Hast Thou No Scar (¿No tienes cicatriz?)» [1867-1951, misionera a India-sirvió allí 55 años sin pedir vacaciones, cristiana protestante, autora]