“Temblad, y no pequéis; Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad.” (Salmos 4:4)

¿Qué puede querer decir esto sino que la conducta moral, buena o mala, se origina en lo profundo de la mente? Los pensamientos habitan en un acto o curso de acción con interés y consentimiento. Esto despierta los afectos, lo que a su vez desencadena la voluntad de cometer el acto en cuestión. El pecado subsiguiente puede ser tan vil, tan físico, tan obviamente “de la carne” que a nadie se le ocurriría que comenzó como un pensamiento indisciplinado en el corazón.

El rico insensato “pensaba dentro de sí”, y como resultado de ello, tomó un curso que le costó su alma. Es algo así como una feliz paradoja de que, mientras que los pensamientos afectan profundamente la voluntad y van más allá para determinar sus opciones, la voluntad, por el contrario, tiene el poder de controlar los pensamientos. Una voluntad firmemente comprometida con Dios puede girar las facultades intelectuales para pensar en las cosas santas. Si no fuera así, las palabras de Pablo a los Filipenses serían psicológicamente insostenibles cuando dijo: “Hermanos, todo lo que es verdadero,…honesto…justo…puro…amable,…de buen nombre,…si hay virtud alguna,…algo digno de alabanza, en esto pensad”.

Ya somos aquí mandados a pensar en ciertas cosas, se desprende que podemos comandar nuestros pensamientos; y si podemos elegir los objetos de nuestro meditar, podemos, al final, influir nuestra vida interior toda hacia el sentido de la justicia. Es mucho más importante que tengamos pensamientos piadosos y querer hacer la voluntad de Dios antes que sentirnos “espirituales”. Los sentimientos religiosos varían mucho de persona a persona, o incluso en la misma persona, y nunca es seguro confiar en ellos. Por un decidido acto de fe, pongamos nuestros afectos en las cosas de arriba (Colosenses 3.1,2) y Dios se encargará del resto. El hombre más seguro, y después de un tiempo, el hombre más feliz, es el único que puede decir: “Mi corazón está firme, confiado en Jehová.” (Salmos 112:7) -A.W. Tozer- “Undisciplined Thoughts in the Heart (Pensamientos indisciplinados en el Corazón)” [1897 – 1963 pastor cristiano estadounidense, predicador, autor, editor de revista]

LA NOVIA

Tenemos su llamada. “Oye, hija, y mira, e inclina tu oído; olvida tu pueblo y la casa de tu padre.”…

Ella no sólo debe oír sino tener en cuenta. Esta palabra significa literalmente “sentarse juntos”. Ella debe sentarse con Él y dejar que Él hable con ella. Ella debe dejar que su mensaje se hunda profundamente en su corazón. Ella debe pensar. ¡Ah, qué poco meditamos y dejamos que el mensaje del Señor se hunda profundamente en nuestro espíritu! La verdadera consagración y profunda vida espiritual debe comenzar en la contemplación y comunión profunda en el lugar secreto del corazón. “Temblad, y no pequéis; Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad”, es la palabra apropiada del salmista.

Pero ella también debe inclinar su oído. Esto significa una disposición a escuchar; esto significa una dirección del corazón a la llamada. A veces nos negamos a la llamada; preferiríamos no escuchar. Tenemos miedo de ser llamados lejos del mundo y el pecado, o de alguna opción de nuestra propia voluntad; pero si vamos a inclinar nuestro oído, si estamos dispuestos a escuchar y captar la voz de Dios, recibiremos Sus mensajes y seremos llevados al lugar más cercano de su amor y compañerismo. -A. B. Simpson – Christ in the Bible: Psalms (Cristo en la Biblia: Salmos). Ch. 8 [1843-1919, predicador canadiense, teólogo, fundador de ACyM]